Conversamos con la Investigadora del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden) y la Universidad Católica del Norte (UCN) sobre los riesgos aluvionales en Antofagasta
La acumulación de tierra y grandes bloques rocosos en las quebradas de Antofagasta, sumada a la falta de lluvias, crea una situación de riesgo constante para la ciudad. “Cualquier evento de precipitación que sea de gran intensidad o duración puede repercutir directamente en que este material avance muy fácilmente hacia lo que son las zonas bajas”, explica Francisca Roldán, geóloga e investigadora del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden) y la Universidad Católica del Norte (UCN).
El evento de aluvión de 1991 en Antofagasta es un ejemplo claro de cómo la falta de previsión y planificación puede tener consecuencias desastrosas. Roldán recordó que, en esa ocasión, las lluvias comenzaron rápidamente, durante la noche, resultando en aluviones en casi todas las quebradas de la ciudad. “Tenemos registro de precipitaciones que van desde el sector norte con 14 milímetros y terminaron en los Jardines del Sur con 60 mm”, señaló. La experta explica que el torrente alcanzó velocidades de 15 a 30 kilómetros por hora con alturas de hasta 5 metros.
Roldán advierte que se siguen repitiendo errores históricos. Aunque se han construido piscinas aluvionales y se han tomado otras medidas de mitigación, muchas áreas siguen siendo vulnerables debido a la urbanización descontrolada y la falta de acceso a viviendas seguras.
Un estudio del campamento Aurora Esperanza reveló un alto riesgo de aluvión en la zona. “Uno tiende a juzgar a la gente que toma estos territorios. Sin embargo, tenemos que también ver el trasfondo: el poco acceso a la vivienda y la migración descontrolada”, concluyó Roldán, subrayando la necesidad de una planificación integral y preventiva para evitar futuras tragedias.
Desde el punto de vista de alguien que ha dedicado su vida a esto, ¿qué son los aluviones y qué los generan?
En términos científicos, son un movimiento en masa que se genera por altas pendientes. Pero, poniéndolo en términos más sencillos, es básicamente por efecto de la precipitación, es decir, la lluvia, que moja los materiales que están en la base de las quebradas, en zonas montañosas donde tenemos las mayores cantidades o pendientes. Entonces, en este caso, necesitamos el factor lluvia como desencadenante y el otro factor geológico, que es la tierra o también grandes bloques rocosos que se van acumulando en el tiempo.
Ahora, ¿qué pasa con Antofagasta? ¿En qué se diferencia, por ejemplo, con el sector centro-sur? Es que no llueve. Estamos en una zona hiperárida y, por lo tanto, los procesos de acumulación de tierra en las quebradas se van acumulando año a año, porque no hay nada que remueva ese material y, por lo tanto, cualquier evento de precipitación que sea de gran intensidad o duración puede repercutir directamente en que este material avance muy fácilmente hacia lo que son las zonas bajas.
¿Cuál es el problema? Que la zona montañosa es nuestra cordillera de la costa. Para quien no ha visitado Antofagasta, esta ciudad es larga pero angosta a la vez y está ubicada al lado de una gran cordillera que es la cordillera de la costa, donde tenemos esas grandes pendientes y esas quebradas que les mencionaba. Por lo tanto, las zonas bajas, donde estos flujos, es decir, la tierra mojada baja a grandes velocidades impacta en la zona de desembocadura donde lamentablemente coincide con la zona urbana. Tenemos que entender, como bien dije, que Antofagasta es larga y la cordillera en la costa también, y tenemos más de 50 cuencas que drenan directamente en la ciudad.
Quedan en la memoria los sectores donde fue más complejo, pero esto no fue solo en el centro, que es donde más afectó, sino que llegó a gran parte de la ciudad. Bajo lo que pasó en el año 91, respecto a lo que se puede vivir ahora, ¿cómo has visto la preocupación por parte de las autoridades?
Primero, expliquemos lo que es una cuenca o hoya hidrográfica. Son unas zonas de captación de aguas lluvia que drenan hacia un mismo punto.
Si ustedes ven las cordilleras en la costa o cualquier zona montañosa, van a ver quebradas que generalmente están direccionadas hacia un mismo punto que es el cauce principal. El cauce principal drena y junta todo el aporte material de las otras quebradas hacia un punto en común, que es la zona de desembocadura, que es la parte baja donde terminan estas grandes zonas montañosas. Y se van dividiendo en distintas quebradas, es decir, las distintas quebradas drenan en distintas zonas urbanas en Antofagasta.
Lo anterior se puede extrapolar a la gran mayoría del territorio. Nuestro territorio está configurado, por supuesto, por la gran Cordillera de los Andes, después tenemos la depresión intermedia y luego la cordillera de la costa. En el caso de Antofagasta, solo tenemos esta última.
Para el gran aluvión de 1993 en la cuenca de Macul en Santiago se efectuó el mismo efecto aluvial. Es decir, se desencadenaron lluvias que mojaron la tierra. Hablando en términos sencillos, por efecto de la gravedad, las pendientes, se deslizó todo el material sedimentario a grandes velocidades. ¿A qué me refiero con grandes velocidades? Estamos hablando más o menos de 15 a 30 kilómetros por hora, con alturas que van desde los 2 metros incluso alcanzando los 5 metros. Estamos hablando de un poder de impacto bastante significativo.
Volviendo al caso de 1991, fue un evento bastante excepcional, pero no por eso no lo vamos a ver repetido. Abarcó no solamente ciertos sectores, sino que fue avanzando desde el sector norte hasta el sector sur. Tenemos registro de precipitaciones que van desde el sector norte con 14 milímetros y terminaron en los Jardines del Sur con 60 mm. O sea, estamos hablando de lluvias que son históricamente excepcionales, que se desarrollaron en menos de tres horas.
Recordemos que en los aluviones de 1991 las lluvias empezaron bastante rápido. Lamentablemente, fue en la noche, no hubo previo aviso y después de pasados más o menos 30 minutos a una hora, ya había aluviones en casi todas las quebradas.
Las quebradas que no fueron registradas como activadas, que no desarrollaron aluviones, fue prácticamente porque había poco registro debido a la poca urbanización en ese entonces. Ahora, tenemos urbanizaciones en zonas que antes no estaban registradas, como por ejemplo La Chimba, todo lo que es Roca Roja, etcétera.
Han pasado más de 30 años, la ciudad ha cambiado y tenemos nuevos problemas, pero también algunas soluciones.
¿En 1991 teníamos las piscinas aluvionales?
Muy buena pregunta. Lamentablemente, no había ninguna piscina y, a partir de este evento, se tomaron decisiones drásticas, en el sentido positivo, para poder realizar estas obras de mitigación de gran envergadura. Este proyecto fue después de 1991. Los estudios comenzaron en 1993 y hasta el día de hoy aún no se terminan los proyectos. Estamos hablando de más de 30 años. Son proyectos que tardan.
Como bien dije al principio, Antofagasta es bastante extensa. Estas obras de mitigación están muy bien hechas, a diferencia de lo que pasa en Santiago, pero no abarcan toda la población. Hay mucha población en este momento expuesta que no estaba expuesta en 1991 y además en varias zonas que fueron afectadas en 1991, es decir, arrasadas.
Partimos con lo inicial: El chileno no toma decisiones en base a sus desastres históricos y por lo mismo tenemos que preguntarnos qué errores hemos cometido para no seguir cometiéndolos.
En marzo de este año entregaron los resultados de un estudio que hicieron en el campamento Aurora Esperanza y arrojó que había un alto riesgo de aluvión en ese sector, que por lo demás se ubicaron en el área en el año 1993, o sea, dos años después de lo que había pasado una tremenda catástrofe.
Uno tiende a juzgar a la gente que toma estos territorios. Sin embargo, tenemos que también ver el trasfondo: el poco acceso, por ejemplo, a la vivienda, la migración descontrolada.
Tener un desastre socionatural conlleva una serie de tomas de decisiones previas que repercuten en lo que vimos, por ejemplo, en 1991 y que perfectamente podríamos repetir.
Nosotros impulsamos desde el Centro de Investigación CIGIDEN, acompañado por supuesto por la UCN en Antofagasta, un proyecto inédito que intenta hacer el cálculo del riesgo. ¿A qué me refiero con eso? El cálculo del riesgo es difícil porque no solamente involucra el análisis de la amenaza, que en este caso es el aluvión, sino que involucra otros factores que requieren disciplinas que van más allá de la mía. Por ejemplo, yo soy geóloga.
El riesgo requiere calcular factores como la exposición, es decir, una vivienda, qué tan expuesta está a esta amenaza. También requiere calcular la estructura de cómo está construida esa vivienda y cuánto puede resistir o no ante el eventual impacto de un posible aluvión. También requiere el cálculo de factores sociales. Son varias disciplinas que se involucran para un bien mancomunado, que es el cálculo del riesgo. ¿Por qué es tan complicado? Porque ya es difícil conversar con disciplinas como historiadores, sociólogos, ingenieros, geólogos, geógrafos.
El cambio de ley de ONEMI a SENAPRED involucró varias tomas de decisiones en el sentido de pasar de un país reactivo a un país preventivo. El cambio de ley es positivo en ese sentido, pero no hubo una inversión en cuanto a lo que es la información que ellos requieren para la toma de decisiones. Uno de los grandes desafíos es el cálculo del riesgo, que involucra, como te digo, todas estas disciplinas.
Nosotros, como centro de investigación, tenemos varias líneas de investigación con distintas disciplinas, pero muy pocas veces hemos hecho proyectos que involucren un entrecruzamiento de saberes y conocimientos y, sobre todo, integrados en un terreno en sí.
Como buena antofagastina, dije basta, descentralicemos un poquito las investigaciones. Invité a varios de mis compañeros de Santiago a que vinieran a esta gran ciudad, a este gran territorio, e hicimos esta propuesta metodológica en una zona específica que es la cuenca René Schneider, que drena directamente a un campamento que se llama campamento Aurora Esperanza, que alberga más de 380 familias.
No estamos hablando de una zona que está muy cerca de estas quebradas que yo les comenté que drenan los aluviones, sino que está incluso dentro de lo que son las cuencas, dentro de lo que son las quebradas. Tendrían prácticamente cero tiempos de evacuación.
Además, como las viviendas están descontroladas, hay un asentamiento que no sigue una estructura ordenada y, por lo tanto, ni siquiera los vehículos de emergencia podrían entrar.
La gente pensará que ellos solamente están en exposición, cosa de ellos, pero no. Tenemos que pensar como comunidad, y eso involucra pensar que estas características o esta amenaza en particular no solamente impactaría en una zona en particular, sino que también concatenarían un impacto hacia las zonas bajas, impactarían a las viviendas que están incluso dentro del plan comunal, o sea, viviendas formales.
Estos son solo los primeros minutos de la entrevista, revisa el material completo aquí: