Por: Gastón Leiva Vidal. Investigador científico-tecnológico
Según el Informe Meter 2021, existen 14.679 sitios web dedicados a la pornografía infantil, revelando que es en América y Europa donde opera la mayoría de las empresas que gestionan los servidores que permiten el funcionamiento de muchos sitios donde se difunde ese material, ¿dónde queda la ética de estos empresarios? ¿qué otros servicios del internet profundo (Deep web) permiten estas empresas por dinero?, son preguntas que necesariamente surgen al conocer estos horribles números.
Dentro de las conclusiones de este informe, se indica que los sitios que impulsan ideas en favor de la pedofilia han aumentado preocupantemente, estableciendo un “verdadero lobby estructurado que ofrece consejos sobre cómo preparar a los niños e indica sitios en línea donde es posible encontrar fotos y vídeos con contenido de pornografía infantil”.
Existen múltiples evidencias, de las cuales es posible encontrar decenas de titulares en periódicos en todo el mundo, donde se describen acciones de estos grupos pro-pedofilia, y un ejemplo de ello es la solicitud que se ha realizado a la OMS para que elimine la pedofilia de la lista de trastornos sexuales o la solicitud de estos grupos para ser incorporados a las asociaciones LGBTIQ+.
Como puede apreciarse, ellos se están agrupando, estructurando, incorporándose a las discusiones, incluso ya declarándose abiertamente en sociedad, en las academias, ya no tienen miedo, pero ¿qué hacemos nosotros? ¿qué tan importante son los derechos de los niñas y niñas?, ¿basta únicamente con legislar y no difundir hasta no poder más las herramientas creadas para la prevención de este tipo de delitos? ¿cuántos de nosotros conocemos el registro de inhabilidad para condenados por delitos sexuales contra menores de edad? ¿nos hemos preocupado de exigir a los colegios de nuestros hijos e hijas que verifiquen los antecedentes del personal que contratan? ¿hemos verificado los antecedentes de los tíos y tías que conducen el furgón escolar de nuestros niños y niñas?
La batalla contra el más horrible de los crímenes, la pedofilia, debe abrirse desde el Estado y sus poderes, pero también desde cada uno de nosotros.
En Chile, por ejemplo, según datos de la Policía de Investigaciones (PDI), en su cuenta pública 2022, indicó que a nivel nacional hubo 953 casos de distribución de pornografía infantil, de los cuales 80 ocurrieron en la Región de O’Higgins. Otro dato bastante perturbador es que, al 31 de enero del 2019, en el registro de inhabilidad para condenados por delitos sexuales contra menores de edad, la cifra nacional ascendía a 8.096 personas condenadas, liderando esta triste estadística la Región Metropolitana con 2.528 y la Región de Valparaíso con 927 condenados.
En el caso de la Región de O’Higgins, son 449 condenados, incluyendo 2 mujeres. La pedofilia en mujeres es un aspecto bastante preocupante y que muchas veces se invisibiliza, de todos los condenados que se encontraban en el registro de inhabilidad a inicios del 2019, 92 corresponden a mujeres.
En el 2020, Félix López Sánchez, Catedrático de Psicología de la Sexualidad, de la Universidad de Salamanca, publicó un artículo titulado Abusos sexuales, en el cual se indica que “En efecto, la mayoría de los agresores son varones (86,6%), aunque existe también un porcentaje relativamente importante de mujeres (entre el 13 y 20%)”. La exposición de este tipo de datos no tiene como objetivo ponerse en un lado de la vereda, sino más bien, establecer que la pedofilia no tiene género, que no debemos confiarnos y subestimar a los agresores por su sexo.
Antes de comenzar a escribir esta columna, la idea era analizar qué hay detrás y de fondo, en las dos tesis que hace poco más de una semana han escandalizado a nuestro país, sobre todo después que muchos defensores “intelectuales” han indicado que dichos trabajos eran de corte teórico, que el trabajo de la filosofía es precisamente buscar respuestas en esos temas que muchas veces son sensibles, pero me pregunto, ¿existen límites en la investigación, ya sea de campo o teórica? ¿es un límite la justificación de un delito contra los más inocentes y vulnerables de nuestra sociedad?, porque si según algunos debiera haber libertad de pensamiento en temas como este, entonces, ¿por qué no hablar de eugenesia en pedófilos y pedófilas? ¿por qué no investigar más sobre la pedofilia y su detección temprana, y así establecer medidas correctivas o de prevención en este tipo de delitos?
Si bien, pretendo leer con mayor detención ambas tesis, antes de realizar un análisis más profundo, si llama la atención que por lo menos una de ellas, “El deseo negado del pedagogo: ser pedófilo”, intente establecer filosóficamente la idea de la pedofilia casi como una cualidad del docente, incluso atreviéndose a exponer la absurda idea de que, si Sócrates, el gran sabio reconocía su amor por su alumno, ¿por qué no reconsiderar esta relación docente-alumno?
Además de citar a otros reconocidos filósofos como Sartre o Foucault, de los cuales son innegables sus aportes en variadas áreas de la filosofía, pero ¿podemos considerar seriamente, por lo menos en este tema, las ideas de estos pensadores, si ellos junto con otros pensadores como Jacques Derrida, Simone de Beauvoir, y otros, en 1977 enviaron una petición al parlamento francés pidiendo la derogación de varios artículos de la ley sobre la edad de consentimiento y la despenalización de todas las relaciones consensuales entre adultos y menores de quince años?, justificándose en que era contradictorio que niñas menores pudieran acceder a métodos anticonceptivos y que no pudieran mantener relaciones sexuales con adultos.
¿Es lo mismo que una niña o un niño decidan tener una relación sexual con alguien cercano a su rango etario que con un adulto?, pues no señores, es evidente que existe una diferencia de poder, no es adultocentrismo, es una asimetría física, psicológica, educacional y experiencial, continuará …
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