Por: Carolina Collazos. Presidenta de Cooperativa Capel
Hace algunos días se dio por finalizada la visita de las representantes de las 21 potencias de la APEC, quienes tuvieron como discusión principal la incorporación de la mujer en la economía. Otro gran acontecimiento reciente en torno al género femenino, fue la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Rural, día que reconoce la función y contribución de de la mujer en el mundo agrícola.
La narrativa que se ha construido históricamente sobre la participación de las mujeres en el rubro agrícola, nos habla principalmente de temporeras, muchas jefas de familia o jóvenes de escasos recursos que se esfuerzan al máximo durante determinada época del año para entrar en un mercado de trabajo que tiene fecha de caducidad marcada luego de cada ciclo. Sin embargo, es importante desmitificar esa imagen de mujer vulnerable que a vista de algunos no genera un gran cambio en la economía país, y hablar con claridad sobre el peso que el género femenino y la mujer rural tiene en la agricultura.
Si miramos el panorama interno, en la mayoría de las empresas solo el 8% del directorio son mujeres. En Cooperativa Capel, sin embargo, ese número crece hasta un 34%, un cifra que se busca aumentar, pues entre las agricultoras y cooperadas hemos sido capaces de cimentar el camino para seguir creciendo y desenvolviéndonos en el ámbito profesional. En el panorama general, muchas otras son agricultoras o dueñas de terrenos de distintos tamaños, en los cuales cultivan los más diversos productos que son comercializados tanto local como internacionalmente. Otro importante grupo participa en distintos puntos de diferentes procesos productivos, a través de su conocimiento y experiencia, lo que permite que hoy podamos hablar de un mundo agrícola diverso y en desarrollo.
Sin embargo, si lo que nos interesa es la igualdad en el acceso al mercado del trabajo, la deuda aún es grande. Históricamente, hemos sido nosotras la columna vertebral de la sociedad y también de la economía rural, especialmente en los países en desarrollo, donde representamos casi la mitad de la comunidad agrícola del mundo. Ésta es una característica que no puede ni debe ser pasada por alto, sobre todo cuando ha sido evidente el silencio y la invisibilización que ha pesado sobre el trabajo femenino en esta área. Es ese componente el que urge cambiar.
Si bien en Chile y América Latina en general la situación se aleja bastante a la de Europa, es a través de las cooperativas donde se están abriendo nuevos caminos en términos de equidad y de acceso a que mujeres, y con ellas sus familias, puedan alcanzar mejores estándares de vida y una oportunidad de desarrollo personal y profesional. Y ésa es sólo una de las razones por las cuales este modelo es tan importante para la economía mundial.
Las cooperativas promueven la equidad y la inclusión. Si tomamos el total de las cooperativas de Chile, el 49,1% pertenecen al género femenino, y en el caso de Capel, el 25% está compuesto por mujeres, un número que exige un esfuerzo mayor con miras a una real igualdad.
La inclusión y el fin de las brechas de género son necesidades concretas y urgentes. Debemos seguir fomentando la incorporación y rol de la mujer en la economía mundial más allá de meros discursos, declaraciones de buenas intenciones o políticas de largo plazo sujetas a una burocracia que muchas veces nos frena bruscamente. Y este llamado resuena de manera especial, en momentos en donde aún están frescas las reflexiones que arrojó la “Semana de la Mujer APEC”, creada para encontrar mecanismos que aseguren su plena incorporación al mercado del trabajo.
Éstas son noticias que dan cuenta del cambio que se ha ido materializando. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer y así seguiremos: hasta que logremos igualdad en el acceso y en que se haga un verdadero reconocimiento al papel de las mujeres en el mundo laboral.
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