Por: Alberto Mayol M. Sociólogo, Magíster en Ciencia Política, Dr. en Sociología. Académico asociado de la Universidad de Santiago de Chile. Ex Candidato Presidencial
Plantearse las preguntas correctas es la clave para una decisión. ¿Es aceptable ética y políticamente no pronunciarse ante un dilema fundamental en la historia? La respuesta es no. Decir “No a votar por Guillier” o “Sí a votar por Guillier” son dos decisiones valientes, ambas complejas, ambas con costos, pero se trata de la definición que desde el Frente Amplio debemos tomar. Y esas son las posibles decisiones y ambas, en distintos aspectos, tienen sentido. Lo que no tiene sentido es la ambigüedad, el doblepensar, el acomodo.
Sebastián Piñera compró Colo Colo, pero su amor era por la UC. Un día me tocó entrevistarlo en La Moneda y ese día jugaban ambos equipos. Le pregunté a cuál apoyaba para el clásico. Me dijo que ese día había apoyado a Católica porque estaba disputando el torneo. Es decir, cualquiera fuese el escenario, tenía un juego abierto para ganar o ganar. Esa es su mentalidad. ¿Repetiremos esa operación, comprar acciones de diversas decisiones, en el Frente Amplio? Nuestra declaración dice ‘libertad de acción’ (o eso dicen que dice, porque no se entiende). Nuestra candidata dijo que ella votaría por Guillier, pero agregó que era algo personal, aunque estaba con el jefe de comando detrás de ella. Uno de los referentes de nuestra coalición, Gabriel Boric, dice que no basta estar en contra de Piñera o la derecha. Otro, Giorgio Jackson, no dice nada y todo indica que no dirá. No quieren pronunciarse y si lo hacen a favor, no quieren fotos. ¿No estamos comprando acciones para todos los resultados?.
Me parece que no es el momento de astucias pequeñas o de niñerías ampulosas. Hoy no está en juego cómo nos vemos en el reflejo de la laguna. Hoy ni siquiera estamos para pensar lo mejor para el Frente Amplio. Hoy disputamos poder por una causa mayor, por los próximos cuatro años de Chile. No es hora de lavarse las manos. Cualquiera sea el escenario, lo importante es tomar una definición. Y el Frente Amplio creyó haber tomado una porque combinó en un texto todas las posiciones que se recogieron en lo largo y ancho de nuestra coalición. Bajo esa premisa se confundió representar con coleccionar. Hoy escribo estas líneas para decir que debemos asumir los costos de la decisión que sea, que no hay nada más vergonzoso que usar argucias para no hacerse responsable cuando se trata de algo que incumbe a millones de personas. En política, sencillamente, eso no puede existir. En nombre de nuestro purismo hoy existen quienes creen que es el momento de caminar cuidadosamente mirando qué baldosa pisamos y luego tomar la temperatura de las reacciones. No queremos perder nada de lo ganado. Es humanamente comprensible. Pero estamos aquí para hacer algo con lo ganado. Es lo correcto y es lo maduro.
Gabriel Boric dice “no basta”, como la letra de una mala canción. ¿Qué es lo que no basta? ¿No existen momentos donde la historia te obliga a elegir entre dos opciones? Eso es evidente en política. El punto es comprender el escenario y cuál es ese momento.
Hoy la Concertación, luego de su cierre meramente formal hace cuatro años, efectivamente ha muerto. La Nueva Mayoría es una coalición electoral débil, cuyo proyecto no es la transición, no es el neoliberalismo, no es un proyecto. Tiene solo la convicción de que debe avanzar hacia el futuro que viene, pero no puede dar. La elite que gobernó la transición va quedando fuera y el Frente Amplio ya ingresó al grupo capaz de incidir materialmente en la vida de los chilenos. Lo único que queda en pie, de todo ese pasado, es la derecha y específicamente Piñera, el último bastión de una elite desfalleciente y agónica. La palabra “agonía” significa “lucha”. ¿Le daremos la oportunidad a lo viejo que siga pulsando teclas del futuro? ¿Le permitiremos seguir luchando? Este Piñera es el mismo que se reunió con la Multigremial de las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones en Retiro (FACIR), declarando esa agrupación la grave “continuidad del marxismo en la figura de Guillier” y la interpretación de que un triunfo del periodista sería el ingreso a una “dictadura” a lo Venezuela. No le importa si la locura es su copiloto, solo le importa ser el piloto.
Desde hace tiempo sabemos que esta elección terminaría en una segunda vuelta que, en gran medida, sería un plebiscito sobre Piñera. Un plebiscito sobre el significado de llevar al lucro al poder, un plebiscito sobre su propia forma de ver el mundo, un plebiscito sobre el rol que queremos para la derecha en Chile, un plebiscito sobre el neoliberalismo. Hay quienes creen la necesidad de agudizar las contradicciones. ¿Por qué se agudizaron las contradicciones en el 2010, 2011 y 2012? Porque Piñera presionó contra las regiones y sus fondos, presionó por llevar el sistema educacional a su mayor privatización, presionó por fomentar grandes proyectos que atentaban contra el medio ambiente. ¿Queremos activar la sociedad a costa de una nueva avanzada del neoliberalismo? No solo no lo creo. Lo considero insólito.
Fui quien planteó el proyecto más radical en todo el año de elecciones presidenciales. Hablé de nuevas tecnologías, de condonar el CAE, de hacernos cargo de la propuesta de la Coordinadora de Trabajadores NO+AFP, de una nueva ley de medios de comunicación, de nacionalizar empresas como Soquimich, de hacer parte al Estado en la economía, de democratizar las Fuerzas Armadas, de construir propiedad social. Muchos renegaron de estas ideas en el Frente Amplio. Al final del camino se plegaron y ahora la exigen a Guillier como una convicción de vida. Venimos de la indignación y parte de ella era por la evidencia de la comodidad de algunos que hicieron del sistema político un aparato para habitar con sus ambiciones. Y me indigna que podamos permitirnos la comodidad. Si queremos representar un Chile donde se combate la angustia de la deuda y el horror de los derechos en la medida de lo posible, entonces la comodidad no es viable.
Estoy más lejos de Guillier que Gabriel Boric, sin duda que Giorgio Jackson. Pero sé de geometría. No necesito un discurso sobre la complejidad del mundo para trazar una línea recta y saber dónde queda la derecha. Ya cumplimos el objetivo de desnudar a los que se vistieron de izquierda y no lo eran, los vestuaristas que vistieron el proyecto neoliberal con los ropajes de la izquierda. Ya no están en la escena los Walker, Zaldívar, Rossi y compañía. Ahora queda hacer de nuestro proyecto un sentido común. Y eso no se logra dando la oportunidad y el Presupuesto de la Nación a la derecha para que vuelva a intentar instalar su propio sentido común. ¿O de verdad creemos que Piñera será el mismo si tiene al lado a Macri en Argentina, a Temer en Brasil, a PPK en el Perú? Antes tuvo que navegar, ahora quiere ser la brújula de muchos barcos y, al fin, aumentar todavía más, fuera de las fronteras, su poder.
He vuelto a la academia, pero el capital político que me dio la gente que me apoyó implica un compromiso permanente. Creo indispensable pronunciarme con toda claridad, entregando la información crucial en esta carta. Es evidente lo que estoy diciendo, todos saben cómo termina esta carta. Pero no es el punto. Le pido a quien ha comenzado a leerla que pueda terminarla ponderando y juzgando cada adjetivo.
¿Venimos a terminar con una época? Pues bien, Piñera es la resistencia del pasado. La dictadura terminó con un Plebiscito. Hoy vivimos el Plebiscito final: hay que elegir si proyectar la transición neoliberal todavía más. Una época que se sostiene en la inercia. Esta iba a ser la elección entre Lagos y Piñera, la reafirmación de una época. Hoy podemos decir que ya no quedará ni Lagos ni Piñera. ¿No basta? Si es pensando en el sueño final, estamos lejos. Si es pensando en lo que parecía el escenario hace un año, basta y sobra.
Quiero decir que este año llamamos a la ‘sociedad de la decencia’. Una de las razones era para permitir que trazáramos una línea que dividiera la decencia de la indecencia. Y de verdad, dónde usted ponga la línea, por arbitrario que sea, Piñera quedará en el lado indecente. Esto no lo negarán ni sus amigos. Probablemente ni su familia (al menos no toda).
Solo un ejemplo final, usted ya conoce muchos. Pero un ejemplo final, no una denuncia, un hecho: el tipo tiene $3.000 millones de dólares. Es como si usted se ganara un loto de $1.000 millones de pesos todas las semanas por 37 años. O si usted, aún menos probable, ganara un sueldo de $4.000 millones de pesos al mes por 37 años.
Pues bien, resulta que Piñera igual cobra el sueldo de ex Presidente, acumulando a la fecha más de $400 millones de pesos por ese factor y siendo el ex Presidente que más ha cobrado en gastos por ser ex Presidente. Él, que promueve bajar “la grasa” del Estado, cobra ese dinero sin pudor alguno. Por esa indecencia, como una más de su enorme colección, es que no aceptaremos que gane el Leopardus guigna, que es su nombre técnico, aunque sea conocido como Sebastián Piñera Echenique.
Por todo lo anterior, pero por decenas de razones más, en este Plebiscito sobre el futuro de Chile, no solo iré a votar por Alejandro Guillier, sino que convoco a los chilenos y chilenas a una reflexión: ¿de verdad queremos decirle a nuestros hijos, el día de mañana, que permitimos otro gobierno de Piñera? ¿De verdad creemos que es educar a nuestros hijos? ¿De verdad, tan abajo ha llegado nuestra fe en el ser humano como para llegar a votar por Piñera o para permitir que su nombre ostente el mayor poder que hay en Chile?
Asumo el costo con claridad. Votar este domingo 17 de diciembre por Alejandro Guillier es una necesidad. Remediar las falencias de su proyecto será un desafío, quizás una disputa. Pero eso no impide que sepamos qué está en juego.
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