Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Doctor en Sociología. Ex Vicepresidente del Senado; Ex Diputado y Ex Alcalde
Muchas veces me han preguntado ¿Cómo llegamos a esta crisis? En esa interrogante percibo perplejidad, temor y algo de reproche. Respondo que son muchas las razones y pocos los responsables. No se puede ayudar a quien no quiere que se le ayude. “No hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar. Ni peor ciego que aquel que no quiere ver”. La soberbia en las relaciones humanas es mala consejera. Pero, en el ámbito público es un crimen. El Presidente Piñera, al instalar su segundo período presidencial, se vio capturado por los cuoteo partidista, además, por decisión propia, se rodeó de una corte de mismicidad, parentela y aduladores, también hizo una opción preferente por jóvenes sin experiencia.
Escribo esta reflexión con mirada nacional, como testimonio histórico, para el aprendizaje de las nuevas generaciones de servidores públicos. Esta crisis no se debe a un adversario que hace las cosas bien, sino que, por el contrario, a un gobierno que ha hecho las cosas mal. A los errores del propio sector, a su individualismo o escaso sentido social, a la excesiva influencia del poder dinero (mal llamada derecha económica) que coacciona a la centro derecha política y compra la influencia del centro y la izquierda.
El gobierno aplica un modelo de gestión disfuncional con la política; que no suma, sino que resta; con exceso de personalismos e intereses de grupos; escasa sintonía con las demandas sociales; en cargos relevantes personas mal preparadas; siguiendo malos ejemplos éticos; que no fortalecen la función pública. Neófitos administradores del Estado, con seudos estilos gerenciales, sin las competencias necesarias; haciendo gestión política, sin criterio político; y, gestionando políticas sociales, sin competencia ni sensibilidad social. Observo, además, desdén por el personal, gestionando desde la amenaza, de forma abusiva, especialmente con los cargos de contrata y honorarios. No se valoran las competencias relacionales y, en demasiados casos, se favorecen proyectos personales. Se ha actuado como elefante en cristalería, sin escuchar ni valorar el mérito profesional ni la experiencia política.
Piñera dio la espalda a muchos que, por años, fueron apoyo leal más allá del partidismo, que aportaron el pensamiento crítico al sector, que ganaron experiencia en años de duras batallas político-electorales, que actuaron en zonas socialmente complejas. Los que denunciaron los abusos y criticaron la impunidad, fueron eliminados del directorio telefónico presidencial. El círculo sectáreo-partidista y asesores presidenciales interesados, bloquearon toda opción para que estos pudieran entregar su ayuda y experiencia al Gobierno. Como lo dijo con sabiduría Carlos Caszely, refiriéndose a Lily Pérez, Godoy y un conjunto de ex parlamentarios y colaboradores destacados, “se prefirió bloquear, neutralizar, eliminar a esos díscolos”.
Cuando escuché al Presidente Piñera lamentar la “explosión ciudadana”, señalando que no lo vio venir, me pregunté si de verdad tuvo esa experiencia. Muchos advertimos al Presidente y a los miembros de su gobierno, sobre la crisis que venía. Lo hicimos de muchas formas. En mi caso lo hice personalmente, a su entorno directo, por los medios de comunicación y lo incluí en mi libro. Pero, el desdén, menosprecio y la soberbia, fueron más fuertes, hasta que la crisis les explotó en la cara.
Antes y durante la instalación del segundo gobierno del Presidente Sebastián Piñera, escribí varias columnas (véase las fechas) que marcaban la necesidad de dar un enfoque social a su gobierno, advirtiendo que, la deuda social y la espera de la gente había sido ya muy larga, que la tensión se acumulaba llegando al límite.
En una de esos escritos: “Piñera y la Centro Derecha Social”, señalé que “el nepotismo y la endogamia socio-económica” serían el “Talón de Aquiles” del gobierno. En esa Columna escrita a dos semanas de instalado el gobierno, dije: “La imagen de la administración Piñera cristalizará a poco andar”.
Hasta ahora ha mostrado luces y sombras, caracterizadas por la falta de revisión de los antecedentes en sus nombramientos, lo que ha implicado bajar a muchas autoridades recién nombradas y la escasa consideración de la experiencia para las funciones a ejercer. La prensa criticó la tendencia a conformar círculos cerrados (lo que hemos denominado endogamia social y cultural) y las claras señales de preferencia por familiares en los nombramientos (que se define como nepotismo) en el ámbito público, reclamando (al gobierno) una mejor y más representativa diversidad del país.”
Usé el concepto “endogamia” (biología) entendido como replicación, unión o reproducción entre individuos de una misma familia, linaje o grupo (social, cultural, religioso, étnico, geográfico). A lo anterior se sumó la tendencia al nepotismo, que se define como “trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos”. Con el correr de los meses, esta percepción se agudizó, hasta llegar a ser una de las razones de la vertiginosa baja en las adhesiones del gobierno y que afectó especialmente la evaluación del Presidente. Esto se amplificó por la escasa empatía social del Presidente y la precaria estrategia y ejecución comunicacional. ¡Un gobierno sin vocería, sin relato, sin épica, sin alma!
Al reunir Piñera un círculo cerrado de personas de su entorno social, llegaron a cargos relevantes personas sin méritos profesionales ni electorales, sino solo en consideración a cuoteos partidistas o de grupos de interés. El gobierno no logró integrar la diversidad de Chile, esa cúpula no logró percibir la tensión que se venía anunciando. Resulta paradojal que la endogamia y el nepotismo hayan terminado con el gobierno enfrentando esta grave crisis político institucional. Llevamos meses sin capacidad de reacción y peor aún con un conflicto que se agudiza al desplegarse una campaña de polarización del país.
Unos meses antes de la “explosión social” conversé con personas claves del gobierno: con Ministros, con los Senadores de RN en reunión ad hoc, con parlamentarios del sector, ocasión en que observé obsecuencia, perplejidad, incredulidad. Recuerdo especialmente que, unas semanas antes del reventón social de octubre 2018, tuve una reunión con Cristián Larroulet, el principal asesor del Presidente Piñera, en el 2º piso del Palacio de la Moneda, ocasión en que aprecié incredulidad, desconfianza, un cierto desdén por mis advertencias, cuando expliqué -con detalle- las señales que indicaban que se produciría el reventón social.
Hablé de los dos aspectos básicos en la teoría del Estado: la legalidad y la legitimidad, advirtiendo que en ambos casos estaban políticamente sobregirados. En todas estas ocasiones observé personas ajenas a una realidad evidente, no sé, si por ceguera o acatamiento de una orden superior. Mostraban la convicción que podrían sobrellevar la tensión social, otros señalaron que los anuncios les parecían una exageración o negatividad. ¡Mientras más cercanos al círculo Presidencial, más firmemente rechazaban la opción de la explosión social!
¿Le habrán entregado oportunamente mis aprehensiones y advertencias al Presidente Piñera? ¿Qué pensaran ahora esos asesores? ¿Por qué razón siguen en sus cargos a pesar de la catástrofe política? Espero dispensen al mensajero y asuman sus propias responsabilidades. No fue una actitud particular de la coalición de gobierno, lo mismo ocurrió en círculos de pensamiento y reflexión, dedicados a la filosofía y la ética, una actitud de negación, de incomodidad frente a la denuncia de la crisis ética, de los abusos y la impunidad, lo que terminó inhibiendo la posibilidad de reaccionar oportunamente.
El tiempo es el mejor juez, ¡allí está la realidad, para constatar donde estuvo el error!! Es muy distinto prevenir una catástrofe oportunamente, que reparar y mitigar sus consecuencias. En Chile lo estamos comprobando con dolor. Pero donde crece el mal, también está el remedio: para enfrentar esta crisis se requiere unidad, fraternidad, respeto, participación y sintonizar con las demandas de la gente.
Somos muchos lo que -como siempre- estaremos dispuestos a colaborar para reencontrar la paz, el respeto cívico, practicar la democracia y promover el bien común. Hacia esos objetivos orientemos nuestros liderazgos. ¡Que así sea!
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