Por la razón más que por la fuerza: El pueblo triunfó

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Por: Felipe Harboe B. Senador de la República


La gran movilización social protagonizada por las mujeres  y hombres  dignos de Chile, forzó al gobierno de facto a llamar a un plebiscito que dirimiría la continuidad de la dictadura o los plazos concretos para la vuelta a la democracia.

Un mes antes, el 92 por ciento de aquellos facultados para votar, se inscribieron en los registros electorales, venciendo el temor y otorgándole a la vía pacífica la posibilidad de resolver las penurias de los siete millones de personas que, en ese entonces, habitaban estas tierras.

Mensajes, ideas y colores apelaban a las emociones reprimidas, instando a reflexionar sobre el término de la tortura, la cárcel, el exilio, la desaparición, el hambre y la muerte. A pesar de todos los malos augurios y contra el escepticismo de algunos, ganó el NO y el pueblo se volcó a las calles. El cambio, la libertad y un futuro esplendor se cernía sobre un país ya acostumbrado al dolor, la desesperanza y el sufrimiento.

Se iniciaba así un largo camino en la búsqueda de justicia pero también un enorme desafío, pues habíamos ganado el derecho a expresarnos en libertad.

Para ello, debíamos cuidar y fortalecer la democracia; también defenderla de quienes, hasta hoy, votarían por el sí, apoyando el oscuro manto de impunidad y desidia que generó las condiciones para 1.193 detenidos desaparecidos, 2.229 asesinados y 24.529 torturados.

A las y los anónimos que no fueron consignados en los informes de verdad y justicia, mis más profundos agradecimientos. A los familiares de los que ya no están, reafirmo mi compromiso de apoyo a sus demandas porque no descansaremos hasta cumplir sus anhelos. A quienes lucharon ayer  y hoy continúan aportando por consolidar la gesta del 10/88: No están solos. Lograr que las riquezas del país beneficien a todos, y no sólo a unos pocos, sigue siendo nuestro principal objetivo.

Poco a poco, hemos conseguido salir de la crisis económica, política y social en que nos sumergieron Pinochet y sus secuaces. Sabemos que el odio, la intolerancia y la discriminación están a la vuelta de la esquina, como aciago legado que, como el vaivén de las olas, reflota en  instantes, recordándonos el épico esfuerzo que aún resta para hacer de este territorio, entre mar y cordillera, un espacio fértil de habitar, para todos y todas.

Hemos avanzado, no cabe duda. Pero siempre en base a organización, planificación y correcta ejecución de nuestros idearios, nunca olvidando las valerosas acciones en pro lo derechos humanos, germen de resistencia antidictatorial y directriz de la expresión pública que queremos perdure en el tiempo.

Hace 30 años Chile dijo basta de atropellos,  y demostró que podría gobernarse por la razón más que por la fuerza: El pueblo triunfó. Y hoy conmemoramos con alegría y humildad el triunfo de la vida y la paz.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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