[Opinión] Chile, sociedad en cambio: Partidos políticos y movimientos ciudadanos

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Por: Carlos Cantero Ojeda. Pensador, académico, conferencista, asesor y consultor. Geógrafo (UCN), Master en la Universidad de Granada y Doctor en Sociología en la UNED-España


En las ciencias sociales se entiende que la violencia y la inestabilidad social son consecuencia de la mala gestión política. El orden, la libertad, la equidad de un país, están determinados por el quehacer de sus políticos.  Hay una relación directa entre lo político y el desarrollo económico-social. Buenos políticos generan desarrollo humano sustentable. ¡No es al revés! La realidad de Chile ratifica esa premisa: desarrollo económico sin buena política, genera graves asimetrías sociales, concentración de la riqueza, corrupción, inestabilidad social, abuso, impunidad y violencia política.

Ojalá lo entienda la élite económica y los que promueven la política de farándula (TV). El orden político es fundamental y no surge del proceso de modernización ni del desarrollo económico social. Es exactamente al revés. Para que esos objetivos se alcancen se requiere de una política y políticos de buena calidad, con probidad y excelencia ética.  Eso deberán tenerlo muy claro los próximos constituyentes. Sin orden político no habrá desarrollo económico y social.

En el caso de Chile el problema ético basal ha sido el desequilibrio entre los bienes públicos cada vez más precarios, de mala calidad y los bienes privados, que absorben más bienes públicos privatizados.  De ese (des)equilibrio entre bienes públicos y privados, surge en bien común, que fortalece o debilita el sentido de comunidad. Todos somos uno y uno somos todos.  Como ha quedado demostrado hasta la saciedad, el egoísmo, el individualismo y el minimalismo del sentido de comunidad son un pésimo negocio.  Todos los marginados terminan socavando las instituciones políticas y democráticas, enervando la sociedad.

La clase política, transversalmente, vive una grave crisis de legitimidad y confianza. Está desconectada de la realidad, de las demandas y necesidades de la gente, en un entorno de creciente precarización social, laboral, de la seguridad y de los bienes públicos. El denominador común es una degradación ética estructural, en un modelo de materialismo exacerbado, de evidente individualismo. Chile es una sociedad en cambio en que las instituciones políticas son disfuncionales.

 

La solución a la crisis no está en los extremos políticos, ni en la estrategia de polarización que algunos promueven, se requiere equilibrio. No la encontraremos en una izquierda que exalta la igualdad y la solidaridad, pero no es competente generando riqueza; tampoco resulta aceptable un neoliberalismo radical que exalta la generación de riqueza, pero que la concentra en unos pocos, mientras muchos amplían su pobreza. No es aceptable el doble estándar de esa izquierda que clama por los derechos humanos, por un lado, y hace apología de la violencia, por el otro.

Tampoco resulta viable promover una asonada de militares en política, han sido muy utilizados por uno y otro lado, ejemplos hay muchos y variados en nuestro continente. También hay que decirlo claro, ha sido muy evidente el fracasó de la disparatada  teoría del chorreo, que en Chile fue entendida por algunos como la teoría del Choreo. Terminaron matando la gallina de los huevos de oro. Espero que, con suerte, como país podamos empollar algunos de esos huevos.

El desprecio hacia la política es transversal, no escapan ni unos ni otros. Los partidos políticos tienen poco tiempo y espacio para reaccionar.  Si no lo hacen serán reemplazados.  Algunos partidos ya han pagado su costo, hace una década tenían primacía en Chile, hoy son Muertos Caminantes (Walking Dead). Pero, el poder político no desaparece, solo se moviliza hacia otros actores.

Emergen con fuerza los Independientes. Se están agrupando en “Movimientos Ciudadanos”, con fuerte sentido social, democráticos y republicanos, comprometidos con la libertad, el orden, la solidaridad, la probidad, la meritocracia y la excelencia en el hacer.  Son estructuras propias de la Sociedad Digital, organizados en Redes Sociales colaborativas y distribuidas, a lo largo y ancho del territorio nacional, trabajando y aportando incluso desde el extranjero. ¿Está emergiendo una nueva estructura de participación?

Rechazan que el poder y las estructuras de participación políticas estén capturadas por el poder económico.  Saben y han sufrido el abuso partidista. Han llegado para hacer valer su voz en lo programático. No responden al añejo alineamiento político, han superado el atrincheramiento que los agrupa en izquierda, centro y derecha, categorías que ya no dan cuenta de la nueva realidad.

Los Movimientos Ciudadanos se perfilan como fuerzas articuladoras del poder político, con potencial electoral y capacidad para influir en la opinión pública, estableciendo y priorizando agenda (pública y privada).  Han aprendido la relación transaccional de la política.  Se proyectan alianzas con los partidos políticos. Estos Movimientos Ciudadanos, no tienen vocación de “yanaconas”, no vienen a la política para ser comparsa electoral, ni para que se siga haciendo más de lo mismo. Vienen dispuestos para asumir un nuevo liderazgo de avanzada en la gestión pública, inspirados en una nueva ética. Ojalá que la mayoría ciudadana asuman su responsabilidad cívica.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


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