Por: Gastón Leiva V. Investigador científico-tecnológico
Vivimos en una sociedad consumista, de eso no hay duda, y difícilmente podremos cambiar esa conducta tan arraigada en nuestra cultura. Diariamente se consumen toneladas de plásticos, combustibles, textiles, alimentos, medicamentos, servicios de diversa naturaleza, y un largo etcétera.
Todas estas actividades humanas tienen un impacto en el medio ambiente, percibiéndose algunas veces al corto plazo y otras entre el mediano y largo plazo. Ahora bien, no todo ha sido negativo, las nuevas generaciones cada vez son más conscientes del cuidado de la naturaleza, dando lugar a ciudadanos y Estados con mayores exigencias sociales y medioambientales, condicionando profundamente los mercados y dando luz a las conocidas economías verdes.
El fenómeno de las economías verdes hizo que aparecieran empresas con certificaciones ambientales y reconocimientos verdes, sobre todo frases rimbombantes como “productos o servicios sustentables” o “amigables con el medioambiente”, desatándose un efecto parecido a lo ocurrido con la “agricultura orgánica”, donde cualquiera que estuviera fuera de los grandes sistemas productivos o no aplicara directamente agroquímicos sintéticos, se auto-etiquetaba como productor orgánico, finalmente el Estado tuvo que poner el cascabel al gato a través de la Ley 20.089, que crea el Sistema Nacional de Certificación de Productos Orgánicos Agrícolas, permitiendo establecer ciertos marcos y exigencias para la denominación orgánica.
Sin ir más lejos, hace poco conducía hacia una reunión y escuchaba la radio, en ese momento sonó un comercial de una empresa X de arriendo de vehículos, y donde al cierre del comercial terminaba con la frase “somos una empresa sustentable, prefiérenos”. En este último punto creo que es válido y necesario hacerse la pregunta, ¿qué puede tener de amigable con el medio ambiente esta empresa?, quizás sus contratos de arriendo hoy se realicen de forma digital y no impresos, quizás hasta reciclen cierto tipo de materiales, pero, ¿es esto suficiente para autodenominarse sustentable o sostenible? ¿cuál es el impacto ambiental de todo el ciclo de vida de un automóvil?, el hecho de que una empresa implemente procesos de reciclaje o recuperación de materiales, por supuesto que es valorable, pero las palabras sustentable o sostenible evoca una emoción en la mente del consumidor responsable, llevándolo a creer algo que no es del todo cierto, por lo tanto, ¿cuál es el límite de una falsa o engañosa publicidad?.
Esta falta de regulación en cuanto a las practicas sostenibles para el desarrollo de productos o servicios dio espacio al greenwashing o lavado verde, también conocido como eco-blanqueado, el cual se ha convertido en una práctica de marketing que muchas empresas están utilizando, ya sea de forma dolosa y simplemente porque desconocen lo que implica el concepto de sostenibilidad.
Por ejemplo, existe la creencia de que siempre una botella de vidrio es más ecológica que un envase plástico, pero cuando se analiza el ciclo de vida completo de un producto, podemos sorprendernos y así lo demostró un estudio realizado en Italia en el año 2020, publicado en la revista Journal of Cleaner Production, en el cual se comparaban los impactos ambientales de botellas de vidrio de 750 ml para vinos y otras alternativas de envasado, entre ellas el uso de Bag-in-box (caja de cartón y bolsa plástica multicapas), concluyéndose categóricamente que este último envase es el de menor impacto ambiental y vinculándose con otros estudios donde se demostraba que este tipo de envases incluso mantenían mejor las propiedades organolépticas del vino.
Hoy en Chile se está discutiendo un proyecto de ley para prevenir y sancionar el lavado verde de imagen o greenwashing, lo cual es un avance loable pero como no todo es blanco o negro, en un espectro de sostenibilidad, las empresas pueden encontrarse en distintas etapas o de transición hacia prácticas amigables con el medio ambiente, por lo tanto, se hace necesario no sólo fiscalizar y sancionar, sino que también la creación de un sistema de certificación verde de los productos y servicios, con sellos y niveles sostenibles, tal vez algo parecido a los sellos de eficiencia energética de los electrodomésticos y de esta forma motivar a las empresas a superarse, a invertir en I+D para buscar la preferencia de los consumidores de forma transparente.
Sin duda este tema se debe regular, pero también se deben crear las condiciones y las herramientas para el incentivo de las empresas hacia economías verdes, desarrollar políticas de Estado que permitan educar a los consumidores en estos aspectos, saber diferenciar por ejemplo, lo compostable de lo biodegradable, o conocer el alcance de una huella de carbono o hídrica. Si el día de mañana tenemos consumidores responsables e informados, las economías verdes dejarán de ser un sueño para convertirse en una realidad.
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