A propósito del Te Deum

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Por: Carlos Cantero. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología.  Ejerció los cargos de Alcalde en tres oportunidades, Diputado en dos períodos y Senador en dos períodos.  Fue Vicepresidente del Senado de Chile


Chile, como ocurre en el mundo moderno, requiere reencontrase con sus tradiciones laicas y republicanas, a la luz de los tiempos que corren, donde la gran categoría que caracteriza la sociedad que emerge es el nuevo valor de la diversidad y el pluralismo.  A la luz de lo ocurrido en el Te Deum realizado en la catedral evangélica en Santiago de Chile, en el que los Pastores Evangélicos hicieron lo que hacen los pastores, es decir, prédicas, oraciones y planteamientos desde la perspectiva de su fe, enfatizando las doctrinas de su iglesia, guste o disguste a los invitados.  Episodio en el que se criticó ácidamente las políticas implementadas por el Gobierno, llegando algún asistente a increpar a la Presidenta de la República, Michelle Bachelet.

El Gobierno se retiró en pleno desde el Templo Catedral, sin la más mínima formalidad.  La vocera expresó la molestia del gobierno, señalando que se había faltado el respeto a la Señora Presidenta.  Más allá de lo bochornoso del evento, la falta de prudencia observada por el aprovechamiento político permitido en ese acto, la pregunta que me surge es ¿Dónde está lo equívoco en esta situación?.

Claramente, a la luz de la normas constitucionales y legales, constituye un error continuar una formalidad propia de otra época.  Las autoridades de Gobierno no pueden seguir validando seudo-tradiciones que son extemporáneas al ordenamiento jurídico, ni deben asistir a este tipo de actos en representación de todos los chilenos, en esta ni en ninguna otra iglesia. Si se quiere hacer un acto de oración por Chile, no puede reconocerse privilegio a unas iglesias y a otras no. Eso constituye una discriminación arbitraria.  Pero, lo más arbitrario es que una religión tome en cierta fecha el monopolio o la exclusividad de una religión de Estado.

Chile, es una república que reconoce la separación de la iglesia y el Estado, privilegia un enfoque laico en el que el poder temporal y el poder espiritual tienen sus propias esferas, que se distinguen en el ámbito de lo público y lo privado.   La Constitución Política asegura a todas las personas la libertad de conciencia y la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos.

En consecuencia, es tiempo que el Congreso Nacional y también el Gobierno de Chile, analicen la pertinencia y vigencia de la señalada separación entre la iglesia, o más propiamente, las iglesias y el Estado de Chile.  Obviamente que esto rige para todas las iglesias. Primero, porque en esa actividad no representa a todos los chilenos ni se respeta adecuadamente la libertad de conciencia, particularmente a los que nada tienen que ver con esa fe o religión y, segundo, quizás lo peor, no es posible evitar la injerencia de una iglesia cuando se produce la mezcla de las cuestiones temporales (políticas) con las cuestiones espirituales (religión).


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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