Por: Atilana Piñon. Co fundadora y co-CEO de Retorna
En todo el mundo, 1 de cada 30 personas ha debido emigrar de su país natal por razones políticas, económicas o sociales. Según cifras de ONU Migración, en 2020 había aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, cifra equivalente al 3,6% de la población mundial. Estos datos son superiores en 128 millones a los de 1990 y triplican con creces la realidad que se vivía en 1970.
Estamos hablando de hombres y mujeres que parten de cero en otro Estado o continente, que necesitan trabajar para subsistir y que en muchos casos, siguen manteniendo a sus familias de origen, otorgando al fenómeno de la migración un potente factor financiero.
Según el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2024, elaborado por la ONU, hoy la migración internacional tiene una relación directa con el desarrollo humano y el crecimiento económico, lo que queda demostrado por un aumento de más del 650% en las remesas internacionales de 2000 a 2022, que pasaron de 128.000 a 831.000 millones de dólares.
Si bien el Banco Mundial estimó que en 2023 los flujos de remesas se desaceleraron, alcanzando USD 656 mil millones y una tasa de crecimiento del 0.7%, éstos continúan siendo vitales, y a fines de año se proyecta un aumento de 2,3% en los niveles de remesas.
Las remesas son transferencias de dinero transnacionales que los migrantes realizan directamente a sus familias o comunidades. Este proceso suena simple en la teoría, pero en la práctica no lo es tanto, ya que muchos migrantes no cuentan con acceso a bancarización en las ciudades donde residen y además, se ven enfrentados a dificultades como el alto costo de las comisiones, riesgos de fraude, o lentitud en los mecanismos de envío y recepción, entre otros.
Por eso, el Banco Mundial subraya la necesidad de reducir los costos de envío -que promediaron un 6.4% en 2023-, y mejorar la recopilación de datos para respaldar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU relacionados con el fin de la pobreza y la reducción de las desigualdades. Esto, porque gran parte de las remesas fueron enviadas a países de bajos y medianos ingresos, convirtiéndose en un elemento clave para el desarrollo económico y una porción muy significativa del PIB, superando incluso, en algunos casos, las inversiones extranjeras directas.
Lo lógico sería entonces impulsar sistemas y plataformas de envío de remesas que eliminen las trabas y promuevan la inclusión financiera global, para que así los migrantes puedan realizar transacciones financieras de forma rápida y segura, reduciendo los niveles de informalidad con tasas competitivas, un servicio al cliente que responda y medidas de seguridad de nivel mundial.
Es un hecho que hoy vivimos una realidad cada vez más interconectada y muchas personas deben salir de sus hogares por necesidad, estudios o intereses profesionales. El dinero es un imperativo para lograr estos objetivos y manejarlo de manera eficiente facilita una cadena de situaciones que sirven para mejorar el bienestar de los migrantes y de sus familias.
No sólo eso: optimizando los sistemas de envío de remesas estamos abriendo oportunidades para impulsar la economía de los países en desarrollo, apoyar la inclusión de aquellas personas que están fuera de la banca tradicional y crear herramientas que hagan más llevaderos los aspectos prácticos de la actual crisis migratoria.
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