Por: Richard Andrade C. Director de Poderyliderazgo.cl
De un tiempo a esta parte hemos escuchado el tremendo potencial que posee nuestro país en materia de turismo. Su variedad de paisajes y experiencias únicas hacen de Chile un lugar al que se quiere viajar, recorrer, conocer y disfrutar. Lamentablemente, muchas personas que se dedican a esta industria no entienden que el verdadero valor de su negocio descansa en la satisfacción del cliente, en la calidad y profesionalismo que entregan a la hora de prestar sus servicios.
El pasado fin de semana viajé al Lago Rapel, en la región de O’Higgins, junto a mi familia en busca de descanso y tranquilidad. Arrendamos vía internet una parcela de 5 mil metros cuadrados con casa, piscina y una serie de otros servicios que auguraban gratos momentos familiares. Tras tomar contacto con la arrendadora, la señora Marta Jiménez Alvear, le pedimos más fotos, consultamos algunos detalles y cerramos el trato anticipándole, vía transferencia, 200 mil de un total de 600 mil.
Al llegar al lugar nos encontramos con un espacio sucio y desordenado… en la entrada una construcción abandonada daba la bienvenida, la piscina llevaba semanas sin mantención, el quincho denotaba una maratón de asados sin aseo alguno. Las escaleras de acceso a la casa (una cabaña) estaban sueltas y con maleza entre los peldaños… ¿el interior de la cabaña? Mejor ni hablar, solo comentar que había una ducha a menos de un metro de la cama matrimonial.
Obviamente desistimos del acuerdo… llamamos a la arrendadora de la propiedad, quien no entendía las razones del porque estábamos cancelando. Le resaltamos las condiciones del lugar y lo mucho que distaba de lo ofrecido y observado en las fotografías enviadas por ella misma. Aseguró devolver el dinero a regañadientes el lunes a primera hora.
El grato momento de descanso se transformó en un dolor de cabeza… nos vimos en la obligación de recorrer el lugar por varias horas hasta encontrar algo donde quedarnos a un precio mucho mayor a lo presupuestado.
Llegó el lunes y volvimos a tomar contacto con la señora Jiménez… no nos contestó a la primera. Al rato nos comenta que consultó con su abogado y nos dijo que no tenía obligación alguna de devolver el dinero. Le pedimos boleta por el anticipo de los 200 mil… pues entendemos que una propiedad dedicada a dar alojamiento debe pagar los impuestos correspondientes, cumplir con ciertas normas de sanidad y permisos municipales para desarrollar una actividad económica. Le dijimos que iríamos al Sernac para denunciar y nos contestó que lo hiciéramos, amenazándonos que sus hijos eran abogados y trabajaban en un tribunal de justicia.
Esta es la primera vez que utilizamos esta tribuna para un tema personal, pero lo aquí expuesto atenta contra los cientos de empresarios y emprendedores que pagan impuestos y se esfuerzan por entregar un servicio de calidad y aportar decididamente al fortalecimiento del turismo de la zona… se echa por tierra los múltiples esfuerzos, públicos y privados, por hacer de la región de O’Higgins un destino turístico de calidad al cual se quiera volver una y otra vez. Ratifica asimismo que existen personas que abusan de sus espacios de poder para atentar contra personas comunes y corrientes que solo buscan un lugar para vacacionar.
Por lo mismo, hacemos un llamado a las diversas autoridades a fiscalizar y tomar acciones concretas contra quienes no cumplen con los requisitos formales para el desarrollo de una actividad económica tan importante como el turismo.
En concreto, pedimos a Impuestos Internos fiscalizar como corresponde los arriendos de verano y constatar in situ que no se paga impuesto alguno en muchos negocios que se desarrollan en el sector. A la municipalidad de Las Cabras pedirles revisar los permisos y contribuciones de las propiedades declaradas para uso habitacional, pero que en la práctica tienen un uso comercial. A los organismos de Salud fiscalizar el cumplimiento de las normas sanitarias asociadas a una actividad comercial.
Lamentablemente, lo vivido el fin de semana en el Lago Rapel, es una clara injusticia contra miles de familias como la nuestra y, por cierto, para quienes se dedican formalmente al turismo, donde es un imperativo serlo y parecerlo.