La Maqueta Republicana

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Por: Rodrigo Dávila V. Periodista


Hubo un tiempo de incertidumbre en que nos preguntábamos por el futuro de la humanidad ante la amenaza latente del apocalipsis nuclear. El miedo al botón del caos era tan real, que se convirtió en un hecho cultural en un mundo dividido en dos, con una cortina de hierro; con aliados, y países no alineados. Un mundo díficil de entender, pero explicable en una lógica simple, de guardianes idelógicos y policías globales.

Tanta era la correción linguística e idiológica que se puede recordar aquella época con una nostalgía engañosa. En esos días podíamos distinguir entre las democracias occidentales ejemplares, tierra de hombres libres en que incluso votaban las mujeres, con su contraparte opresora que no aceptaba las reglas de la democracia universal aunque sus nombres recogieran orgullosamente el apelativos de repúblicas.

Pues bien, el mal se ha perfeccionado, armando escondrijos para salvar apariencias, con procesos democráticos, pero con la brutalidad cierta de la peor de la dictaduras, añadiendo perversos escalones a las siniestras técnicas de tortura, desaparición y violencia política.

La maquinaria de la opresión es visible para moros y cristianos, puesto que fuimos espectadores del segundo acto en la infamia que se abría paso en Venezuela, en un hilo argumental, que reunía la esperanza de un pueblo y un continente, con la operación torpe de los agentes del gobierno totalitario de Maduro, impidiendo el más simple de los ejercicio, el cual es el conteo de las urnas al final de la jornada electoral.

Y claro que podemos sospechar de intervenciones mediáticas y operaciones extranjeras, pero la charada madurista no reparo en detalles, ni en formas. Excluyó al pueblo del acto litúrgico, se parapeto por horas en silencio, se implicó a sí mismo, y quiso a media noche del domingo salir a engañar a propios y ajenos.
Todo burdo, todo un maqueteado en su versión bajo presupuesto. La obra se convertió en una teatralización grosera e inhumana, del modo como es áquel régimen.

El último acto, como no podía ser de otro modo, es esquizofrenia pura y proyección sicológica, vale decir adjudicar al otro, todo lo malo que uno ha hecho, cada acusación lanzada es el reflejo del acto propio, la miseria propia. Maduro, desmedido, brutal, acorralado, mata a su pueblo, tortura a los hijos del Bolivar, y sofocará la voz de la mayoría, pero algunos están convencido que no es tiempo de nombrar aquello como dictadura, ni fraude, ni felonia.

En los tiempos que corren, las definiciones son tratadas como etiquetas, y ay de quien coloque una sobre la República Bolivariana de Venezuela que denoste al ocupante del palacio de Miraflores y puede llamarse de izquierda.


 

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