Por: Víctor Bórquez Núñez. Periodista y escritor
Cultivar el género de la comedia supone a lo menos dos mandamientos: absoluto conocimiento de los mecanismos para lograr hacer reír a las personas y, paradojalmente, seriedad para encarar esos mecanismos, generando nuevos códigos con los cuales presentar y desarrollar a los personajes en la situación presentada.
Algunos teóricos plantean que en toda comedia debe existir una moraleja, una lección, una suerte de enseñanza que se traduce en cambios de comportamiento en los personajes, los cuales casi siempre maduran, cambian y logran cumplir algunos de sus objetivos.
En el caso de “Ni en tus sueños” (2019), se ha trabajado con dos artistas absolutamente opuestos en sus actuaciones anteriores que, por fortuna, logran una estupenda química y contribuyen a elevar el nivel de este filme que, de no mediar lo anterior, hubiese sido una más dentro de un montón: Seth Rogen, que tiene a su haber una buena cantidad de películas subidas de tono y la hermosa Charlize Theron, que actuando también como productora ejecutiva, demuestra que también puede trabajar el género de la comedia, aun cuando sus performances anteriores estén ligados a dramas.
Debemos reconocer que, como suele suceder en el género, esta comedia mezcla con efectividad un poco de drama con mucho de humor, sin esquivar los clichés y los recursos característicos de otros filmes similares. No obstante, se salva de ser una comedia más gracias a la química que se establece entre Seth Rogen y Charlize Theron y por su carga de alusiones a la cultura pop (en especial al mundo de la TV gringa) y su sátira política, en donde predominan los discursos pro igualdad de género y explícita defensa de los derechos de las mujeres.
Está claro que no se trata de una comedia rupturista o con afán de ser modelo para imitar -como lo fueron en su época las notables comedias de Blake Edwards-, pero sí entrega una mirada fresca e inteligente sin zafarse del esquema clásico de cuento de hadas de la comedia romántica.
Aquí, Charlotte Field (Charlize Theron) es la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, a punto de iniciar su lucha para poder llegar a ser candidata a la presidencia, lo que significaría que se convertiría en la primera presidenta de la nación. En tanto, Fred Flarsky (Seth Rogen) es un periodista y escritor desempleado que, en el pasado, solía ser cuidado por una niñera de la que siempre estuvo enamorado y que, lógicamente, era Charlotte.
Por esos enredos propios de toda comedia, una noche coinciden en un evento político, en donde surge la iniciativa por parte de Charlotte de sumar a su antiguo amigo y vecino a su equipo, con el cargo de escritor de sus discursos.
Y claro, comienzan las giras por distintos lugares del mundo y esta pareja dispareja de la política y el periodista se empiezan a relacionar más allá de las obligaciones contractuales y nace algo parecido al amor, que sirve además para entregar a los espectadores una serie de referencia a la cultura pop, desde la música ochentera, las alusiones a estrellas de la TV que han pasado al cine, hasta sus comentarios acerca de “Games of Thrones” y un largo etcétera.
De este modo, el filme se apoya en esa fórmula tantas veces empleada de la pareja dispareja de las comedias románticas: ella es una chica exitosa, querida, inteligente y deseosa de poder en un mundo machista y sexista que la obliga a dejar de lado sus verdaderos ideales; él es el típico nerd, un desadaptado que siempre resulta políticamente incorrecto, aun cuando no transa con sus valores esenciales.
Con gran acierto, el realizador Joseph Levine (“La noche anterior”), se apoya en estas diferencias y hace que sus protagonistas vivan situaciones inverosímiles, exageradas e imposibles, solo con el propósito de generar risas y aprovechar la química que generan los protagonistas. Es admirable cómo Charlize Theron saca su vena cómica y mantiene un personaje que pasa por situaciones que la conducen inevitablemente a la aceptación de un romance que podría costarle su carrera política.
Otro acierto es la cantidad de personajes secundarios que logran instantes de genuino humor, resultando tan queribles como los protagonistas, partiendo por el Presidente de los Estados Unidos que está dejando su cargo para introducirse de lleno en la industria cinematográfica, el carismático Primer Ministro canadiense, que a todas luces es la pareja perfecta para Charlotte hasta llegar al detestable magnate de los medios que solo busca silenciar el discurso político de la protagonista.
Es a través de esos secundarios que los guionistas del filme (Dan Sterling y Liz Hannah) se permiten exponer su sátira política, la que no alcanza a tener la ferocidad que se merecía, pero que sirve para exponer algunas verdades incómodas del pueblo estadounidense, neonazis incluidos.
Se evidencia el énfasis del filme en subrayar el tema del sexismo que deben soportar las mujeres en el trabajo y la obsesión de los mass media y los políticos con mantener la imagen perfecta, elementos que logran elevar el nivel de esta película por encima de lo esperado.
Solo atentan contra “Ni en tus sueños” el desenlace evidente y predecible y la manera en que desaprovecha personajes importantes, como el amigo negro y católico del protagonista que merecía un desarrollo más sustancial.
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