Por: José Ignacio Parada. Abogado y emprendedor
Su vida cambió en junio de 2011. En esos días la australiana Rebecca Prince-Ruiz dedicaba sus días a promover la educación ambiental para el programa “Earth Carer”, dirigiendo visitas guiadas y gratuitas a centros dedicados al tratamiento de residuos. Si bien tenía experiencia, en uno de esos recorridos se dio cuenta que no había visto todo, pues al frente suyo se erguía una prominente montaña de desechos que le convocó un malestar que luego transformó en decisión. Quién diría que esas montañas de plásticos, que no dejaban de crecer y atiborrarse en una planta de reciclaje, provocarían un movimiento ecologista que hoy es transversal en varias partes del mundo.
Lo que más le afectó esa vez fue sentirse parte del problema, al ser consumidora de los mismos productos que proveía el paisaje. Tenía hábitos de recuperación, reciclaje y reutilización, pero su cuestionamiento empeoró cuando supo que todo eso que vio era de solo una semana, de un solo barrio, de una sola parte de Australia. Fue el mejor momento para tomar una determinación: alejarse definitivamente de todo tipo de plástico desechable.
Rebecca no estuvo sola, pese a lo que se cree. En las redes sociales de “Earth Carer” se promovió su cruzada, uniéndose 40 personas al poco tiempo. Se conocieron, idearon un plan y, como buenos estrategas, establecieron límites. Algo así no se lograba de la noche a la mañana. Comenzarían con un primer ensayo de 30 días sin adquirir productos de este tipo, pero como junio ya estaba corriendo, partieron al mes siguiente. La campaña se llamó “Julio sin Plásticos”.
Su fuerza creció al igual que su conocimiento. En 2015 tenían 36 mil adherentes de 85 países diferentes y hoy esos números pueden fácilmente triplicarse. Un proceso que la australiana no atribuye como propio, dado el trabajo comunitario y global que significa un desafío de 31 días para cualquier consumidor del mundo. Si lo pensamos, puede que no haya siquiera uno en donde el material derivado del petróleo no esté presente. “Cada pieza de plástico que hay en el océano ha estado antes en las manos de alguien y en esas mismas manos está la solución […] Uno de los objetivos es que la gente se de cuenta de la cantidad de plástico que hay en nuestras vidas y este reto sin duda lo consigue”, dijo en una entrevista.
Causas como “Julio sin Plásticos” no sólo desafían conductas internalizadas que afectan nocivamente a nuestro planeta, sino que también demuestran nuestro poder como consumidores para originar los impactos sociales, económicos y medio ambientales del futuro.
Pocas cosas son como antes y hoy ninguna empresa puede quedar indiferente ante pujanzas de este tipo, incluso si éstas no tienen nada que ver con sustentabilidad o directamente con el plástico, pues el meollo del asunto es que los clientes ya somos conscientes de nuestra preponderancia ante la actual crisis ambiental que vive nuestra especie. Ya sea por algunos días, por un mes como esta campaña, por varios años o por el resto de la vida.
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