[Opinión] La rebeldía de mercado antiglobalista de la nueva derecha

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Por: Andrés Kogan Valderrama. Sociólogo. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea


Si uno tuviera que elegir uno de los conceptos más usados por la nueva derecha mundial, es sin duda la noción de globalismo, la cual ha servido para que estos grupos puedan presentarse como un sector político rebelde y crítico frente a la realidad imperante, instaurando así en su batalla cultural un discurso anti-elite y que intenta acercarse a los sectores medios y más empobrecidos.

A modo de síntesis, para la nueva derecha la idea de globalismo supone la pérdida de fuerza de los Estados Nación en la toma de sus decisiones internas, en desmedro de poderes supranacionales y organismos internacionales, que desde la posguerra en adelante, a través de la ONU, han intentado instalar una agenda cultural en los distintos países.

Por eso que está nueva derecha trate de cobardes, buenistas y de políticamente correctos, a sectores de derecha tradicionales de derecha, por sumarse también a la agenda globalista de la ONU y organismos supranacionales, lo que en un escenario de crisis económica y de seguridad, se vuelve un caldo de cultivo para que estos sectores fanáticos crezcan, así como pasó en la década de los 30 en Europa.

De ahí que esta nueva derecha reclame la falta de soberanía de los Estados, apuntando todos sus dardos a la agenda 2030 de Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como si estos fueran parte de un plan orquestado por la izquierda mundial para desintegrar y fragmentar a la sociedad.

El punto es que la formación de una nueva institucionalidad a escala global, con la formación de la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, fue una respuesta a los horrores de doctrinas ultra nacionalistas, como lo fueron la nacionalsocialista y fascista, las cuales podrán ser renegadas por las nuevas derechas, al abrazar el libre mercado y no un rol económico del Estado, pero tienen un evidente hilo conductor.

En consecuencia, esta nueva derecha nacional libertaria, al igual que la nacional socialista, desprecia profundamente la pluralidad de los seres humanos y miradas disidentes que se atreven a cuestionar sistemas de poder que han oprimido a millones de seres humanos, por eso que cualquier expresión que se salga de su idea uniforme de familia, de Estado y de espiritualidad, lo vea siempre con terror y como amenaza para su identidad estática.

No es casualidad por tanto que esta nueva derecha celebre la globalización neoliberal, impulsada desde los 90 justamente por organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, beneficiando a los grandes grupos económicos en el mundo, pero al mismo tiempo se acuerde de la soberanía para instalar un discurso contra los derechos de las mujeres, contra los derechos de los migrantes, contra los derechos de las disidencias sexogenericas, contra los derechos de los indígenas y completamente negacionista sobre la crisis climática y sanitaria.

Por lo mismo, es importante desenmascarar planteamientos que buscan presentarse como rebeldes, pero que son profundamente reaccionarios, ya que dicen atacar a una elite, compuesta por burócratas y políticos, pero aplauden a quienes concentran la riqueza, como si fueran estos unos héroes emprendedores, y a quienes habría que agradecerles por invertir y darnos trabajo.

Es cosa de escuchar lo planteado por uno de los personajes que mejor representa este discurso de mercado antiglobalista, como lo es el argentino y politólogo Agustín Laje, quien se ha vuelto un verdadero divulgador de la cruzada paleolibertaria en contra de la llamada ideología de género, lobby gay y su batalla cultural contra la nueva izquierda.

Una batalla cultural y moral vista por Laje, es no solo contra los movimientos sociales, contra el cosmopolitismo y contra aquello que denomina como marxismo cultural, sino también como una batalla por la verdad misma, ya que según él, las izquierdas actuales habrían abrazado la posmodernidad y el fin de la realidad única, luego del mayo francés del 68 y el fracaso de los socialismos reales.

Ante esto, que el globalismo sea visto por este discurso como un proceso de descomposición de la humanidad y de decadencia de los valores occidente, los cuales deben ser frenados por esta nueva derecha, que quiere volver al estado natural de las cosas, que no es más que una retroutopía conservadora, que busca finalmente restaurar un viejo orden perpetuador de desigualdades de género, raciales, territoriales, sanitarias, económicas.

Por eso que está nueva derecha trate de cobardes, buenistas y de políticamente correctos, a sectores de derecha tradicionales de derecha, por sumarse también a la agenda globalista de la ONU y organismos supranacionales, lo que en un escenario de crisis económica y de seguridad, se vuelve un caldo de cultivo para que estos sectores fanáticos crezcan, así como pasó en la década de los 30 en Europa.

En contraposición a este auge de esta nueva derecha, debemos estar unidos quienes realmente cuestionamos en serio la concentración del poder y de la riqueza, y que creemos que la soberanía radica en los niveles de democracia, en tanto derechos, distribución y participación en la toma de decisiones de los pueblos, y no en discursos patrioteros que nos hablan de una supuesta dictadura globalista que no se sostiene en la práctica y que solo busca confundir y hacer daño.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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