Escenarios climáticos: el naufragio del Acuerdo de París

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Por: Manuel Baquedano M.  Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política


Tres son los escenarios que sirven para comprender la crisis producida por el cambio climático y cómo su desenlace determinará nuestras propias vidas y la continuidad de nuestra civilización.

El primero y el más elaborado nació en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Después de más de 20 años de negociaciones -en las cuales me tocó participar como representante de la sociedad civil- se concretó en diciembre de 2015 lo que se conoce como el Acuerdo de París. El segundo escenario es el que denominaremos “Sálvese quien pueda” que está encarnado en las políticas del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y que también guía a las élites económicas dominantes que procuran proveerse de una suerte de “bote salvavidas” en detrimento del resto de la humanidad que tendría muy pocas o nulas posibilidades de supervivencia. Por último, el tercer escenario surge a partir del colapso de la civilización industrial -fenómeno que es negado por la elite- y lo llamaremos el “escenario proscripto”.

En esta oportunidad nos referiremos al único escenario oficialmente aceptado, el de la ONU, y cómo sus pocas probabilidades de éxito están abriendo un espacio para el crecimiento del resto de los escenarios que serán tratados en las próximas columnas.

El Acuerdo de París sobre el clima se propuso limitar el aumento de la temperatura media del planeta en 1,5 grados para el año 2050 y en 2 grados para el 2100. La mayoría de los 200 países firmantes se han preparado para cumplir este acuerdo que entrará en vigencia en el año 2020. Entre las acciones llevadas adelante se destaca la promulgación de leyes de cambio climático que obligan a cumplir metas de reducción de las emisiones de los gases de efecto invernaderos (GEI) -de los cuales el CO2 es el más importante- por medio de la eliminación progresiva de los combustibles de origen fósil como el petróleo, el gas y el carbón. Al mismo tiempo muchos países promovieron las energías renovables, incentivaron el uso eficiente de la energía, implementaron “impuestos verdes” y planes de educación ambiental, entre otras medidas.

El mayor obstáculo que debe afrontar este escenario es, en primer lugar, el hecho de estar erigido sobre acuerdos voluntarios aceptados por los países sin que exista una autoridad supranacional que exija el cumplimiento de forma obligatoria. En ese contexto, la Unión Europea (UE) aumentó sus emisiones de CO2 en el 2017 en un 1,8 por ciento y, de seguir así, ya no podrá cumplir su meta de reducción para el 2020. Alemania, en los hechos, ha suspendido su objetivo de reducir las emisiones en un 40 por ciento. En simultáneo, China es responsable de impulsar el aumento de las emisiones mundiales al incrementar las propias un 3,5 por ciento el año pasado.

Esta realidad se extiende por todo el mundo y podríamos hacer una larga lista de países que están incumpliendo el acuerdo que, por ser de carácter voluntario, no depara ninguna sanción.Este escenario de la ONU -del cual nuestro país forma parte- es el que más adhesión suscita en la actualidad aunque, de forma paradójica, es el que menos probabilidades tiene de cumplirse. Según una evaluación realizada por científicos y publicada en la revista Nature Climate Change en noviembre de 2017, este escenario tiene menos del 5 por ciento de probabilidades de alcanzar el éxito. Es por eso mismo que, a medida que pasa el tiempo y los efectos del cambio climático se hacen notar, la sensación de fracaso comienza a extenderse.

Otro factor importante es que el Acuerdo de París  no cuenta con la adhesión del segundo país más contaminante del Planeta: Estados Unidos, que es uno de los principales responsable del cambio climático y que contabiliza el 15 por ciento de las emisiones totales de CO2 en el mundo.

El tercer factor es la subestimación por parte de los científicos oficiales -de aquellos que trabajan con el escenario climático de la ONU- de los efectos de la retroalimentación de los fenómenos climáticos y los puntos de irreversibilidad de los mismos. Un estudio reciente dado a conocer por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS, por su sigla en inglés) rompe el tabú que se había autoimpuesto la comunidad de científicos al advertir que el Planeta se está acercando al punto de no retorno que denominan “Tierra invernadero” con temperaturas de 4 a 5 grados sobre la actual.

Ante esta situación tan poco auspiciosa para el acuerdo de la ONU no es de extrañar que este escenario comience a perder fuerza internacional al mismo tiempo que se diluyen los compromisos “voluntarios” y se rompen los consensos científicos, económicos y políticos.

Resulta muy preocupante para este escenario lo que está ocurriendo con la industria petrolera. Un informe publicado por la consultora y administradora de activos, Sarasin & Partners, sugiere que las petroleras están apostando por el fracaso del Acuerdo de París y especulan con la hipótesis de que la descarbonización de la economía será mucho más lenta y limitada. El informe citado por The Economist el pasado 9 de agosto señala que las ocho principales industrias petroleras de la UE estarían sobrevalorando activos y fijando precios mucho más altos para el 2050, entre 70 y 80 dólares, cuando la Agencia Internacional de Energía estima un valor en torno a los 60 dólares por barril para el 2060. La diferencia es casi el doble si se considera que, de cumplirse los acuerdos climáticos, el petróleo no debería superar los 35 dólares para esa fecha.

Finalmente, en cuanto a nuestro país, hace falta señalar que Chile no es ajeno a este escenario sino que, al contrario, forma parte de la actualidad del debate. No es casualidad el anuncio gubernamental de dotar a nuestro país de una ley de cambio climático mientras se negocia con la UE la continuidad del tratado de libre comercio. La voluntad de Francia, y de la UE en general, es establecer una cláusula climática ambiental para la firma de cualquier tratado comercial en la que el país firmante se compromete a cumplir con el Acuerdo de París. Así le sucedió también a Japón que hace algunas semanas atrás, al momento de firmar un tratado comercial, tuvo que aceptar la cláusula ambiental.

El debilitamiento y la disminución de las probabilidades de éxito del acuerdo voluntario de la ONU hacen necesario reconocer, estudiar y debatir la existencia de otros escenarios alternativos que permitan a la ciudadanía mundial reaccionar para poder diseñar a tiempo estrategias de adaptación y supervivencia. La historia de las crisis de las civilizaciones demuestra que las elites siempre terminan abandonando al pueblo en su afán de buscar refugios seguros para ellas.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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