La hiperamenaza que nos toca vivir

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Por: Manuel Baquedano M. Presidente Instituto de Ecología Política


El 21 de mayo el Papa Francisco se pronunció nuevamente sobre la crisis climática. En una entrevista histórica –por primera vez un alto dirigente mundial afirmó lo que muchos científicos y ambientalistas ya han advertido- dijo que la crisis climática “ha llegado a un punto sin retorno” y que “nos dirigimos por un camino de muerte”. El Papa hizo estas dramáticas declaraciones en una entrevista concedida a una de las principales cadenas de televisión estadounidense, CBS News.

De sus palabras se desprende algo que ya hace tiempo estamos advirtiendo: las metas que fijó la ONU para enfrentar la crisis climática no podrán lograrse (1,5°C de aumento de temperatura para el 2030, 2°C para el año 2100). Incluso esto fue recientemente reconocido por Jim Skea, el presidente del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Durante el año 2023 la temperatura media a nivel planetario fue 1,52°C más alta que durante la época preindustrial según mediciones del observatorio meteorológico europeo Copernicus. En 2024, después de doce meses consecutivos de aumentos récord de la temperatura, ésta alcanzaría los 1,65°C por encima de lo normal según Berkeley Earth.

La académica australiana Elizabeth Boulton afirma que hasta ahora los Estados han tratado el “calentamiento global como un multiplicador de amenazas” más que una amenaza en sí misma. Desde su punto de vista, la crisis climática se ha convertido en una “hiperamenaza” que puede acabar con la vida humana y debería ser considerada como tal en todas las políticas de defensa y seguridad nacional.

El 2023 comenzó con la gran amenaza climática: por primera vez la humanidad traspasó el umbral de sobrecalentamiento global que la ONU había estipulado para el 2030. En 2024, además del aumento de la temperatura, debemos considerar la amenaza nuclear. Según varios analistas, esta amenaza ha llevado a la humanidad a un escenario similar al de la Segunda Guerra Mundial. Esto nos lleva a pensar que podría ocurrir una tercera guerra mundial, esta vez nuclear.

Me pregunto si ya estamos viviendo el fin de nuestra civilización industrial, de una civilización que no supo conciliar el desafío del crecimiento económico con los límites de la naturaleza. Ya hemos vivido situaciones similares a lo largo de la historia. Existen muchos ejemplos de civilizaciones que no supieron adecuarse y que desaparecieron.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

  • Fomentar políticas públicas que apoyen la adopción de la hiperamenaza climática como una amenaza esencial que es necesario afrontar. Declarar la emergencia climática del país y/o el confinamiento climático, como lo hicieron la India y otros países.
  • Que las comunas alcancen niveles crecientes de autonomía en relación a los servicios básicos como el agua, la electricidad, salud, entre otros. La descentralización es un aspecto fundamental para la adaptación profunda.
  • A nivel ciudadano, iniciar el decrecimiento por medio de la eliminación del consumo de cosas superfluas, ya que se puede prescindir fácilmente de ellas.
  • Y, a nivel personal, comenzar a prepararse: iniciar el camino de la adaptación profunda que nos permite vivir mejor con mucho menos.

 

La temperatura ya está fuera del control humano y, en lugar de aumentar su conciencia ambiental, la mayoría de las personas se comporta de manera indiferente.

El verano que llegará al hemisferio norte en algunas semanas más podría ser el punto de inflexión que produzca un cambio radical en la percepción que la población mundial tiene acerca de la gravedad del problema.

La gran inundación que afectó el estado de Río Grande del Sur y su capital Porto Alegre cambió la percepción que la población tenía sobre el cambio climático.  Hasta antes de este fenómeno extremo, Río Grande del Sur era uno de los principales estados negacionistas de Brasil, a pesar de que este país sufrió cuatro eventos climáticos de gran magnitud en el último año.

Un shock similar en el hemisferio norte podría tener consecuencias globales, permitiéndonos reaccionar a tiempo y aumentar significativamente la acción climática.

Si no reaccionamos pronto, la adaptación será caótica. Aprovechemos esta oportunidad para introducir los cambios radicales que necesitamos para sobrevivir y reconciliarnos con la naturaleza.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo


 

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