Por: Richard Andrade C. Director de Poderyliderazgo.cl
Para los chilenos el próximo 25 de octubre marcará un antes y un después en nuestra historia política y personal, pues seremos millones los que acudiremos a participar del primer Plebiscito en Democracia para, nada más y nada menos, iniciar el proceso de redacción de una nueva Constitución y con ello dar un paso trascendental en la búsqueda de un país más justo, solidario y equitativo.
La sociedad chilena requiere con urgencia un cambio radical en el modelo de desarrollo político, social y económico, y con ello dejar atrás el individualismo y avanzar decididamente hacia una sociedad más solidaria y colectiva, a la que no le dé lo mismo, por ejemplo, la salud y bienestar del otro.
Sinceramente, es imposible seguir como estamos… no nos olvidemos de lo que vivimos el 18 de octubre pasado, fuimos los chilenos los que logramos unirnos y gritar con fuerza ¡Basta ya de abusos!
La pandemia del coronavirus no ha hecho otra cosa que dejar en evidencia indesmentible la fragilidad, desigualdad y carencia con que viven a diario millones de compatriotas.
Los chilenos no podemos ni debemos desaprovechar esta instancia histórica y asumir un protagonismo tal que asegure el inicio de un nuevo pacto social que nos lleve al tan anhelado desarrollo.
Hoy los esfuerzos y energías de la clase política en su conjunto y de todos los ciudadanos de este país deben de estar puestos en las ideas centrales que darán vida a esta nueva Constitución. Hoy es tiempo de pensar, reflexionar, discutir y encontrar consensos para entregar respuestas a preguntas claves como las siguientes:
¿Qué tipo de Estado queremos? ¿Solidario, subsidiario, pequeño, grande o garante de derechos más que de libertades?
¿Qué educación queremos? ¿Una centrada en el individualismo y siempre pensada en el mercado o una que es capaz de cultivar e impulsar la identidad, diversidad y conocimientos de los chilenos para la construcción de una mejor sociedad de cara al futuro y sus constantes desafíos?
¿Qué matriz productiva queremos? ¿Una que solo se limita a la explotación de nuestros recursos naturales y los servicios asociados, destruyendo nuestro medio ambiente, o una que es capaz de generar condiciones para el desarrollo permanente del conocimiento, las nuevas tecnologías, la innovación y la sostenibilidad?
¿Qué tipo de Mercado queremos? ¿Uno que permite los duopolios, donde unos pocos manejan las diversas industrias y/o servicios básicos del país enriqueciéndose desvergonzadamente, y con ello imposibilitando la competitividad, la productividad y la innovación, o uno que garantice cuotas de mercado, que proteja, impulse y apoye realmente a las pymes para desarrollarse en pos de entregar empleos de calidad, mayores sueldos y, con ello bienestar a la sociedad en su conjunto?
¿Qué Justicia queremos? ¿Una basada en principios y premisas de finales de 1800 que castiga con fuerza el robo de una gallina y hace vista gorda a los delitos de cuello y corbata, y a la corrupción instalada en las diversas instituciones públicas a lo largo del país?
¿Qué tipo de Sistema político – administrativo queremos? ¿Uno centralizado, donde todas las decisiones (políticas, económicas y administrativas) pasan por unas pocas autoridades con sede en Santiago, o un país descentralizado que valora y reconoce las capacidades y conocimientos de sus regiones para entregar soluciones concretas y cercanas a las demandas de sus habitantes?
Estas son solo algunas de las preguntas que debemos hacernos de cara al proceso constituyente que estamos viviendo y no desgastarnos en rencillas infantiles en torno al “apruebo” y el “rechazo”, que solo polarizan las posiciones de quienes compartimos un mismo territorio.
No podemos detener un hecho inminente y por lo mismo debemos de estar a la altura de estas circunstancias históricas que nos han tocado vivir… circunstancias, que por cierto, tienen su origen en la unidad y sueños colectivos de una gran mayoría, que lograron visibilizarse con las multitudinarias manifestaciones del año pasado.
Hoy los chilenos tenemos la obligación moral de asumir nuestro presente y futuro, y ser capaces de entregar a nuestros hijos y nietos un país mejor, uno con oportunidades, justo, solidario y, por sobre todo, equitativo. Y eso pasa por pensar el Chile que queremos y no resignarnos a continuar viviendo un mero espejismo de lo que realmente queremos, que permite la desaparición y muertes de los niños del Sename ante nuestros ojos. Ese, claramente, no es el Chile que queremos.