Navegando la tormenta perfecta: ¿nos olvidamos de la sostenibilidad o la usamos como brújula?

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Por: Daniel Vercelli Baladrón. Managing Partner de Manuia Consultora y director de empresas


Cuando los gobiernos se repliegan, las reglas tambalean y la geopolítica se convierte en un ejercicio de improvisación, hay un principio que puede ofrecer dirección: la sostenibilidad. En tiempos de caos sirve como brújula, y quizás también, como último bastión de cordura empresarial.

Hoy el mundo atraviesa una tormenta geopolítica de gran escala. Decisiones unilaterales reconfiguran alianzas, erosionan instituciones y agitan mercados con la ligereza de quien cambia de canal. Y mientras los titulares se concentran en tasas de interés, inflación o conflictos armados, un riesgo silencioso se cuela por la ventana: que abandonemos la sostenibilidad como horizonte estratégico.

Pensar en sostenibilidad exige paciencia, planificación y visión de largo plazo. Justo lo que parece escasear en un entorno volátil, donde los ciclos políticos duran lo mismo que un titular. Justamente por eso que hoy es más urgente que nunca.

La sostenibilidad ofrece a las empresas algo vital: dirección, apuntando a crisis y oportunidades que sabemos a ciencia cierta (nunca mejor dicho) que seguirán estando ahí. Sin esa dirección de largo plazo, es difícil invertir, innovar o tomar decisiones que perduren en el tiempo.

Paradójicamente, cuanto más inestable se vuelve el mundo, más necesaria se vuelve la sostenibilidad. No es un lujo ni un discurso aspiracional: es un escudo. Complementando la imprescindible estabilidad financiera, las compañías con buenas prácticas ambientales, sociales y de gobernanza tienden a resistir mejor las crisis, porque han entendido que los grandes desafíos no son episodios aislados, sino que procesos estructurales que se prolongan más allá de gobiernos o modas.

En este contexto, las empresas responsables ofrecen algo mucho más valioso: la continuidad. Son un ancla en un entorno líquido. Y eso, hoy, es casi un acto de rebeldía. Apostar por la sostenibilidad no es seguir una tendencia, es hacer lo correcto y construir un futuro viable para todos los actores involucrados.

Dentro de las organizaciones, los directorios enfrentan un desafío aún mayor. Ya no basta con cumplir regulaciones o revisar balances. Se necesita coherencia estratégica, visión y decisiones que trasciendan.

La sostenibilidad debe dejar de ser un apéndice decorativo en los reportes anuales para convertirse en parte de la estrategia. No se trata de adoptar un discurso activista, sino de asumir un rol ineludible: el de velar por la construcción de valor de largo plazo, con continuidad en las decisiones que hacen posible aquello.

Porque en este escenario, las empresas realmente sostenibles no son las más “verdes”; son las más lúcidas. Son las que toman decisiones estratégicas para ser más ágiles ante la incertidumbre, más resistentes frente a las crisis y, sobre todo, más relevantes en un mundo que exige cambios profundos.

El sector privado tiene hoy una oportunidad que pocos valoran del todo: convertirse en el verdadero motor de cambio. Si las instituciones públicas flaquean, el sector privado tiene el poder y la responsabilidad de sostener el timón. Pero para eso, la sostenibilidad no puede ser opcional. Debe integrarse en cada nivel de la organización como una necesidad estratégica.

Y si lo que se busca son certezas, pocos temas tan persistentes como los desafíos ambientales. El cambio climático, la escasez hídrica o la pérdida de biodiversidad no desaparecen por decreto. Son estructurales.

En un mundo volátil, ofrecer dirección ante lo estructural puede ser el mayor activo y aquí es donde la sostenibilidad brilla como brújula. No porque tenga todas las respuestas, sino porque mantiene el rumbo con una constancia que pocos actores del escenario global pueden ofrecer.

Los grandes retos de nuestro tiempo –climáticos, sociales, institucionales– no se resolverán con promesas electorales ni con nacionalismos efervescentes. Se superarán con visión, cooperación y responsabilidad, y la sostenibilidad es la clave para construir un orden global que sea resistente, justo y sostenible.

Quizás, en esta tormenta, el verdadero liderazgo no consiste en gritar más fuerte, sino en mantenerse firme en el rumbo estratégico que se hace cargo de las condiciones estructurales del entorno, y flexible en lo táctico si es necesario.

Las empresas tienen el poder de liderar este cambio por una cuestión de responsabilidad estratégica, supervivencia y legado. El futuro será sostenible o no será. Y las empresas tienen la capacidad de asegurarse de lograr lo primero.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo


 

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