Por: Dr. Guido Asencio Gallardo. Académico Universitario
Abordar las temáticas que bordean el cambio climático constituye un desafío que implica por un lado conocer los avances y retrocesos que han permeado las diferentes instancias a nivel mundial donde se colocan en la palestra los compromisos y acuerdos basados principalmente sobre la disminución de gases de efecto invernadero.
Por otro lado se encuentran las acciones de diferentes entes que afrontan estas temáticas desde roles menos protagónicos a nivel mediático, pero que han obtenido resultados mucho más eficaces a la hora de aportar realmente con resultados, no hace falta realizar un detalle de aquello, basta con aludir algún ejemplo de la vida cotidiana, o en una escuela rural donde se lleve a cabo algún programa para generar conciencia en los niños sobre el cuidado de medio ambiente, enseñándole a sembrar árboles, implementando huertos escolares, promoviendo el reciclaje, enseñado a ahorrar agua, etc.
Seguramente el resultado de aquellas acciones se verán reflejados en el proceso de crecimiento de esos niños, y por lo tanto sería una forma eficaz para contribuir al cuidado del medio ambiente.
Por su parte, las organizaciones privadas sin ánimo de lucro, fundaciones, asociaciones, cooperativas, ONG, centros de investigación, empresas dedicadas a fomentar acción climática, universidades entre otras instituciones, asumen compromisos mucho más concretos a la hora de generar acción climática, a través de diferentes programas que obedecen a estrategias que implementan proyectos en pro de mejorar el medio ambiente.
Volviendo a los compromisos entre Estados, resulta desalentador que los retrocesos se vuelvan estructurales, como fue la salida del Acuerdo de París de Estados Unidos, uno de los países más contaminantes del mundo, no tiene compromiso con ellos ni con la humanidad. Sin embargo, esto no es lo único que cuenta, puesto que los demás países que han estado participando contantemente en los “Acuerdos”, tampoco dan cumplimiento a sus compromisos, relativizando sus acciones al mero hecho de efectuar una que otra legislación al respecto.
Es así, como hemos visto constantemente ver el fracaso de cada una de las COP impulsada por Nacionales Unidas, donde la meta sobre el peligroso umbral de 1,5ºC de calentamiento global respecto a la temperatura de la época preindustrial, exigía tener una urgente baja de emisiones de CO2 a partir del año 2015, año tras año reúnen a los mayores expertos mundiales a discutir un tema y negociar las formas de contaminar menos, entregando estudios técnicos detallados que reflejan un diagnóstico conocido.
Pero al mismo tiempo falla el componente más importante que es el político, el cual trata de soslayar las reglas para imponer su poder y ofrecer el discurso para favorecer el crecimiento económico en aras de una mejor “calidad de vida” para la humanidad, ahí existen brechas que son difíciles de superar, incluso sobre el lenguaje utilitarista que se asocia a este concepto.
Por su parte, los pueblos originarios reemplazan esta “calidad de vida” por el “buen vivir”, o “mejor vivir”, términos que se desenmarcan de una mirada meramente utilitarista, rescatando que para esta forma de vivir mejor en primer lugar debemos aprender a reconocer la importancia de cuidar nuestra naturaleza, nuestras costumbres, nuestras formas de vivir en armonía con la naturaleza.
Por otro lado, las miradas ambientalistas, buscan avanzar hacia una mayor conciencia de lo que está ocurriendo, solo por nombrar dos líderes a nivel mundial que han destacado, por un lado Al Gore, Premio Nobel de la Paz y por otro la activista ambiental Greta Thumberg.
Ambos coinciden en criticar la incapacidad de los gobiernos y aparataje estatal del mundo burocrático en estar a la altura de los desafíos planetarios, colocando énfasis en el desastre ecológico que lo vemos día a día, con diferentes alteraciones climáticas, reflejadas en desastres naturales, incendios forestales, aumento y disminución de temperaturas con cifras alarmantes, pero que es difícil avanzar con gobiernos que buscan prevalecer sus intereses económicos en desmedro del medio ambiente.
El conocimiento científico avanza enormemente, hoy se habla de la cuarta y quinta revolución tecnológica, la Inteligencia Artificial se ha robado la película, las portadas y la expansión enorme del conocimiento, existiendo la discusión sobre si las máquinas nos reemplazarán o no, pero la mirada hacia este tipo de nuevas tecnologías, siempre puede resultar un arma de doble filo, en este sentido, toda herramienta puede servir para el bien o para el mal, así como el cuchillo se inventó para facilitar la forma de comer y cortar los alimentos, también sirve para matar a otras personas.
El ejemplo que menciono sirve para reflexionar sobre la inteligencia artificial que podríamos utilizar para mejorar las formas de enfrentar esta emergencia climática global, más que para mejorar la tecnología de misiles que utilizan los países para provocar a otros e instar al desarrollo de la carrera armamentística o derechamente para armar guerras.
Sabemos que el desafío es enorme, como decía Nietzche “el desierto avanza”, así también la humanidad hace lo suyo, las proyecciones son complejas, pero siempre hay un esperanza, por eso la frase inicial de este escribo no es al azar, puesto que si no tuviéramos esperanza sobre los desafíos globales de la humanidad, no sería posible tampoco gastar un tiempo en reflexionar en aquello.
En este sentido, no basta para avanzar hacia una sociedad más consiente del mundo en que le rodea, sino que la práctica permanente de valores constituye un complemento necesario que se debe extrapolar al mundo profano, con el fin de entregar a las futuras generaciones masónicas como profanas enseñanzas que puedan practicarlas en su diario a vivir.
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