Por: Marisol Alarcón. Socia cofundadora de Laboratoria y Kaudal
Hace algunos días se dio a conocer un estudio realizado por Laborum donde se revela que, ante la pregunta, “Si pudieras aprender cualquier habilidad, ¿cuál sería?”, el 48% señaló que les gustaría mejorar en técnicas de negociación y liderazgo y el 34% eligió habilidades de comunicación.
El interés es notorio y abarca aspectos tanto cognitivos como interpersonales, pero en la práctica no se están generando las condiciones suficientes. Según el mismo reporte, el 71% de los trabajadores afirma que en sus empresas no se implementan capacitaciones efectivas en nuevos contenidos ni en la profundización de herramientas de base.
Más allá de los números, es preocupante que tantas personas vean limitado su crecimiento profesional y exista una constante sensación de estancamiento entre quienes buscan mejorar sus capacidades para así acceder a mejores cargos.
Sabemos que muchas empresas sí están capacitando en estos temas, pero es alarmante ver la falta de visión al interior de muchas compañías que no lo están haciendo y no están implementando iniciativas clave en torno al desarrollo profesional, retención de talento y construcción de una mayor satisfacción laboral.
Destinar recursos a la educación de los trabajadores debería ser visto como una inversión de largo plazo y también como una oportunidad de potenciar a los equipos desde un enfoque personal y profesional. En el caso de las mujeres, este factor es aún más relevante, ya que enfrentamos desafíos estructurales que nos hacen más difícil avanzar hacia roles con mayor responsabilidad y liderazgo (sesgos, roles de cuidado y falta de corresponsabilidad, entre otros).
Pese a que en las últimas décadas se ha avanzado en una mayor presencia femenina en distintas áreas y puestos de trabajo, cuando analizamos su calidad nos damos cuenta de que seguimos siendo subrepresentadas, especialmente en roles de mayor liderazgo.
Aquí nos encontramos con el famoso “techo de cristal”, el cual impide que las mujeres se desarrollen al mismo ritmo que los hombres en su trayectoria laboral. Según el Foro Económico Mundial, las mujeres componen el 42% de la mano de obra mundial y sólo el 31,7% de los altos cargos, por detrás de los hombres, en casi todas las industrias y economías.
Reducir esta brecha requiere de un enfoque integral y una de las variables que pueden ayudar es efectivamente la capacitación. En el mundo de hoy nadie puede dejar de aprender, es de las únicas constantes que sabemos que tenemos en este mundo BANI (por sus siglas en inglés), que lo caracteriza como frágil, ansioso, no lineal e incomprensible.
En este contexto, es fundamental que las mujeres adquieran las habilidades y competencias necesarias para reducir su brecha de desarrollo y crecimiento profesional. Para que esto ocurra, es clave generar espacios seguros y de confianza, donde, por ejemplo, se trabaje en habilidades que potencien su autoconocimiento y liderazgo.
Ese es uno de nuestros focos en Laboratoria Plus, donde ofrecemos círculos de aprendizaje como “Desafiando nuestras creencias limitantes”, “Construyendo nuestra credibilidad y marca personal”, y “Descubriendo nuestro liderazgo auténtico”. Este tipo de talleres están especialmente diseñados para mujeres en base a diagnósticos que nos permiten entender cuáles son sus necesidades para crecer con más confianza en sí mismas.
En nuestra trayectoria de más de diez años trabajando con distintas empresas y organizaciones, sabemos también que es fundamental formar y acompañar en habilidades transversales como la comunicación efectiva, la toma de decisiones asertivas y el liderazgo de equipos, áreas en las que muchas veces nadie profundiza cuando estamos creciendo y son elementales. Cuando hacemos la pregunta, “¿les han enseñado a ser jefas?” la respuesta suele ser que no, por lo que capacitar es fundamental, tanto para las mujeres como para las empresas.
La falta de herramientas es un freno real para crecer. Cuando los trabajadores no tienen oportunidades para adquirir nuevas habilidades o perfeccionar las que ya poseen, su potencial se ve restringido, y eso afecta no solo su desarrollo personal y su confianza, sino también la competitividad de las empresas y el progreso económico.
Como sociedad tenemos un gran desafío en el desarrollo profesional que debe ser abordado desde varios enfoques, especialmente si pensamos en el aumento de la esperanza de vida y la consiguiente ampliación de los años de vida laboral. Nuevamente, pensando en las mujeres esto es más grave aún.
En un futuro, me encantaría ver que en las empresas no existan diferencias ni estereotipos de género a la hora de seleccionar a un profesional para que asuma determinado cargo de liderazgo; y que se evalúe la calidad y la trayectoria laboral de las personas, independiente de su género.
En este sentido, las instancias de capacitación dirigidas a las mujeres son fundamentales, por un lado, para empoderarlas en cuanto a seguridad, confianza, y autoestima para tomar roles de liderazgo y desempeñarse bien en ellos, y por otra parte, para fortalecer habilidades claves para estos cargos, como su capacidad de gestionar equipos, comunicarse asertivamente, y fortalecer su perfil público, entre muchas otras.
Como seres humanos debemos estar en constante aprendizaje y en este punto las empresas tienen un rol fundamental. Debe ser en nuestros puestos de trabajo donde más aprendemos, donde nos desarrollamos, donde nos capacitamos.
La época en la que uno estudiaba los primeros 20 años de su vida para después sólo trabajar terminó hace algún tiempo y hoy todas las empresas deben tener un enfoque de capacitación sólido, que permita a sus colaboradores y equipos adaptarse permanentemente al cambio, que es lo único constante en nuestra nueva sociedad.
En palabras del escritor Yuval Harari: “la única habilidad que las personas definitivamente necesitarán es la capacidad de seguir aprendiendo, cambiando y reinventándose una y otra vez, a medida que se acelera el ritmo del cambio”.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.