Por: Kenneth Pugh O. Senador de la República por la Región de Valparaíso
Los fondos marinos son fuentes de recursos inexploradas. Hoy en día la tecnología de exploración submarina puede encontrar riquezas minerales insospechadas.
La tecnología de robots submarinos permite perfectamente en estos momentos comenzar la explotación de minerales de alta ley y pureza que yacen, en algunos casos, en la superficie como lo son los nódulos de manganeso y de cobalto. Este último que es fundamental para la electro-movilidad, pero más preocupante para nuestro país son los nódulos de cobre que pueden afectar nuestra industria terrestre y los ingresos del país.
Por eso es tan importante que como Estado se declare oficialmente cuál es nuestra plataforma continental extendida que va más allá de la plataforma ya protegida como parte de nuestra zona económica exclusiva de 200 millas náuticas.
Chile puede reclamar para sí, 150 millas náuticas adicionales, que en kilómetros equivale a nada menos que 200 kilómetros extras. Para esto, el Estado de Chile debe presentar antes que venza el plazo, en mayo del próximo año, evidencia científica que permita confirmar la reclamación.
Las áreas donde es posible efectuar esta reclamación en nuestro mar son cinco: alrededor de la Isla de Pascua, del archipiélago Juan Fernández, de las Islas de San Félix, y frente a las costas de la península de Taitao y de la Antártida chilena.
Pese a que la Antártida está sujeta a un régimen especial, por un tratado internacional, la república Argentina y el Reino Unido ya presentaron sus reclamaciones en este sector, por lo que Chile debe hacerlo para reafirmar su compromiso ante la Comisión de Límites y Plataforma Continental de Naciones Unidas (CLPC).
En la ciudad de Kingston, Jamaica, sesiona la organización que regula la minería submarina. A la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, International Seabed Authority (ISA), también hay que acudir. Estos dos son los organismos –CLPC e ISA- que debemos recurrir para que la nueva legislación internacional de explotación de riquezas en el fondo del mar, no nos afecte, tal como lo hizo la aparición de la industria del salitre artificial que nos arruinó a principios del siglo XX.
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