Debí tirar más fotos

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Por: Marco Enríquez-Ominami G. Excandidato Presidencial. Fundador del Grupo de Puebla


La gente no está teniendo hijos en Chile. Es cultural, dicen algunos y puede ser. Porque es cierto que lo que más se escuchó decir durante décadas fue que teníamos que posponer la paternidad, casi como si fuera una primera muerte. Primero viaje, mijo. Disfrute. Haga locuras. Estudie, trabaje.

Después, mucho después tenga hijos. Uno. Dos como mucho. La jubilación se instaló también, culturalmente, como una segunda muerte. Jubilar es como morir escuché decir a alguien que estaba lejos de ser adulto, pero que vivía su vida con la intensidad de quién tiene a la muerte tironeándolo de lado y lado.

En efecto, puede ser cultural, porque durante décadas el sistema se encargó de convencernos de que la culpa era de uno. Que interiorizáramos las injusticias y anormalidades del sistema como pecados, a través de la idea del esfuerzo y del mérito.

¿Trabajas y eres pobre?, entonces trabaja más para que ganes más. ¿Quieres salir adelante? estudia, invierte en tus estudios, págate un curso de inglés, un magíster, ahora un doctorado.

Ay pucha! tuviste un hijo, quién te mando a perder la cuenta, a no tener plata para preservativos, a ser tan irresponsable. Ahora a apechugar no más. Agache el moño. Póngale el hombro. Sola. Sólo.

Todo eso lo asumimos como normal, pero no lo es. Alguien que trabaja todos los días y jornadas completas, no puede ser pobre, y si lo es, no es su culpa ni su fracaso, es el del sistema.

Tampoco que querer estudiar sea una carga individual, que emprender sea el riesgo, solamente, de los bolsillos del individuo, ni que tener hijos sea una condena.

En las sociedades modernas-desarrolladas, especialmente en sociedades que cuentan con recursos, como ha contado Chile siempre, si pensamos en el salitre, el cobre y el litio, aunque mal repartidos, es impensable que se cargue a las cuentas individuales los deberes de los que debía haberse hecho cargo el Estado.

Si hasta la bolsa, que es el negocio de los millonarios, la sostenemos nosotros con plata de nuestros bolsillos, específicamente con ese 10%, que ahora va a ser un 14,5% gracias a la reforma, que le pasamos mes a mes a las AFPs para que le den a nuestros viejos (que seremos nosotros en poco tiempo más) pensiones de miseria.

Si su hijo es inteligente y quiere estudiar, ahí tiene que estar también el Estado. Si ud. emprende y le va mal, ahí tiene que estar el Estado para que se haga cargo de la salud, la educación y de su pensión. Por eso es que tener que vivir con el culo apretado por si nos llega una patada, no es un asunto cultural, es político.

Pensé en esto mientras escuchaba el último y emocionante trabajo de Bad Bunny, por ejemplo cuando dice: Debí tirar más fotos de cuando te tuve / Debí darte más besos y abrazos las veces que pude / ojalá que los míos nunca se muden / Y si hoy me emborracho, pues que me ayuden.

Porque fui hijo, hijo adoptivo y padre, quizás algún día abuelo. Y también migrante. Me tuve que mudar y no pude volver por 15 años, y cuando volví sentí nostalgia no de haber vuelto, sino que de haberme ido.

De haberme tenido que ir. Y sí, debí tirar más fotos, yo también, y dar más besos y abrazos. Lo que hemos perdido con esta modernidad individualista, fue mucho. Podemos verlo simplemente como un dato demográfico, como ese 2,1 hijos en promedio al que tenemos que llegar para cumplir con la fecundidad de reemplazo, vale decir, para que podamos seguir siendo un gran país, y que, lamentablemente, estamos dejando de cumplir.

Pero la tecnocracia siempre se olvida del alma y de la nostalgia. Del goce. Y lo que yo propongo es que volvamos al goce y a la felicidad, porque cuando se gobierna se gobiernan almas, no sistemas. En resumen, construir un país en el que los chilenos puedan vivir en familia, tranquilos, con tiempo libre y con goce.

Para eso, deben ser los políticos que cobran del Estado, directa o indirectamente, los que deben cobrar menos y trabajar 24/7, no al revés. No es la gente la que tiene que mantenerlos ni mantener a nadie más que a sus familias, y entre todos, el bienestar del país.

Tenemos que normalizar Chile, pelar bien el chancho y dar bien dada vuelta la tortilla, para que volvamos a abrazarnos, vivir a los hijos como una bendición, tener tiempo de tirar más fotos, y más besos y abrazos, y comernos un pastel de choclo y un asado, pero como Dios manda, que no es pecado ser feliz.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo


 

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