[Opinión] Transitando a la armónica utopía

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Por: Gabriela Clivio. Economista y Founding member CFA Society Chile


Uno de los libros que leí hace unos años como consecuencia de la aparición de la película Divergente fue “TheGiver” de Lois Lowry, el cual es uno de los textos más prohibidos de la última década. En él se describe una sociedad donde a las personas se les designa el trabajo que realizarán de por vida a sus 12 años.

Jonas, su protagonista, está a punto de cumplir dicha edad, y se le asigna el rol de “Receptor”, lo que significa que, sólo a él, se le pasarán todos los recuerdos colectivos, los mismos que permitirán a mantener la “perfecta” sociedad en la que vive, donde no existe el dolor, el miedo, la guerra, el odio entres ciudadanos ni la angustia, con la excepción del “receptor” que puede experimentar estos sentimientos.

Este mundo que superficialmente parecía una utopía, escondía una realidad bastante más horrorosa: quien no encajaba era sacrificado; no existían los colores, los matrimonios eran arreglados, y los recién nacidos tenían madres biológicas seleccionadas que nunca conocían a su descendencia.  Sin embargo, Jonas, por su calidad de “Receptor”, aprenderá y experimentará todo aquello prohibido para el resto de la población, viéndose impulsado, con la ayuda de quien le traspasa los recuerdos, a hacer algo para cambiar su destino y el de su sociedad.

Así como Bernanke decía que si se viera forzado a elegir una sola variable para describir el estado de la economía él elegía el “desempleo”,  yo elegiría, para describir el periodo desde fines de octubre 2019 a la fecha, a la palabra “distopia”. Tal como se describe en la novela, al contemplar la realidad de manera superficial parecía que vivíamos en la utopía de una sociedad justa, pero la realidad es que aún nos queda un largo camino para recorrer para construir  una sociedad en armonía.

En Chile, por muchos años, crecimos, disminuimos pobreza, extendimos la esperanza de vida, diversificamos exportaciones, generamos empleo. Sin embargo, no existía para todos el mismo set de oportunidades y, dado el corto placismo de la política, este tema comenzó a ser explotado por algunas minorías. Lamentablemente, la conjunción del corto período presidencial y las encuestas de popularidad colaboraron para que comenzara a gobernarse para “la calle”, perdiendo la visión estratégica que tuvimos en algún momento como país como cuando elegimos insertarnos en el mundo y crecer a través de los acuerdos de comercio bilaterales con todos los países con los que fuera posible.

En poco tiempo se perdió el foco, y comenzamos a transitar sin rumbo. En lugar de una reforma educacional desde el kínder, se comenzó por la educación superior, en lugar de mejorar en materia de transporte se generó el caos del Transantiago, en lugar de entender que el costo de vida iba subiendo para muchos nunca se rebajó el alza transitoria del IVA, y en lugar de entender la contribución de las AFPs al crecimiento de Chile, comenzó a fermentar la idea de eliminarlas. Y poco a poco, comenzó la etapa de las consignas y las semillas del caos comenzaron a resquebrajar la aparente utopía.

Ahora nos queda transitar el camino hacia una verdadera sociedad armónica en la cual los impuestos contribuyan a mejorar la distribución del ingreso y no a sostener un estado creciente e ineficiente, donde las mujeres en altos cargos no sean una excepción y se les pague lo mismo que a los hombres, las reformas no sean sólo en apariencia sino de fondo y retomemos la senda del crecimiento que hemos abandonado de la mano del gran generador de empleo, que es el emprendimiento y las Pyme. Así cuando podamos ver a la variable económica que tiene el mejor poder de síntesis (de acuerdo a Bernanke) todos estemos contentos y satisfechos con lo que vemos y, a diferencia de lo que pasaba en la novela, todos podamos ver “en colores”.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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