[Opinión] Las altas temperaturas y la sequía nos están acorralando

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Por: Daniel Vercelli B. Socio y Managing Partner de Manuia


En los últimos años venimos escuchando con mayor frecuencia acerca de los efectos negativos del cambio climático y a pesar de la toma de conciencia que se está dando a nivel mundial, éstos siguen su curso. A mediados de diciembre se registró un récord de calor en el Ártico, con una temperatura superior a los 38 grados por primera vez en la historia. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) precisó además que las temperaturas promediaron 10 grados más que lo normal durante el verano en Siberia, haciendo sonar las alarmas por el calentamiento del planeta.

A nivel local, la situación también es alarmante. El país alcanzó los 13 años de sequía según datos del Ministerio de Obras Públicas en el lanzamiento del Informe de situación hídrica y pronóstico verano 2022. Entre otros hechos, se reveló que 2021 fue el cuarto año más seco en la historia del país desde 1950, solo superado por las sequías de 1968, 1998 y 2019.

Santiago, por ejemplo, registró un 67% menos de lluvias y Valdivia -ciudad conocida por ser especialmente lluviosa-, registró 46% menos. Sí, Valdivia fue declarada en situación de escasez hídrica por primera vez en la historia.

Se ha hablado mucho en las últimas semanas de “justicia intergeneracional” al pensar en el tema de cómo mejorar las pensiones. En buena hora algo relacionado al futuro nos convoca y estos términos se están masificando. Pero desde lo climático ha faltado esa manera de pensar en términos de “justicia intergeneracional”, o al menos, se escucha menos y por un menor número de “voceros”.

El planeta nos está diciendo de muchas maneras que ya no (nos) resiste más y dependerá de lo que hagamos de aquí en adelante y cómo revirtamos estas cifras, la herencia que dejaremos a las futuras generaciones. A nivel individual podemos cambiar algunos hábitos sustentables que, sumados a la acción del resto, ayuden a mitigar los efectos. Pero una manera mucho más efectiva y movilizadora es que el sector privado sea quien tome conciencia del impacto que generan sus operaciones y, de manera organizada dé un giro hacia una reducción de la huella de carbono.

Las cifras de sequía mencionadas antes son un claro ejemplo de lo expuesto y vulnerable que está Chile ante la crisis. Las empresas chilenas entienden que su rentabilidad puede verse seriamente afectada por el cambio climático, ya que pone en riesgo incluso su viabilidad con potenciales interrupciones en la cadena de suministros o pérdida de plantaciones.

Esto es especialmente crítico en los sectores agrícolas, ganaderos y vitivinícolas producto de la sequía. Tanto es así, que muchas de ellas ya incluyeron el aspecto medioambiental dentro de sus estrategias anuales, creando o fortaleciendo áreas dentro de las compañías para diseñar políticas acordes a los desafíos.

Son varios los cambios que pueden implementar las empresas en materia de desarrollo sostenible, por ejemplo: políticas que ayuden a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero; adopción de nuevas tecnologías que ayuden a optimizar el uso de recursos básicos como el agua; fomento de energías renovables y alternativas dentro de sus operaciones diarias; desarrollo de marcos regulatorios que faciliten el paso a las nuevas demandas climáticas; promoción y difusión de principios sustentables entre sus pares; incorporación de soluciones tecnológicas y por sobre todo un cambio de mentalidad corporativa donde las ganancias económicas sean igual de relevantes que el impacto que la operación de cada empresa genera dentro de cada comunidad.

Las oportunidades de inversión en prácticas sustentables crecen día a día y sus efectos pueden extenderse a toda la cadena de producción.  Los proyectos y programas que se enmarcan en estos principios son capaces de mover la balanza hacia el cambio que necesitamos ver.

Combinar este cambio en la hoja de ruta con los productos y/o servicios únicos de cada empresa, más el talento de su capital humano y el ejemplo positivo que muestran hacia sus proveedores y consumidores, puede convertir a una empresa en un actor protagónico y modelo a seguir. Ser sostenibles y sustentables no es ahora un deseo de buenas intenciones, es más bien un imperativo si queremos seguir siendo parte armoniosa de este planeta.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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