Por: Pelayo Covarrubias. Presidente de Fundación País Digital
El escenario actual, profundamente marcado por la pandemia, ha traído consigo un importante cambio en materia digital, donde los distintos sectores de la sociedad se han visto obligados a avanzar con mayor fuerza en materia de adopción tecnológica, para así lograr mantener y dar continuidad a la rutina de la ciudad y sus habitantes.
Durante gran parte de 2020, hemos sido testigos de cómo dicha aceleración ha permitido una transformación cultural, donde la tecnología y las soluciones digitales se han puesto al servicio de casi todos nuestros modelos productivos, siendo implementadas de distintas formas y con distintos resultados, y permitiéndonos llevar una vida más o menos normal.
Pero es cada vez más evidente que tenemos grandes brechas digitales entre los diferentes territorios de Chile. Así se puede apreciar en el estudio ‘Digital Readiness Chile’, elaborado y lanzado en abril por Cisco en conjunto con Fundación País Digital.
Este reporte hace un minucioso análisis del panorama del país en materia de desarrollo digital, considerando siete dimensiones: Infraestructura tecnológica, Adopción tecnológica, Capital humano, necesidades básicas, Facilidad para el comercio, Inversiones privadas y gubernamentales y Clima emprendedor.
En base a éstas, se definió la situación de cada territorio y se construyó un ranking de las regiones más y menos preparadas digitalmente: mientras, liderando este ranking se encuentran las regiones Metropolitana, de Antofagasta y Magallanes, en el otro extremo vemos a El Maule, Los Ríos y La Araucanía en una situación mucho más precaria, en cuanto a digitalización, situación que sin duda frena tanto su desarrollo económico como social.
Probablemente, estas regiones con menos desarrollo digital resultaron más afectadas en este proceso: la educación digital o el trabajo remoto no eran tan fáciles de aplicar en sectores donde el desarrollo de infraestructura o la adopción tecnológica eran bajísimos. Sin embargo, esta misma pandemia que tanto nos ha quitado se presenta como una oportunidad para revertir estas históricas inequidades en los territorios.
La pandemia del COVID-19 también ha sido el mejor laboratorio de innovación que podríamos haber tenido: puso a prueba el desarrollo al que podríamos aspirar; aceleró la adopción del teletrabajo y la educación a distancia y permitió la inserción de aquellas personas que se habían mantenido alejadas de los desarrollos tecnológicos. Hoy, seguramente, ninguna empresa en Chile duda de la capacidad de sus colaboradores para poder trabajar a distancia. La sociedad ha cambiado producto de este Laboratorio COVID y ese cambio puede ser para mejor.
El pronto despliegue de una tecnología de quinta generación, como el 5G, será un aporte sin igual a la economía, permitiéndonos aumentar nuestra productividad y desarrollar una industria de clase mundial en cualquier parte del país. Permitirá un Chile descentralizado, gracias a esta tremenda adopción del teletrabajo. Nos brindará ciudades más eficientes e inteligentes y nos permitirá recuperar nuestra economía postcovid de la mano de la adopción tecnológica.
En la mitad de este proceso de Transformación Digital hemos visto cómo el COVID ha empujado, más que nunca, la Revolución Digital, dejándonos como país en un mejor pie para, por una parte, enfrentar la cuarta revolución industrial y, por otra, preparar a nuestros ciudadanos para los desafíos de una nueva era.
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