Por: Manuel Baquedano M. Fundador y Presidente del Instituto de Ecología Política
La pandemia de coronavirus tiene aislada y en su casa a cerca de la mitad de la población del mundo. Es un hecho inédito y no se había visto algo semejante desde la llamada “gripe española” en 1918. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, las pandemias se convertirán en hechos crónicos que tendremos que enfrentar, bajo la forma de oleadas, en el corto y mediano plazo producto del aumento de la temperatura del Planeta provocado por la civilización industrial. En palabras del investigador español Pedro Jordano, “Detrás de esta pandemia esta la acción humana sobre la naturaleza”.
Como venimos sosteniendo desde hace tiempo, nuestra civilización -y su expresión principal, la sociedad de consumo- entró en una crisis final. La especie humana alteró la naturaleza más allá de todos los límites y ella comenzó a buscar un nuevo punto de equilibrio que le permita mantener la vida en la Tierra.
En nuestro diagnóstico acerca del colapso civilizatorio distinguimos tres etapas: en primer lugar, la llegada de la era de la escasez (del agua, los alimentos, el aire limpio y la energía); en segundo lugar, un período de supervivencia y en un tercer momento, el renacimiento de una nueva civilización. Este proceso no es nuevo: ya ocurrió más de cien veces a lo largo de la historia de la humanidad.
La llegada del coronavirus (y de otros virus) en los inicios de la era de la escasez demuestra que hoy en día enfrentamos una crisis múltiple: viral, ecológica y climática. Es por eso que creemos que debemos comenzar a realizar una adaptación profunda para poder enfrentar las tres etapas del colapso civilizatorio. Será esta adaptación la que nos permitirá abandonar de forma acelerada la sociedad de consumo, avanzar por la vía de la simplicidad y prepararnos para la supervivencia. Consideramos que es urgente comenzar a dar este gran giro en nuestras vidas.
A diferencia de la gripe española, las sociedades modernas nos permiten mantenernos conectados aunque tengamos que estar encerrados en nuestras casas. Por lo cual no se interrumpen ni los contactos sociales, ni los procesos de creación de realidad y de lucha por los derechos básicos.
La sociedad puede seguir funcionando aunque debemos suponer que bajo la vigilancia atenta del mercado o del Estado o de una combinación de ambos. Habrá muchos ciudadanos que preferirán optar por una vigilancia protectora aunque esto signifique la pérdida de muchas libertades personales y sociales. Pero también esta conexión nos servirá para prepáranos para esta nueva normalidad que necesariamente estará centrada en la supervivencia.
En el libro “Desastres: Guía para sobrevivir”, el sociólogo Raúl Sohr define a la supervivencia como “La capacidad de preservar la vida después de un determinado suceso. Lograrlo en condiciones de peligro inmediato requiere la fortaleza mental, resistencia física y capacidad para actuar en un medio adverso”. Sin bien este suceso hoy es sortear la amenaza del coronavirus, esta amenaza viral forma parte de la crisis mayor y prepararnos para la supervivencia creemos que será fundamental para enfrentar el fin de la nuestra civilización.
La sabiduría chilote creó el concepto Quercún que es el tiempo de espera activa. Esta espera se producía cuando el mal tiempo impedía la navegación de las naves que cruzaban los canales y había que resguardarse en algún lugar. Los chilotes no se desesperaban y por lo contrario empleaban ese tiempo para hacer múltiples actividades como la reparación de las embarcaciones y la creación de música y leyendas. No era de ningún modo un tiempo perdido. Hoy como sociedad atravesamos nuestro Quercún y lo cierto es que tenemos mucho para hacer.
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