[Opinión] Hacia un compromiso climático de los pueblos

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Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo. Presidente del Instituto de Ecología Política


Este año, a pesar de la pandemia, tendremos una concentración récord de CO2 en la atmósfera y la temperatura será una de las más altas que se haya registrado en la historia de la humanidad. Al considerar este escenario, resulta evidente que el enfoque institucional, surgido en la Cumbre de la Tierra en 1992, fracasó en su intento de controlar la crisis climática.

Los gobiernos, los organismos internacionales, las corporaciones económicas, los científicos y las ONG ambientalistas no fueron capaces de cumplir los compromisos que se autoimpusieron para frenar el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados para el año 2030 y de dos grados para el año 2100. Transcurrieron cinco años desde que se fijaron estas metas en el Acuerdo de París y hoy resultan cada vez más lejanas.

En este contexto, en las últimas semanas tomó fuerza un movimiento de justicia ambiental conocido como “Acuerdo de Glasgow”. Se trata de una iniciativa impulsada por organizaciones y movimientos sociales de todas partes del mundo que pretenden coordinar el movimiento por la justicia climática a nivel global al mismo tiempo que proponen crear, en el seno de la sociedad civil, herramientas y alternativas de acción para la agenda climática.

Para quienes firman el Acuerdo de Glasgow, el Acuerdo de París promovido por la ONU en 2015 se convirtió “En solo un procedimiento y no será capaz de lograr su propia meta de prevenir las peores consecuencias del cambio climático”. Partiendo de esta base, el Acuerdo de Glasgow considera que la ciudadanía mundial no es escuchada y advierte que, ante el avance de la crisis climática, se vuelve urgente tomar nuevos rumbos. Es por esto que insisten en la necesidad de que sea la misma ciudadanía la que confeccione y ponga en práctica “Una alternativa de acción (con un inventario y una agenda climática propia) y un espacio de estrategia y coordinación para el movimiento de justicia climática”.

Con esta iniciativa, el mundo ecologista pone fin a la estrategia principal que tenía como objetivo presionar a los gobiernos y a las instituciones internacionales. Ahora, en cambio, concentrará sus esfuerzos en crear y aplicar su propio plan de acción pues ya no se puede seguir esperando. Desde este nuevo enfoque, la Tierra ha comenzado a defenderse y está buscando nuevos equilibrios. Entonces, la ciudadanía mundial debe ser capaz de responder a las nuevas circunstancias.

El Acuerdo de Glasgow se inspira en los siguientes puntos:

  1. El marco político para la reducción de las emisiones y para la acción climática es el de la justicia ambiental. Es decir, se establecerá una unidad de enfoque entre el mundo ecologista y el mundo social para enfrentar la crisis.
  2. Será necesario que como ciudadanos tomemos la responsabilidad colectiva de reducir las emisiones y mantener los combustibles fósiles en el subsuelo.
  3. La ciudadanía deberá elaborar un inventario de fuentes contaminantes y productoras de gases de efecto invernadero en los distintos territorios. En simultáneo, deberá crear una agenda climática basada en el inventario local de emisiones.
  4. La cooperación económica y política así como las acciones de intervención no violentas, en particular enfocadas en la desobediencia civil, se convertirán en las principales herramientas para cumplir el Acuerdo de Glasgow.
  5. Cada organización podrá definir sus propias estrategias locales y nacionales para impulsar y cumplir con la nueva agenda climática pudiendo recurrir al apoyo y la solidaridad de los otros miembros internacionales firmantes.

 

Se espera que para diciembre de 2021 sean más de mil las organizaciones incorporadas al Acuerdo. Al día de la fecha, ya han firmado su incorporación a este compromiso más de cien organizaciones de todo el mundo, entre las que se encuentran el movimiento de los escolares liderado por Greta Thunberg y el movimiento Extinction Rebellion. En Chile, uno de los firmantes es el Instituto de Ecología Política.

Sin lugar a dudas, se trata de un plan muy ambicioso, desesperado y también necesario ya que coincide con una crisis climática que está entrando en su etapa más dura. La descarbonización y la estabilización de la temperatura global no pueden esperar más. Como ciudadanos debemos ser capaces de emprender acciones que detengan el aumento de la temperatura del Planeta. Es uno de nuestros mayores desafíos y debemos actuar a tiempo: lo que está en juego es nuestra supervivencia como especie.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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