Por: Carlos Cantero, Doctor en Sociología; y Sergio Salinas, Doctor en Estudios Latinoamericanos del Instituto de Ciencias de la Complejidad Social – Chile
¿Qué provocó el “estallido social en Chile”? ¿Este proceso está asociados a otros fenómenos similares en América latina? ¿Es acaso una crisis económica, social, política o financiera? ¿Cómo saldremos de este caos?
Este proceso cae en la categoría de las “crisis de legitimación”, planteadas por el sociólogo alemán, Jürgen Habermas (1973), para referir la disminución en la confianza en las funciones administrativas, cuando las instituciones carecen de la capacidad para mantener o crear estructuras eficaces en el logro de sus metas finales. Tiene elementos comunes con otros casos, lo que han justificado el uso generalizado del término para referir no sólo la esfera de la política, sino a los ámbitos de organización, de estructuras institucionales, o el liderazgo. La medición de una crisis de legitimación consiste en considerar las actitudes del público hacia la organización en cuestión. La Crisis de Legitimidad Institucional Sistémica (CLIS), en el caso de Chile, alcanza al rol del Estado; al modelo de desarrollo pleno de iniquidad, consagrado en las bases de nuestra institucionalidad; a una política con escaso sentido de lo público replica privilegios privados; políticos que han abandonado el cuidado de los bienes públicos; la falta de liderazgo político y especialmente ético.
La crisis en Chile, surge coetáneamente con la convicción ciudadana de la ruptura de los valores éticos, por parte de la élite. La “Viralización del Desdén” desde la política y los actores relevantes de la sociedad. Pero, no solo de los valores éticos de probidad, transparencia e impunidad, rotos reiteradamente en los últimos años. Se trata de una ruptura estructural de los límites éticos, en todas las dimensiones del quehacer socio-relacional: político, económico, institucional, espiritual, financiero, educacional y cultural de nuestro país. La crisis que vive Chile es esencialmente ética y filosófica, tiene que ver con la ruptura de los principios del Humanismo, lo justifica el vuelco de nuestra mirada hacia las instituciones definidas como éticas y filosóficas.
Ante el vacío de liderazgo ético y filosófico, el Instituto de Ciencias de la Complejidad Social (ICCS [1] ) busca ejercer un liderazgo que convoque a todos los actores, nacionales y extranjeros, interesados en el estudio y comprensión de las complejas relaciones de la crisis y el conflicto socio-político y la adaptabilidad a la socedad digital. Los períodos más fecundos de reflexión y especulación de filosofía-política son aquellos en que surgen nuevas y más acuciantes urgencias, cuando una explosión socio-política altera el orden y la seguridad, destroza la tranquilidad de las personas y los sueños son cambiados por miedo, incertidumbre o terror.
Desde la ética de Platón, la virtud se concebía como el hábito de obrar bien, por la disposición constante del alma o las acciones conformes a la ética o la ley moral. En el Cármides, el filósofo sostiene que los males de la comunidad solo desaparecerán cuando el poder político se combine con el conocimiento de un criterio moral universal. El gobernante tiene que poseer “una clase única de saber que tiene por objeto el bien y el mal”. Ideas luego fueron desarrolladas en su libro La República. Para Platón, lo justo en sí, la bondad en sí, la prudencia, etc., esto es, los valores éticos y morales existen por sí mismos, y por ello es posible definirlos objetivamente y, una vez conocidos, llevarlos a cabo en la vida práctica.
Cuando en Chile los límites ético-valóricos aún estaban claros, las instituciones éticas y espirituales, señalaban el valor de la perfectibilidad integral de todas las dimensiones y de todos los seres humanos. Entiendolo como factor de justicia y fraternidad, puliendo ideas por el uso de la razón y la conducta por la práctica de la tolerancia, por el estudio de las causas de las miserias humanas y de los medios para remediarlas, para superar pasiones y destruir la propia ignorancia y la de nuestros semejantes.
Sobre este asunto, Zygmunt Bauman, en su libro “Ética posmoderna. En busca de una moralidad en el mundo contemporáneo”, sostiene que el comportamiento ético correcto, antes único e indivisible, comienza a resquebrajarse. Ahora un acto puede ser evaluado como “razonable desde el punto de vista económico”, “estéticamente agradable”, “moralmente adecuado”. Además, el contexto global de la vida contemporánea presenta riesgos de una magnitud insospechada y catastrófica: genocidios, invasiones, “guerras justas”, fundamentalismo de mercado, pogromos, terror de Estado o de credo, vandalismo urbano, guerrillas, etc.
El sociólogo francés, Gilles Lipovetsky, sostiene que en el “mundo estupendo” que vivimos, el problema es que muy pocos tienen el dinero para disfrutarlo; pocos que cada vez son menos, mientras el resto lucha contra la ansiedad que genera el híper-consumo, la híper-estimulación, la inmediatez, la falta de educación y de pensamiento crítico. La política del espectáculo se ha extendido y los políticos nos hablan de superficialidad, de su vida privada, intentando ser próximos y simpáticos, aunque sin profundidad ni contenidos. Si hay un dominio que ha fracasado, que ha sido anulado y banalizado, es la política.
Hoy estamos inmersos en la Sociedad Digital, dominada por las TIC(s), la generación de los Millennials, un escenario global que muestra profundos y vertiginosos cambios, lo que modifica el “ethos”, alcanzando la ética, estética y emocionalidad. Estos cambios y sus procesos de adaptabilidad encarnan una crisis cultural, que desafía la reflexión y el pensamiento, exigiéndonos pro-actividad y redefinir las referencias éticas que nos rigen. Para salir de esta crisis se debe ejercer un activo liderazgo ético y filosófico, evitando que solo la política y el mercado definan los límites éticos de nuestra sociedad.
Trabajamos para elevar la calidad, credibilidad y la legitimidad de la política, mejorar su ética, cautelar la vigencia de los principios y valores del humanismo, promover una épica o relato que sueñe e inspire un mundo mejor. Promovemos una auténtica cultura de diálogo y acción colaborativa, que estimule la reflexión y el pensamiento crítico, innovación y nueva ciudadanía, que aborde lo intergeneracional, poniendo en sintonía lo urbano y lo rural, nuestras culturas ancestrales con la nueva sociadad, los espacios de código abierto que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
La respuesta a las interrogantes iniciales nos inspiran para superar esta crisis ética que repercute en la diversas dimensiones relacionales del ser humano. Promovemos una nueva ética en el ser, estar y hacer público y privado; impulsamos la vigencia de principios y valores del humanismo en la institucionalidad y las instituciones; influiremos en la construcción del ethos de la Sociedad Digital, en la ética, la estética y la emocionalidad; re-construyendo el tejido social; promoviendo emociones de confianza y colaboración; devolviendo a Chile el valor del mérito, la probidad y la transparencia; consensuando un modelo de Desarrollo Humano, escuchando la voz de la ciudadanía y de la juventud chilena. Eso es, hoy en día, el verdadero sentido del liderazgo ético que nos inspira. ¡Más y Mejor Ética!
[1] Los fundadores del ICCS son: Justo Araya, Felipe de la Parra; Gabriel Peralta; Mario Cabezas y Carlos Cantero.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.