Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador chileno, estudia la Sociedad Digital y la Gestión del Conocimiento. Fue Alcalde, Diputado, Senador y Vicepresidente del Senado de Chile
Mi ideal político es una centro-derecha de sentido democrático, republicana, de fuerte compromiso social y ciudadano. En diversas etapas, en las últimas décadas, el sector se ha alejado de este ideal, especialmente cuando los “mecenas” de la política tomaron la batuta. Eso explica los conflictos y divisiones. En mi caso personal aquello me llevó a abandonar la militancia partidista.
La fuerza de los hechos sociales, políticos, electorales y judiciales en los últimos años, han terminado por debilitar los liderazgos que permitieron esos procesos y abusos. Se imponen nuevos equilibrios favoreciendo otros liderazgos y la emergencia de nuevos referentes con un enfoque más político y social. Se agradece la independencia respecto de los controladores económicos de la política, que ha debilitado la hegemonía de aquellos que con su dinero ejercieron tráfico de influencias y corrupción del poder en forma transversal en todo el espectro político.
Esta centroderecha tiene el desafío de institucionalizar y abrir espacios a esa amplia participación. El gobierno del Presidente Piñera tiene que afianzar un sector político moderno y ciudadano, con políticas públicas para una distribución equitativa de los sacrificios y, también, de los beneficios de progreso. Se deben cautelar los bienes públicos, más allá de quien los provea, aliviando la presión y las sentidas demandas de las grandes mayorías sociales: el centro político, la clase media y los amplios sectores independientes. Bienes esenciales para cualquier chileno, que el Estado debe garantizar en su provisión con calidad, oportunidad y justicia social: salud, educación, seguridad, espacios y servicios públicos, etc.
Si esto se logra la centro-derecha habrá cambiado la historia, orientándose hacia un futuro promisorio. Por el contrario, si no responde a las expectativas de ese electorado que definió la última elección, la tendencia se revertirá. El electorado mostró su segunda opción en una izquierda radicalizada, que ha mostrado escasa prudencia. Es clara la crisis de la política, el reacomodo, cambios y nuevos equilibrios en las coaliciones.
La imagen de la administración Piñera cristalizará a poco andar. Hasta ahora ha mostrado luces y sombras, caracterizadas por la falta de revisión de los antecedentes en sus nombramientos que ha implicado bajar a muchas autoridades recién nombradas y la escasa consideración de la experiencia para las funciones a ejercer. La prensa a criticado la tendencia a conformar círculos cerrados (endogamia) social y cultural, sino claras señales de preferencia por familiares en los nombramientos (nepotismo) en el ámbito público, reclamando la diversidad del país.
Se requiere un categórico compromiso con la transparencia, la probidad, los valores republicanos y muy especialmente con la valoración del mérito. El electorado actual es volátil, con una fidelidad líquida, condicionada por la reciprocidad. Se debe cuidar el capital político cosechado. Es imperativo dar continuidad al proyecto de centro-derecha más allá del horizonte de este gobierno, ese será el indicador del éxito o fracaso de este equipo.
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