Certidumbre y claridad: los ejes inalienables de la competitividad minera

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Por: Ramón Rada Jaman. Gerente Ferrostaal Equipment Solutions y director de SUTMIN


No hay mejor ocasión que el mes de la minería, para rendir homenaje a los proveedores de la industria, a quienes muchos identifican como la columna vertebral operativa en la cadena de valor. En 15 años de gestión, la Asociación Gremial de Suministradores Técnicos y de Ingeniería para la Minería e Industria (SUTMIN) ha visto con orgullo la evolución de sus proveedores.

Las cifras de la Sociedad Nacional de Minería, el Consejo Minero y la Corporación Alta Ley coinciden: Chile cuenta con más de 8.500 empresas proveedoras operando tanto en la gran industria extractiva, como en la pequeña y mediana minería. De aquí se desprenden más de un millón de empleos (entre directos, contratistas e indirectos), cifra que representa casi el 11% del total nacional al primer semestre de 2024.

De esta forma, cada colaborador minero directo es acompañado -en promedio- por 3,5 trabajadores contratistas, número que determina 2,5 veces la generación de empleos indirectos en otras industrias. Y si bien a nivel nacional el aporte al PIB de la minería fue 15% en 2022 y de 12% en 2023, en regiones mineras el porcentaje es sustancialmente mayor. De hecho, en Antofagasta, nuestra actividad supera el 52% de representatividad en el PIB regional.

Sin embargo, la industria enfrenta una crisis de desarrollo marcada por una arremetida de altos costos (laborales, tributarios, logísticos y de energía, entre otros). Este escenario no sólo nos mantiene estancados como país, sino que también frena la oportunidad de transformar en riqueza nuestras reservas mineras.

Debido a la desaceleración económica, Chile no ha podido aprovechar el beneficio que obtendría del nuevo ciclo de precios altos que observamos desde lejos. La situación es dramática para todos,  ya que una menor producción minera implica menos exportación, menos divisas y un tipo de cambio más alto; además de mayores costos de vida y de producción.

En consecuencia, nos encontramos en una etapa de menores retornos que se traducen en menos ingresos fiscales; menos inversiones y proyectos; y una larga lista de etcéteras que -a la larga- repercuten en el bienestar social. Muchos de los proveedores del ecosistema sabemos que lo único que nos permitirá enfrentar el cambio climático y dar un giro hacia un futuro sostenible es más minería, no menos. Pero, estamos de manos atadas.

Los proveedores mineros apuntalan el camino de los mandantes que necesitan una “mano derecha”, para el desarrollo de soluciones viables y de largo plazo. Somos nosotros quienes aportamos la tecnología, los equipos y la maquinaria para operar las minas y quienes en un simbiótico ecosistema productivo garantizamos la continuidad operacional a las diferentes áreas, desde la productiva hasta la logística fuera de la faena. Por lo mismo, muchas veces, directamente insertos en las comunidades, somos a la vez catalizadores de la valiosa actividad económica local.

Riesgo de obsolescencia

De ahí que, junto con trabajar colaborativamente para avanzar hacia una minería sustentable, inclusiva y de valor compartido, no basta una hoja de ruta marcada únicamente por polos productivos y grandes tendencias.

Tampoco es suficiente darle la bienvenida a la electromovilidad, el hidrógeno verde y las baterías BESS; o celebrar la Ley REP y la reducción de neumáticos OTR con tecnología de descarbonización; ni avanzar en robótica, gemelos digitales e interoperabilidad; o valorar la productividad que impulsan trolleys y sistemas mixtos para reducir emisiones, si los proyectos no se concretan.

Un país de corazón minero como Chile necesita “luz verde” para las inversiones; certidumbre; y reglas del juego claras y vinculantes para todos, porque cuando los tiempos son tres veces mayores que en otros distritos mineros, ponemos en serio riesgo nuestra competitividad.

Los capitales fluyen en busca de mejores retornos y -como proveedores- estamos en un punto crítico, ya que un proyecto evaluado y presentado, que espera 10 años por sus permisos, ve la luz cuando la propuesta ha quedado obsoleta, enfrentándose a un entorno minero-tecnológico completamente cambiado.

Para la minería chilena, el riesgo de obsolescencia e inacción es altísimo; y el costo alternativo es aún mayor, porque otros países ya están buscando ocupar el sitial de Chile. Si queremos lograr un impacto real en el bienestar nacional no hay otro camino que el del crecimiento. En SUTMIN, los proveedores estamos preparados.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo


 

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