[Opinión] Los desafíos de la nueva ruralidad

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Por: Rodrigo Yáñez Rojas. Director Oficina Chile. Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural


En nuestros encuentros con investigadores y actores sociales de distintos países de América Latina con los que trabajamos, aparece recurrentemente una discusión sobre los desafíos de la ruralidad latinoamericana. En estas conversaciones se pueden destacar tres tendencias globales que están marcando las dinámicas de los territorios rurales.

Como primer punto, está el hecho de vivir en una sociedad abierta. Esta idea hace referencia a pensar la sociedad como un espacio transfronterizo, donde los procesos de comunicación, intercambio comercial y migración caracterizan una conexión permanente de lo local con lo global. La pandemia del Covid-19 es otra forma más de identificar cómo la interconexión humana hoy enlaza a los lugares más aislados con las grandes metrópolis.

Un segundo elemento que se identifica en las dinámicas rurales es la aceleración de su vida social. Diversos estudios realizados en los años 60 ya hablaban de una aceleración histórica de la ruralidad a partir de los procesos de modernización del campo. Un proceso que sigue en curso y se agudiza, tomando como referencia algunas categorías de la investigación desarrollada por Hartmut Rosa, a partir de las trasformaciones contemporáneas que experimenta la sociedad en tres ámbitos: la tecnología (interconexión digital y los cambios en la velocidad de los procesos productivos), el trabajo (flexibilidad laboral y multiempleo) y la recomposición de la estructura familiar.

Por último, la sociedad rural habita un mundo que se percibe como cada vez más incierto. Los efectos del cambio climático son la referencia más clara de este fenómeno, que impide proyectar un cotidiano en el largo plazo porque ¿qué mundo habitaremos en 10 o 20 años? A esto se suman eventos contingentes como la guerra entre Rusia y Ucrania, o la inflación creciente en ciertos países de la región, que repercuten en el costo del transporte y los insumos agrícolas e, incluso, ponen en riesgo la seguridad alimentaria de una parte de la población.

Podemos preguntarnos, entonces, en un mundo abierto, acelerado e incierto, ¿qué desafíos podemos identificar para el caso chileno en este contexto que enmarca una nueva ruralidad?

Con respecto a la primera dimensión, la que define la ruralidad como una sociedad abierta, los desafíos están asociados a mantener los encadenamientos globales de mercado sin que eso implique poner en cuestión el propio aseguramiento de alimentos para la población, como bien lo releva un debate creciente en torno a la seguridad y la soberanía alimentaria en nuestro país. Unido a este punto, se conecta el fortalecimiento de la agricultura familiar campesina y prácticas que permitan hacer de Chile una potencia agroalimentaria sustentable. Asimismo, aparece como relevante comprender la importancia de la migración para apoyar el trabajo agrícola, que en épocas de alta demanda laboral se ve sujeta a presiones por la escasez de trabajadores. Esto implica sincerar el rol que la población extranjera está jugando en este punto, para avanzar en su formalización y mejoramiento de las prácticas laborales del agro.

Vinculado a la aceleración social que también está presente en la sociedad rural, los desafíos están asociados a la transferencia de competencias y capacidades a la agricultura familiar, particularmente a la población más joven y las mujeres, para reducir las brechas en la productividad que muchas veces le resta competitividad a los grupos de menor escala en la comercialización de sus productos. Una agricultura tradicional, incluso agroecológica, no tiene porque estar disociada del uso de tecnologías.

Finalmente, frente a un futuro incierto, la sociedad rural debe construir estrategias de adaptación y resiliencia, tanto de carácter estructural, como el cambio climático, como otros asociados a contingencias de escala nacional y global que afectan su vida social y económica. Esto se manifiesta en distintos desafíos, siendo el primero de ellos el aseguramiento de una alimentación diversa y saludable. Muy estrechamente, vinculado a aspectos productivos, cobra relevancia el seguir mejorando la eficiencia de la agricultura en el uso del agua y favorecer prácticas que permitan a la agricultura complementar sus estrategias productivas, ser menos dependiente del precio de los insumos y más sustentable.

Sin duda, los elementos destacados ponen en relieve solo algunos de los desafíos que enfrenta la ruralidad al formar parte de un mundo abierto, acelerado e incierto. Sistematizando los resultados del trabajo de investigación de diversos colegas de la región, es posible constatar que estos desafíos se replican de manera transversal en Latinoamérica.

Consideramos que esto es importante de destacar y entenderlos en ese contexto, pues muchos de los cambios y discusiones que observamos a escala nacional también forman parte de los nudos críticos de otros países. Así, identificando estas tensiones, la reflexión latinoamericana es un gran aporte para pensar soluciones que permitan abordar las dificultades que enfrenta una nueva ruralidad desde sus propios territorios.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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