Para el experto, cofundador y Managing Partner de Manuia Consultora y AmbitionLoop, el desafío medioambiental requiere de acciones concretas y con visualización a largo plazo
La crisis climática vive momentos difíciles. Este año se espera sobrepasar el umbral de 1,5 grados Celsius de aumento de la temperatura sobre el promedio de la era preindustrial, lo que en la práctica continuará generando efectos negativos en el ecosistema.
En las últimas cinco décadas se ha perdido más de un 70% de las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles e insectos en todo el planeta, mientras que las olas de calor y tormentas se expanden cada vez con mayor fuerza causando daños en el bienestar, la salud e incluso la disponibilidad de alimentos para las personas.
Para Daniel Vercelli, cofundador y Managing Partner Manuia Consultora y AmbitionLoop, además de director de empresas, se trata de un punto de inflexión. Aunque existen diversas iniciativas para tomar medidas globales que ayuden a contrarrestar este panorama -entre ellas, la reciente COP16 de Biodiversidad realizada en Cali, Colombia, o la próxima COP 29 que tiene lugar en Bakú, Azerbaiyán-, su análisis apunta a un equilibrio precario y a la necesidad de hacerse cargo del problema con celeridad.
¿Cómo define el panorama actual en materia ambiental?
Como humanidad vivimos en un planeta técnicamente en quiebra, sobregirados todos los años en cuanto al uso que hacemos de sus recursos, comparado con cuánto tardan esos mismos en generarse naturalmente, y con signos de irreversibilidad en algunos de los parámetros fundamentales,
¿Cómo influyen los diferentes enfoques en torno a la crisis climática, considerando que existen sectores que reniegan de ella?
Tenemos que asumir que una parte significativa del planeta tiene proyectos políticos que consideran al menos ignorar estos hechos y despreciar tanto las causas como las posibles soluciones, así como algunos planes incluyen perseverar en aquellas políticas que sabemos nos llevarán al agravamiento de esta situación.
Resulta realmente grave constatar lo mal que está operando la humanidad en su conjunto, en circunstancias que desafíos similares aplicados a la economía del hogar o a la salud individual, nos harían muy posiblemente actuar de forma inmediata para revertir al máximo la amenaza y comprometernos en alguna medida con las soluciones.
En este sentido, ¿Cuál es el aporte concreto de iniciativas como la COP16 de Biodiversidad que se llevó a cabo en octubre en Colombia?
El aporte es variado. La COP16 de Biodiversidad sostenida en Cali no llegó a las expectativas en términos de avances sobre mecanismos de financiamiento para la protección y restauración de la naturaleza. Pero en el tema del financiamiento, sí está dando pasos importantes hacia convertirse en una instancia de acuerdo y negociación casi tan relevante, llamativa y convocante como su hermana mayor de Cambio Climático.
De hecho, en sus últimas dos ediciones, en Montreal en 2022 y en Cali hace unas semanas, la convención de Biodiversidad logró avances en acuerdos y declaraciones globales, en participación de stakeholders, en equidad e incorporación de comunidades que están en la primera línea de la acción y de las consecuencias de las pérdidas de biodiversidad.
También en el desarrollo incipiente del concepto de bonos de biodiversidad tanto por parte de países, Chile incluido en esa intención, como actores no estatales. Acompañado lo anterior, se han fortalecido algunos marcos de trabajo que permiten cuantificar, dimensionar riesgos e impactos asociados a la biodiversidad (nos referimos al TNFD), heredando dichos marcos los aprendizajes que se han ido generando en el contexto de la agenda climática, herramientas como TCFD, han resultado ser la principal inspiración de normas como lo es la de carácter general 461 de la CMF.
¿Qué expectativas existen en torno a la COP 29 de Cambio Climático que comenzó en Azerbaiyán?
Esta nueva versión una COP 29 de Cambio Climático que empezó en Baku está cargada de sospechas sobre las intenciones de ese país petrolero, y de régimen político cuestionado, de usar esta instancia instrumentalmente para una operación de lavado de imagen, aumentar la exploración de combustibles fósiles y eventualmente, pausar el avance sostenido por el mundo en la ambición de descarbonizar la economía global. Además, hay que considerar la presencia de una delegación estadounidense que potencialmente estará con algún nivel de conflicto dado el resultado de las recientes elecciones.
¿Qué podemos esperar entonces para 2025, año donde deberían haber avances importantes?
Si ponemos nuestra atención en la COP29, a las suspicacias ya mencionadas se le opondrá el “momentum” que se está generando ahora mismo en torno a la próxima COP30 que se realizará en Belém de Pará (Brasil) en un año más.
Ese momentum se está reflejando en un cambio en la gobernanza de este proceso, y es así como desde la figura del “doble comando”, cuando las presidencias y los champions de acción climática actuaban de a pares, es decir, el de la COP vigente más el de la COP siguiente. Desde el año pasado Emiratos Arabes Unidos -COP28-, viene trabajando en conjunto con Azerbaiyán -COP29- y Brasil -COP30- en lo que se ha definido como una troika que debiera asegurar continuidad en muchos de los aspectos en que se está avanzando.
Entre ellos, la transición del sistema energético global, el freno a la deforestación, y la transformación de los sistemas alimentarios y agrícolas mundiales, que es hoy uno de los capítulos más relevantes en la lucha contra esta crisis climática y donde se juntan también las problemáticas que se enfrentan en el resto de las COP: biodiversidad y desertificación o más en extenso, sequía y degradación de tierras.
¿Qué rol juegan los procesos multilaterales en la ecuación?
Uno importante, porque hay un ánimo generalizado en el seno de los procesos multilaterales relacionados con la triple crisis ambiental: clima, pérdida de biodiversidad y contaminación, para empezar a hacer converger las acciones, agendas y decisiones, en una ruta lógica y que sigue la forma en que estas problemáticas se interrelacionan en la naturaleza. La convergencia de estas agendas debería generar acciones más robustas en el futuro cercano.
¿Y el sector privado?
Muchas de las soluciones que necesitamos para enfrentar las crisis vienen del mundo privado, de decisiones de inversión, de la implementación de proyectos que tendrán beneficios en el largo plazo y de la evidencia cada día más incontrastable de que para las empresas el mejor negocio es reducir riesgos físicos y de transición cuando hablamos de clima.
Quienes están invirtiendo en generación de energía eléctrica limpia, en electrificación del transporte, en eficiencia energética, en resiliencia operacional u otras inversiones alineadas a los esfuerzos de mitigación y adaptación climática están pensando a largo plazo. Estas iniciativas hay que apoyarlas, fortalecerlas, visualizarlas y sumarse, para que soplando entre todos, las transformemos en vientos que contrarresten la ventolera en contra que está levantándose en estos días.
Tener claro que al final estamos todos en el mismo bote, y quien sea que esté al mando no querrá ni podrá detener las voluntades poderosas que surgen de una sociedad empoderada y de mercados que ayudan a crear ese futuro sostenible en el que todos necesitamos recalar.