Competencia o cooperación: ¿Cuál es la clave de la equidad y la felicidad?

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile. Docente Universidad de Santiago de Chile (Diplomado en Dirección de Proyectos)


En el mundo de hoy veo, con no poca desazón, como tanto hombres como mujeres han volcado sus vidas en una competencia desmedida, cuyo objetivo no parece para nada tener que ver con la satisfacción personal ni la búsqueda de la plenitud y la felicidad.

El Yo competitivo, es en esencia primitivo. La evolución nos lleva al Yo cooperativo, que es, por ende, instintivo y primitivo, es esa lucha por tener, conseguir o demostrar más que el otro, en base a parámetros “de moda” que nada tienen que ver con ser mejor, superarse, aportar a la humanidad, a la familia propia o a sí mismos, aunque sea.

Es una lástima, además, que las mujeres, otrora de espíritu cooperativo, integrador, contenedor y equalizador, estén en la misma carrera de la competencia insulsa de los machos no evolucionados.

Ya no se trata de tener a tu lado la persona que se complemente mejor contigo, que puedan ser felices, que puedan tener ideales y sueños comunes. No, se trata, en caso de los hombres, la mujer que más lucimiento me produzca con mis pares, si es una bruja, mal genio y materialista, no importa, lo que importa es que en los estándares de los pares sea la mejor. En el caso de las mujeres el hombre que me permita demostrar a mis pares que me da los mejores regalos, los mejores viajes, que tenga el trabajo más “exitoso”, si es un egoísta, frío y poco empático, no importa, lo importante es que la Sociedad lo patente como el óptimo.

Lo mismo pasa con la elección de la carrera o del trabajo, del colegio de los niños, de las prioridades que atender cuando se es servidor público. Nadie está escogiendo hoy lo que le haga sentir pleno, lo que asegure que sus hijos tengan una vida feliz y se realicen con lo que hacen, lo que asegure equidad y bienestar permanente a todos los habitantes. Todo tiene que ver con competir, y escalar en una escala que no sé quien decretó que era lo correcto o lo mejor.

Y todos estamos corriendo, por satisfacer a todos menos a nosotros mismos, a un jefe explotador, a una mujer exigente, a unos hijos malcriados y materialistas, a unos electores eternamente insatisfechos… Es el momento de detener un poco la máquina y mirar si nosotros no estamos siendo felices entonces nadie lo está siendo. Y se nota en el descontento permanente, la falta de capacidad de ver los avances, que ha tenido, por ejemplo, este País, la incapacidad de ver el esfuerzo de los demás, la incapacidad de ver el vaso medio lleno.

Cuando comprendamos que es evolucionado vencer el yo primitivo, que hay que cooperar, trabajar en conjunto, tolerar, ceder, construir puentes y redes, para progresar en forma armónica y equitativa en vez de competir individualmente y sin sentido, puede que incluso la política, la educación, la salud mejoren, el centralismo excesivo sea reemplazado por justicia territorial, e incluso, la delincuencia, cuyo origen no es la pobreza, ni la maldad, sino que la patente falta de equidad y el resentimiento que esta provoca, podría reducirse.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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