[Opinión] El doble estándar

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Por: Fabián Baldovinos. Chief Operating Officer de Reprise


¿Por qué exigimos que nos paguen por nuestras ideas, pero cuando realizamos una presentación utilizamos imágenes que descargamos “gratis” de Google para ilustrarla, sin pagar los debidos derechos por ellas? ¿Por qué será que cuando nos preguntan nuestra opinión sobre la gente que se dedica a la piratería nos causa indignación que ellos no estén pagando impuestos, mientras que el resto de nosotros sí, pero cuando nos enteramos que hay que pagar IVA por nuestra suscripción a Spotify ponemos el grito en el cielo? Esto queridos amigos, es lo que conocemos como hipocresía.

Al menos que exista un decreto especial o un subsidio por parte del gobierno, es necesario pagar el impuesto al valor agregado sobre los productos y servicios que consumimos. De hecho, esto lo hacemos todos los días y nunca objetamos ya que el IVA normalmente viene integrado en el precio final que pagamos en las tiendas.

Sin embargo, cuando entramos al tópico de productos digitales el tema se complejiza. ¿Por qué? Porque en nuestra cabeza es algo no tangible, ya que es digital, y para nosotros es distinto. Ojo, que para nada es un tema que únicamente afecte a la gente común y corriente como nosotros, sino que va más allá. De hecho, en el libro “Capitalism Without Capital – The Rise of the Intangible Economy” de Haskel y Westlake se trata este tema, y por qué incluso las compañías y la economía en general tienen tantos problemas con aspectos intangibles (no físicos) de los negocios, como son las marcas o bien la propiedad intelectual. Es algo para lo que simplemente no estamos programados.

Pero pensemos, ¿es esto malo? ¿es tan terrible pagar un impuesto por un servicio que estoy pagando con mi tarjeta de crédito local para consumirla en mi país? Esto es un tema muy importante y que no puede ir a medias tintas, sobre todo cuando estamos viendo que cada día habrá más intangibles en nuestra economía y que los modelos de negocios de Rappi, Cornershop, Uber, y otros, se basan en la famosa sharing economy en donde los activos son cosa del pasado.

Siempre y cuando también se le cobren los debidos impuestos a estas empresas, yo creo que esta recaudación es positiva pues a) el no cobrarlos sientan precedentes, y b) el cobrarlos debería traer beneficios a la población. Además, que la lógica de la legislación debe aplicar para ambas partes: tanto para el que compra, como para el que vende. Como decía mi abuela, o todos coludos o todos rabones.

La discusión importante será sobre el alcance de esta ley, si habrá excepciones, cuáles serán y cuándo aplican. Pero más importante aún será tomar en cuenta que si no llega a concretarse esta ley, mucha gente con empresas en el mundo físico estará en su derecho de reclamar. Por ejemplo, si yo DirecTV o bien Hoteles Enjoy pago impuestos, ¿por qué Netflix y Airbnb no van a pagar?

Por otro lado, también está la posibilidad de que las compañías adapten sus modelos de negocio para jugar con reglas con las que puedan beneficiarse. Lo mismo aplica a la inversa con el consumidor, y es de hecho una de las causas por las que estos nuevos modelos de negocios han sido exitosos, además claro está de tenerlo todo “a mi manera”.

Es necesario tomar en cuenta que esto es un ecosistema, en donde estamos los consumidores, las compañías y los gobiernos. Esto no tiene que ser un juego de suma cero, sino uno en donde todos ganemos: los consumidores obtengamos los productos y servicios deseados, las compañías (en su mayoría internacionales) dejen la plata que corresponde en el país, y que nuestro gobierno utilice ese excedente para fondear programas que beneficien al pueblo. Y ya que hablamos de imponer a compañías de la nueva economía, ¿qué tal utilizar el dinero para programas que impulsen el desarrollo de la gente hacia su misma transformación digital?

Es sólo una idea, por lo pronto hay que estar atentos a los cambios, pues lo que es cierto es que nos impactará a todos.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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