La Dictadura de la mediocridad, de la autocomplacencia y de los derechos

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial de la Universidad de Chile


En los últimos años se ha propagado por nuestro país, una preocupante tendencia a evadir el sacrificio, el esfuerzo y el cumplimiento de deberes como el mecanismo y medio para alcanzar prosperidad. Nos asola la inmediatez, el hedonismo y la mediocridad. Aunque suene repetitivo, se escucha mucha demanda de derechos y poca relevancia al cumplimiento de los deberes que vienen asociados.

La muy válida lucha por la igualdad, se ha vuelto en realidad una cruzada por promediar hacia abajo, vale decir, igualdad en la mediocridad, poniendo trabas o echando un halo de sospecha sobre la exigencia y la búsqueda de excelencia. Búsqueda que, como han demostrado los países emergentes del Sudeste asiático, es un claro camino a la prosperidad.

En cambio, acá en Chile, que declaramos querer superar el subdesarrollo en que estamos sumidos, durante el Siglo XXI,  hoy día vemos que la dictadura de la mediocridad se va tomando espacios fundamentales para hacer de Chile un país próspero:

En primer término, en los Colegios, los padres presionan (como nunca hicieron nuestros padres allá por 1970-1980) por bajar el nivel de exigencia de las asignaturas, retirar del ejercicio a profesores exigentes en lo académico y lo conductual, asimismo presionando por instaurar una cultura en que no se destaque a quienes (valga la redundancia) destacan, creando categorías de premiaciones súper etéreas y poco asociadas a la excelencia académica.

En segundo término en las familias, ya no se puede hablar del rendimiento ni de los éxitos académicos de los hijos!, pues lo consideran ofensivo, no se puede comparar, no se puede usar otro de modelo, no se puede presionar a nadie para incentivarlo a buscar la excelencia. Está mal visto presionar y exigir, toda exigencia hacia los hijos, exigencias que son vitales para su desarrollo, a una edad que aún no saben lo que quieren y deben hacer, se considera que “los puede traumar”, frases como: “Son jóvenes, hay que dejarlos vivir y disfrutar”, “Los fines de semana son para descansar”, “tienen que vivir tales y cuales experiencias”, “lo importante es que sean felices”, limitan y bloquean la búsqueda de la excelencia, la cual sin duda implica sacrificio.

En los trabajos, mantener un nivel de exigencia elevado y una carga de trabajo alta, también es mal visto, ahora los trabajadores se estresan, se sienten maltratados, si aumenta el nivel de exigencia en su desempeño, si se les evalúa objetivamente en forma deficiente. Los sindicatos presionan por retirar jefes exigentes. Hay una creciente oposición a ser evaluados, cuestión que ha resultado una eterna batalla con el Colegio de Profesores, por ejemplo, siendo que los profesores son un pilar fundamental para la formación de los ciudadanos que van a construir el desarrollo del país.

Pero lo más preocupante y la gota que rebalsó el vaso y que me llena de pesar, es lo que ha salido publicado en el EMOL con fecha 20 de noviembre de 2018,  referente a las demandas de los estudiantes de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC) y Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH)  relativas a los altos niveles de exigencia de dichos prestigiosos planteles universitarios (no es obvio?) y el efecto que estaría teniendo sobre el bienestar de los estudiantes (¿?) en especial en carreras como Derecho e Ingeniería.

Soy Ingeniero Civil de la Universidad de Chile (UCh) ingresada en 1988. En su momento, teniendo 17 años, elegí Beaucheff, pudiendo entrar becada a la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUCCh), porque me ofrecía, en esa época, el mayor nivel de exigencia, el mayor desafío a mi intelecto, mis capacidades y mi fortaleza emocional. Esa era la esencia de Beaucheff, sacar de ti lo mejor, poniéndote al límite de tus capacidades. En los últimos 30 años, la PUCCh ha igualado los niveles de prestigio de la UCh en Ingeniería, y ambas instituciones, en lo referente a Ingeniería, Derecho y Medicina tienen prestigio a nivel internacional. De hecho la PUCCH supera en ranking a muchas universidades europeas en la excelencia en la enseñanza de medicina.

La juventud, en especial, sus mentes, están preparadas para la exigencia, tienen una capacidad que nunca es totalmente aprovechada, la exigencia incentiva, el logro motiva, en cambio la falta de normas y exigencia desmotiva y deprime, frena el ímpetu y la capacidad creativa.

La UCh y la PUCCh han educado a los grandes hombres y mujeres que han liderado a este país y lo han ido sacando de a poco del tercermundista subdesarrollo, nos han llenado de prestigio en el exterior y han liderado la investigación tecnológica y científica de Chile. Es posible que la dictadura de la mediocridad llegue también a asolarlas a poner el riesgo su tradición de excelencia?

Chile, su gente, sus profesionales y trabajadores, sus niños y jóvenes, merecen prosperidad y una calidad de vida cada vez mejores, somos un país golpeado por la naturaleza, que sabe levantarse, que da muestras emblemáticas de su creatividad e ingenio, no podemos permitir, que la dictadura de la mediocridad se tome nuestro país y nos impida construir el futuro que merecemos.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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