Por: Juan Luis Castro G. Diputado por la región de O’Higgins. Presidente Comisión de Salud Cámara de Diputados
Los tiempos que corren han servido de escenario para que podamos ir abriendo nuevas conversaciones y avanzar gradualmente, con altura de miras, respeto y la prudencia necesaria, en el desarrollo de materias que se presentan como delicadas. Especialmente sensibles resultan las controversias sobre temas que incluyen el inicio y el término de la vida, donde todo nuestro capital cultural o archivos de mundo florecen durante la discusión. Ética, política, derecho y por cierto la visión médica se trenzan en una misma problemática.
Hace poco pudimos dar un paso histórico al legislar sobre la interrupción del embarazo en tres causales. Hoy la efervescencia viene de la mano de la eutanasia.
Y es que para avanzar en este sentido, primero se hace necesario pararnos frente al objeto desde un sitio que nos permita enriquecer el debate, pero al mismo tiempo se requiere modificar algunas ideas prefabricadas para que podamos tener un acercamiento libre de prejuicios. Ese proceso está en curso.
Mientras tanto, desde nuestro lugar, podemos decir que nos resulta Inhumano subsumir o condenar a un ser humano enfermo, en condición de terminal o desahuciado, a seguir sufriendo un dolor implacable, continuo, permanente e irrevocable hasta el último de sus días. Bajo esas condiciones, entonces, nos parece del todo razonable que la eutanasia ofrezca una opción, para que en la intimidad de su conciencia y en pleno ejercicio de la libertad que tanto cuidamos y valoramos, el enfermo terminal pueda elegir ejercer, o no, su derecho a la paz.
Es justo y necesario señalar que nuestra concepción de la eutanasia refiere a los requerimientos de un paciente para dejar de recibir aquellos recursos que, junto con mantenerlo en este plano de la existencia, lo encadenan al sufrimiento. Dicho de otra manera, nuestra concepción se refiere a que el paciente pueda determinar el momento en que desea dejar de recibir por ejemplo, la asistencia de maquinarias que lo mantienen con vida de manera artificial, tales o cuales medicamentos, alimentación, etc. No es otra cosa. No se acerca siquiera al suicidio asistido tan famoso en películas y series y, con el que tantas veces se la ha confundido. Y con lo que marcamos de plano una distancia.
Lucio Anneo Séneca, un destacado del estoicismo romano señaló una vez que “la muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor”. Sin embargo y en definitiva, para nosotros más allá de las representaciones que se pueda tener sobre ella, la cuestión de fondo radica en la defensa de nuestra libertad para poder elegir.
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