Por: María Elba Chahuán. Vicepresidenta y Fundadora de Unión Emprendedora
Hasta hace un tiempo, emprendíamos para vender. Hoy, emprendemos para transformar. La forma en que las personas crean empresas ha cambiado, y ya no se trata sólo de encontrar un nicho de mercado y escalar.
Cada vez más emprendedores -en Chile y en el mundo-, están levantando negocios que buscan crecer, y al mismo tiempo, hacer crecer a los demás. Que no solo quieren vender, sino resolver. Que no solo sueñan con tener impacto económico, sino con dejar una huella social, cultural y medioambiental.
Ese es el nuevo ADN del emprendimiento: uno que mezcla propósito con sostenibilidad, innovación con compromiso. Y es, en mi opinión, una de las señales más esperanzadoras de este tiempo.
El último Global Entrepreneurship Monitor 2024/2025 muestra que en 40 de las 51 economías encuestadas, más de la mitad de los empresarios en fase inicial priorizaron los impactos sociales o medioambientales por encima de la rentabilidad o el crecimiento.
En Chile, según el mismo reporte, mientras tres de cada cuatro nuevos empresarios se identifican con la idea de emprender para ganarse la vida ante la falta de empleos, una proporción similar declaró dar prioridad a los impactos medioambientales o sociales de sus proyectos.
¿Y por qué esto es importante? Porque en un mundo que enfrenta crisis ambientales, desigualdades profundas y desconfianza hacia las instituciones, los emprendimientos con impacto pueden convertirse en verdaderos motores de cambio.
Hablamos de negocios que generan valor sin dañar, que crecen incluyendo, que resuelven desafíos reales en vez de crear necesidades artificiales. Son proyectos que se preocupan por cómo producen, a quién emplean, con qué insumos trabajan, cómo afectan a sus comunidades y qué mundo están ayudando a construir.
La sostenibilidad ya no puede ser un anexo, una etiqueta o un discurso bonito. Tiene que estar integrada al modelo de negocio, desde el diseño hasta la operación. El consumidor lo exige, el planeta lo pide y las nuevas generaciones lo tienen cada vez más claro. Los jóvenes quieren trabajar en empresas con propósito, y los inversionistas están mirando con mayor atención los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza).
Chile tiene todo para liderar este movimiento. Somos un país creativo, lleno de talento, con problemas grandes y soluciones aún más grandes por imaginar. Y tenemos una comunidad emprendedora que ha demostrado una y otra vez que sabe reinventarse, colaborar y avanzar con sentido.
Emprender con impacto no es una moda. Es la evolución natural del emprendimiento. Es entender que el éxito de un negocio no se mide solo por lo que factura, sino también por lo que transforma.
Y si vamos a construir el futuro, lo tenemos que hacer con propósito, conciencia social y la certeza de que cada decisión empresarial puede ser una herramienta para reducir brechas, mejorar vidas y regenerar el entorno. Porque hoy, más que nunca, emprender también es una forma de cuidar.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo