Por: Carlos Cantero O. Geógrafo. Doctor en Sociología. Pensador, Académico, conferencista, asesor y consultor. Estudia la Sociedad Digital.
Desde el fondo de la historia humana rondan las preguntas: ¿De dónde venimos? (origen), ¿Qué somos? (esencia); ¿Hacia dónde Vamos? (destino). Interrogantes de profundo sentido onto-metafísico, (onto) sobre el ser en el mundo, (metafísica) del ser y estar que alcanza hasta un poco más allá de la física, lo que se relaciona con la consciencia, es decir, la percepción de la realidad de nuestra existencia en el cosmos.
Desde las primeras civilizaciones tenemos registros de las cosmovisiones, es decir, lo que el ser humano ha creído y pensado en torno al mundo, al propio ser, sobre lo vivo y lo inerte. Estas definiciones pueden englobarse en dos categorías principales:
a) El Creacionismo, doctrina filosófica de énfasis teológico que plantea que el mundo y los seres vivos han surgido de un acto creador y no de un proceso evolutivo. Estos, a su vez, pueden ser Teístas, es decir que creen en un Dios creador del mundo, que interviene y actúa gobernando el cosmos, independientemente de toda religión; y, los Deistas, que creen en un Dios creador, pero, que se abstiene de intervenir en lo que sucede en el mundo, no gobierna, se le reconoce como la primera causa del mundo, pero niega la providencia divina y la religión revelada.
b) Por otro lado, está la otra gran línea de pensamiento del Evolucionismo, que sigue los principios darwinianos de la evolución por selección natural. Estas dos ideas han hegemonizado y monopolizado el pensamiento humano.
El pensamiento evolucionista también tiene sus raíces en la antigüedad, chinos, griegos, romanos, entre otros, planteaban que las especies tienen procesos adaptativos y van cambiando a lo largo del tiempo. Lo que choca con el creacionismo y con el esencialismo científico, que plateaba la idea que las formas de vida permanecían inmutables. Esto comienza a cambiar con el desarrollo de las ciencias en los dos últimos siglos, en particular la física, con la emergencia de un sentido tiempo-espacio distinto, por el aporte de la geología (tiempo geológico) y de la astronomía con su medición del año-luz. Paralelamente los naturalistas observaron la variabilidad de las especies dando forma a la paleontología. En el siglo XIX, Jean-Baptiste postuló la teoría de la transmutación de las especies, y en el año 1859, Charles Darwin consolida este marco teórico en “El Origen de las Especies”, incorporando la idea de un árbol de la vida con ramas de precedencia en función de la selección natural.
Las personas crecen y se desarrollan con sus cosmovisiones, ideas con las que configuran sus mentes, definen su forma de habitar en el mundo, la forma como entienden la vida y el rol de cada cual. Luego en el lenguaje van construyendo la realidad en torno y con estas ideas que permiten percibir, explicar y construir la realidad. En gran medida estos elementos son fundantes, auto-constitutivos y autogenerativos, de la percepción del mundo, de la forma de entender a los entes (ontología)), ideas que permiten a las personas entender el ámbito en el que se desenvuelven, las relaciones que mantiene, una visión del ethos como elemento de configuración mental, asociado a otros elementos autopoiéticos: la ética, la estética y la emocionalidad de un ethos.
¿De dónde venimos?
Este tema tiene relación con la pregunta que cuestiona y conmueve al ser humano desde el fondo de la historia, intentando responder la interrogante sobre el origen. En ese intento han surgido las dos grandes líneas de pensamiento descritas, con todas sus variantes y matices, que se tensionan y distienden, marcando y configurando el pensamiento humano por siglos, más aún por milenios.
Creacionistas y Evolucionistas han luchado por viralizar e imponer sus visiones, unos con anclajes doctrinarios de orden filosófico-religioso y los segundo con énfasis racionalistas y científicos. En distintos momentos de la historia incluso con encono. Esto ha marcado una especie de barrera de nuestro pensamiento, como si estuviese vedado salirse de estos dos paradigmas.
Sin embargo, son muchas las pruebas y testimonios de documentos que se arrastran desde pueblos desde la remota antigüedad, en los que se recogen relatos en diversos textos antiguos, inclusive los sagrados, con sólidas pruebas históricas monumentales en todo el mundo. Son testimonios que dan base para asumir la presencia de una tercera opción, en coherencia con esos relatos que hablan de seres que vienen del cielo, en carros de fuego, con tecnologías y herramientas distintas y avanzadas, presuntas deidades que han buscado interactuar con los habitantes de este espacio del cosmos. Existe una castración mental que limita adentrarse en estas ideas, por el temor a la descalificación, la mofa o temor a las reacciones de quienes han mantenido un poder de sometimiento al pensamiento.
Pienso que, en este contexto, hay perfecto espacio para una tercera opción de pensamiento que llamaré Hibridismo, que no anula, confronta ni debilita en nada las dos anteriores, sino que, por el contrario, constituye un puente de unión que permite armonizar y matizar entre creacionismo y evolucionismo. En función de los relatos de los propios libros sagrados en las distintas religiones y cosmovisiones, el simbolismo de las leyendas ancestrales y el saber atávico vernáculo de transmisión oral, escrita y testimonial recogidas también en obras y símbolos monumentales que hasta el día de hoy sorprenden a la humanidad en distintos lugares y culturas de todos los tiempos. En todos ellos se hace referencia a conceptos atávicos que describen entes que vienen del cosmos: carrozas de fuego, dioses que vienen desde los cielos, personajes que flotan, que irradian luminosidades, etc.
El hibridismo que propongo como concepto asume que no somos los únicos seres vivientes e inteligentes del universo, supone la existencia probabilística de otros tipos de vida e inteligencias. Asume un concepto de inteligencia más amplia que la que usamos habitualmente, de hecho si cambiamos el referido paradigma la observamos diversos tipos de inteligencias en nuestro propio entorno, en las capacidades (inteligencia diferente) en un vegetal o los más básicos organismos biológicos y en los animales más primigenios, en sus habilidades y competencias que les permiten sobrevivir.
Es una apertura mental, un reconocer ideas antiguas, salir de las limitadas estructuras mentales, de los artificiosos límites culturales que han limitado y sometido nuestras ideas y pensamientos. Hay muchas evidencias que permiten, al menos considerar, que somos seres relacionados con civilizaciones de nuestro entorno multiverso, entes que vienen desde el espacio, desde otras dimensiones del Cosmos, viajeros del tiempo-espacio.
Esta idea que, para sectores conservadores y apegados a dogmas, puede parecer disruptiva y disparatada, tiene fundamentos en los centros de pensamiento y tecnológicos más importantes de la humanidad, en la actualidad hay múltiples pruebas y grandiosos proyectos espaciales que tienen implícita esta idea. La mejor prueba de esto, que además es de amplio conocimiento público, está en la NASA, cuando lanza su programa espacial de los Voyager, en los que ha enviado naves al espacio profundo, con mensajes en los que contiene información del planeta tierra y su entorno, de la vida y cultura que contiene, con saludos y testimonios de nuestra presencia para seres de otros confines del cosmos. Es muy obvio y evidente el sentido de esa iniciativa.
Todo lo anterior refiere a lo que propongo como el Hibridismo, entendido como aquel proceso inter-especies, individuos que son producto del cruce de dos organismos -en biología en concepto se aplica ya sea que se trate de un organismo animal o un vegetal- progenitores de distinta especie que, sin embargo, pueden producir progenie. No será el único proceso del orden biológico, en forma paralela y auto constitutiva se dan los propios de la selección natural en las largas dimensiones témporo espaciales ya señaladas.
Muchos relatos vernáculos, iconografías ancestrales y testimonios monumentales desde la antigüedad hasta el presente, señalan que -en la historia humana- se dieron cruces culturales, biológicos y de manipulación genética, en la búsqueda de semejanzas y la adaptabilidad de una especie más adecuada para estos ambientes terrestre, en un proceso de cambio permanente y constante. En los libros sagrados se habla de concepciones “sin pecado concebido”, también de los deseos y cruzamientos sexuales híbridos, en la iconografía y semiótica de Mesopotamia, Egipto, India, China y América, con obras monumentales por doquier.
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