Por: Roxana Uribe A. Presidenta de IMETCHILE (Asociación de Ingenieros Metalúrgicos)
Aunque para muchos la inteligencia artificial (IA) puede parecer un concepto lejano y complejo, lo cierto es que desde hace bastante tiempo es parte de nuestro entorno cotidiano. Presente en nuestros teléfonos celulares, el acceso a nuestras oficinas; canales de películas; automóviles; y asistentes virtuales como Siri o Alexa, la IA forma parte de la vida diaria.
El reconocimiento de huellas digitales, voz, rostros, rutas, preferencias personales y tendencias no hace más que simplificar procesos y optimizar la gestión del tiempo. Tal como en su momento no se pudo negar el valor que aportaron el automóvil, el teléfono, la lavadora, la televisión, la computadora o el microondas, por nombrar algunos, la IA es ahora un elemento esencial.
Y así como hemos aprendido a relacionarnos y aprovechar todos estos avances tecnológicos, en la actualidad estamos aprendiendo a interactuar con la IA, tanto a nivel personal como a nivel de industria. En Chile, donde la minería desempeña un rol clave para la economía es indispensable establecer una relación con la IA para aprovecharla adecuadamente.
Gracias a esta tecnología podemos optimizar muchísimas operaciones, mejorando tiempos, estándares de seguridad para las personas y el desempeño de activos físicos. Además, con el uso de la IA se puede favorecer los resultados productivos, incluyendo la recuperación de minerales y la pureza de los metales. Igualmente, se puede reducir el consumo de recursos hídricos y otros insumos y, sobre todo, ayudar a minimizar el impacto de la actividad productiva en el medio ambiente.
En definitiva, esta herramienta debe ocupar un papel relevante en el desarrollo de una minería sostenible y sustentable. No obstante, no se trata de un fenómeno mágico, pues debe ser alimentada con datos. Por ejemplo, para llevar a cabo el reconocimiento facial en una puerta de acceso se requiere previamente introducir la fotografía de la persona. Lo mismo sucede al acceder al celular mediante reconocimiento de huella, tenemos que ingresar el “dato” al dispositivo.
Por lo que, si queremos lograr a través de la IA una optimización real en la industria minera, desde la extracción del mineral hasta la venta del producto final, es esencial proporcionar datos precisos y útiles vinculados a las operaciones. Los datos alimentan los algoritmos y cuantos más datos se utilicen, mayor será el aprendizaje automático (Machine Learning) que impulsa la IA.
Sin embargo, no sólo importa la cantidad de datos sino también su calidad, es decir, a mayor veracidad más robusto será el modelo de Machine Learning resultante para el aprendizaje de la máquina. De esta manera, podremos lograr una real optimización.
El exitoso despliegue de la inteligencia artificial (IA) en otras industrias es un ejemplo a seguir en el sector minero en Chile. Sólo basta mirar los logros alcanzados en campos como la medicina, la logística y la manufactura donde ha impactado de manera radical en la eficiencia y la sostenibilidad operativa. La capacidad de la IA para acelerar diagnósticos y mejorar la calidad de la atención médica, así como su habilidad para optimizar cadenas de suministro y agilizar procesos logísticos revelan su inmenso potencial para la minería.
Aplicando sabiamente las lecciones aprendidas en otros sectores, la industria minera chilena podrá, sin duda, trazar una hoja de ruta para avanzar en la adopción inteligente de la IA. Esta tecnología -con su increíble capacidad para analizar vastos volúmenes de datos y generar información estratégica- puede ser un eficiente catalizador de decisiones, que podrá llevar a la minería a paso firme a la era de la eficiencia, la sostenibilidad y la colaboración sin límites.
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