En el espejo de Andrés Aylwin Azocar

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Por: Ricardo Andrade Hidalgo. Administrador Público, Mg. “Gestión de Organizaciones Públicas” y “Gestión Pública”. Profesor Universitario y Consultor. Director Ejecutivo de MERSOC Consultores Ltda. Militante del Partido Demócrata Cristiano


La muerte, dolorosa y sentida, de don Andrés Aylwin marca un antes y un después de la relación de las personas con la Política.

El reconocimiento como hombre íntegro; un ser humano ejemplar y cuya vida pública marca a generaciones de personas en el país, principalmente por la consecuencia de su actuar, que fue altamente resaltada durante el duelo; el no saber transar ante la injusticia.

Estos valores nos llaman a la reflexión y la entendemos como algo lejano, perdido en el consciente colectivo.

¿En qué falla la sociedad chilena para tener como modelo a un hombre y que esta falencia se vea reflejado en el dolor mostrado en su funeral?

Quizás Andrés Aylwin nos deja una tremenda tarea.  Una noble tarea de volver a un comportamiento digno del actuar de quienes estamos involucrados en política.

Y el desafío para las nuevas generaciones es aprender de ejemplos, de aquellos que marcan sendas.  De comportamientos espejo en el cual poder mirarse y mejorar la actividad y la relación que debe existir en democracia.

El porvenir de la democracia depende de los jóvenes. Ellos son el pulmón de una sociedad carente de educación cívica y son identificados como quienes cargan con la responsabilidad de lograr una transición positiva hacia la edad adulta.

Nos dicen que el interés por la participación política de los jóvenes es escaso. Son ellos los que deben lograr una mayor conciencia de la sociedad actual sobre el derecho a ser escuchados. La manera en que los adultos observan el papel de los jóvenes, es la manera de cómo logramos la transición de jóvenes a adultos entendiendo su papel como elementos activos del cambio social.

Y en este papel, obviamente las enseñanzas de Andrés Aylwin calzan nuevamente.  El nivel de compromiso con los más necesitados y el saber estar donde su aporte fuese más necesario, es parte del espejo en que los jóvenes deberán mirarse.  Para ello, el compromiso de los adultos en darle esa oportunidad para que puedan considerarse un fin en sí mismo; lo que también representa la vía para lograr otros objetivos y beneficios para ellos mismos y para la sociedad en la que cohabitan.

Invitar a los jóvenes a romper la desilusión,  a una desafección con la política que queda patente en el descenso de votantes como una peligrosa tendencia a mediano plazo, especialmente en los jóvenes; es el mejor homenaje que podría recibir Andrés Aylwin Azocar, a volver a dialogar, volver a actuar en conciencia.   Volver a conversar con aquellos que necesitan una voz de aliento y con aquellos que tienen un espacio a la duda y desorientación.

Andrés Aylwin nos enseñó a respetarnos. Tuvo coraje para enseñarnos que con su actuar los principios no se transan; que la dignidad del ser humano es lo relevante y que defender a los necesitados y perseguidos es un deber ético y moral.

Perteneció a esa clase de hombre público que nunca se nublo con el poder; convencido de que el mandato ciudadano lo obligaba a ello.  Verdadero servidor público, progresista y ejemplo de cómo vive un cristiano la política, esta noble función de servir a los demás.

Y hoy se extraña ese compartimiento de las personas que están en política.  El legado de Andrés Aylwin debe ser mirado como un modelo a seguir por las nuevas generaciones interesadas en el servicio público y la actividad política. Sus instituciones encajan dificultosamente en el propósito e interés de los jóvenes y se hace necesario incorporar nuevos formas de  participación para que los jóvenes se sientan atraídos y puedan dar relevancia a sus vidas públicas.   Y ahí aparece en el horizonte, el legado de Andrés Aylwin Azocar, su vida y obra en la política chilena contemporánea.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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