[Opinión] Emprendimiento: La trampa de la pasión

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Por: Alejandro Godoy. Autor del libro Emprendimiento: Demoliendo Mitos


El escritor de bestsellers Jürgen Klaric, en una de sus citas formateadas para la web, nos señala: «La pasión es el motor del emprendimiento».

Desafortunadamente, citas como esas abundan en las redes sociales y sitios frecuentados por candidatos a emprendedores, tanto en nuestro país como en otras latitudes.

El problema, claro, no está en la cita.

Klaric tiene todo el derecho a decir y publicar lo que quiera, crea o venda. El tema está en la distorsión que este tipo de «reflexiones» produce en los emprendedores (especialmente en los primerizos) respecto al complejo proceso que se aprestan a iniciar.

Así, muchos de ellos inician el desarrollo de sus proyectos basándose, fundamentalmente, en dos elementos que consideran claves: Una idea y su pasión por la misma.

Es decir, algo muy distinto a lo que efectivamente se requiere: haber descubierto un problema en un segmento de mercado que resulte comercialmente eficiente y económicamente rentable de solucionar y diseñar y validar una solución que sea distintiva y significativamente mejor que las alternativas ya existentes, pero que al ser más complejo de reducirse a citas de internet y también, por qué no decirlo, más difícil de comprender y/o ejecutar por parte de los emprendedores, tiene mucho menos difusión y en consecuencia menos penetración y/o impacto.

En primer lugar, para un emprendimiento, las ideas son un commodity. Todo el mundo puede tener ideas, buenas y malas. La clave no está en la idea, sino, en la capacidad que el emprendedor tenga de poder transformar esa idea en un buen negocio

Eso nos lleva al segundo punto. La percepción generalizada que lo más importante para realizar esa transformación (de la idea al negocio) sería el esfuerzo, sacrificio y pasión puestos en el proceso.

No se puede negar que esos componentes son relevantes si alguien va a iniciar el duro camino de emprender, pero están lejos de ser los más importantes y mucho menos, los únicos necesarios.

Habitualmente, ese esfuerzo y pasión puestos en el ejercicio del emprendimiento propio, se traducen, finalmente, en un voluntarismo casi irracional que impide poder tomar distancia del proyecto y analizarlo fría y críticamente. Este voluntarismo, reforzado por todas esas frases de autoayuda y supuestas citas de gurús que abundan en internet, es en gran medida responsable de la persistencia de muchísimos emprendedores en la ejecución de proyectos que no tienen ningún destino.

En ese contexto, aunque suene crudo, hay que señalar que, en lo general, más del 50% de los emprendimientos que fracasan son proyectos que, al no haber respondido a un problema relevante para un segmento o, al no haber podido distinguirse significativamente de las alternativas competitivas, nunca debieron haber salido al mercado. Otro 30% son proyectos que no pudieron consolidar un modelo de negocio sostenible en el tiempo. Y sólo el 20% de los fracasos corresponde a los motivos regularmente sostenidos por los propios emprendedores, como, falta de capital, una mala estrategia de comunicaciones o la imposibilidad de desarrollar los canales de venta.

El tema, finalmente, es que sobre los dos primeros factores, aquellos que explican el fracaso de cerca del 80% de los emprendimientos, la pasión, el esfuerzo y la motivación tienen poco y nada que decir.


 

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