¿Hacia dónde irá Sudamérica?

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Por: Raúl Bernal Meza. Investigador del Instituto de Estudios Internacionales. Universidad Arturo Prat


Jair Bolsonaro es el nuevo presidente del Brasil. La elección de cualquier gobierno en la región concita interés, simpatía, preocupación. Pero si se trata del país más importante de América del Sur y tal vez de toda América Latina; de la octava economía del mundo y del impulsor de la mayoría de los acuerdos de cooperación e integración de esta parte del mundo, la atención es directamente proporcional al impacto que ese país tiene en el escenario regional.

Alguna vez, allá por los años setenta del siglo XX, Henry Kissinger dijo “a donde va Brasil irá América Latina”. Este es el gran temor que hoy transcurre por los sistemas políticos latinoamericanos.

El presidente electo es, simultáneamente, dos cosas: a partir de lo que se sabe de su pensamiento político, representa para el Brasil un salto al vacío, porque no se conocen sus propuestas de campaña; pero también de lo que se sabe, por su declaraciones previas, no es solo anti-petista y anti lulista, sino su discurso de derecha antidemocrática y opuesto a todo lo que sea progresismo y humanismo.

Desde el período 1964-1985 la sociedad brasileña nunca estuvo tan dividida como hoy. Pero las tendencias políticas que han puesto en el gobierno nuevas coaliciones –en Chile y Argentina, particularmente- identificadas como “de derecha” miran con gran preocupación el futuro cercano.

Que la derecha liberal y la extrema derecha son dos cosas distintas lo demuestran los hechos en Brasil y en Chile. Allá, con Bolsonero, que en su momento atacó a Fernando Henrique Cardoso, todo un símbolo de la derecha liberal. En Chile, por las posiciones que frente al hoy electo presidente del Brasil enfrentan a distintos bandos al interior de la UDI, el principal sostén político de Piñera.

Que el debate sobre si fue correcto o no identificar a la UDI con Bolsonaro se de en Chile no tiene tanta significación, salvo que lo pongamos contra el telón de fondo de lo que puede ocurrir en el escenario sudamericano, con un Dolnald Trump respaldando diversos discursos extremistas o políticas agresivas en Brasil y Colombia. Que el presidente Macri, catalogado equivocadamente  por el kirchnerismo y la izquierda como de extrema derecha, esté tomando con gran cautela el avance de la derecha autoritaria y golpista en Brasil, pone en evidencia el temor de que alianzas de tal calidad se establezcan no sólo entre gobiernos, sino entre éstos y fuerzas políticas nacionales, al interior de los sistemas políticos de otros países sudamericanos, porque ello agudizará las tensiones políticas y los enfrentamientos internos, particularmente en países que ya vivieron gobiernos dictatoriales de extrema derecha, como Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

Brasil está dividido como no lo estuvo durante los últimos treinta y tres años. Fue el pacto democrático el que permitió que Sudamérica evolucionara hacia un escenario de paz y cooperación: la eliminación de las hipótesis de conflicto  y la creación de una zona de paz en el Atlántico Sur, que luego se proyectaron a las relaciones entre Chile y Argentina. La creación del Mercosur así lo demostró.

La gran pregunta es qué pasará en el futuro. ¿La cláusula democrática seguirá vigente en el Mercosur?

Una cosa es clara: sin sistemas políticos democráticos en sus principales países no habrá más Mercosur. El desafío será para las derechas liberales: Piñera y Macri.

Bolsonero y Trump tienen mucho en común. Pero una de las coincidencias más peligrosas es que ambos estén dispuestos a destruir lo que las diplomacias de sus propios países construyeron bajo el sistema internacional contemporáneo: las organizaciones internacionales y las negociaciones mundiales sobre temas que importaban a toda la sociedad.

Un ex dirigente político argentino dijo una vez que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Con un bagaje de declaraciones furibundas, antes del segundo turno, Bolsonaro se ha llamado a un hermético silencio, condicionando también el tenor de las declaraciones de sus colaboradores inmediatos. ¿Será que se cumplirá aquello que se conoció como el teorema de Baglini?

De ser así, asistiremos a políticas que traerán dudas, pero no graves riesgos ni desafíos. Lo trágico sería que Bolsonaro practique como presidente todo aquello que durante años impregnó el sistema político brasileño con expresiones cuyo objetivo era la provocación y la división social, política, ideológica, religiosa, racista y sexista.

Dado el péndulo de la política sudamericana, que marcó el principio del fin de los gobiernos progresistas, populistas o de izquierda, según el término que se prefiera usar, son los gobiernos de la derecha liberal los que tienen en sus manos las opciones de política para enfrentar el extremismo de derecha, que muy probablemente se exprese en políticas internacionales intervencionistas que desconocen los principios westfalianos de la autonomía y la soberanía, por débiles que hoy ellos sean. La historia sudamericana sabe mucho del intervencionismo brasileño del pasado. Así, no se trata de simples hipótesis o palabras sin sustento, pues los hechos están allí para demostrarlo: seguridad nacional y fronteras ideológicas.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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