[Opinión] Los incendios forestales y la profecía climática en el siglo XXI

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Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política


La nueva década irrumpió con incendios devastadores en Australia. Hasta el momento, la superficie afectada es seis veces más grande que la que ardió en la Amazonía el año pasado. Los incendios ya han provocado la muerte de más de 450 millones de especies del reino animal y la urgencia es tal que el Gobierno, un negacionista del cambio climático, ha tenido que movilizar a las fuerzas armadas en un despliegue que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Entonces, en este contexto, podemos pensar que la profecía climática comienza a cumplirse.

David Wallace-Wells es el autor del libro “El planeta inhóspito”. Desde nuestro punto de vista, se trata de la publicación más importante en materia de divulgación sobre la crisis climática. El libro fue escrito en 2019 y tan sólo dos meses después de su publicación, ya se convirtió en una referencia obligada. En “El planeta inhóspito”, Wallace-Wells analiza cómo el público ha incorporado la profecía climática como una nueva forma de terror, producto del miedo que provocan los hechos de la realidad.

Según Wallace-Wells, la profecía climática se manifiesta principalmente de tres formas. La primera hace referencia a una premonición bíblica como las plagas y los incendios descontrolados como los que vive ahora Australia y que azotaron el año pasado a la Amazonía y anteriormente a Chile. Estos acontecimientos ya estarían relatados en el “Apocalipsis” y gracias a eso, se refuerza la idea de millones de creyentes que esperan la llegada de “El salvador”. En la práctica, esta visión promueve la inacción frente a la crisis pues el futuro ya estaría prefijado y solo nos quedaría como consuelo una esperanza pasiva.

Un segundo aspecto de la profecía climática se relaciona con el alcance cada vez más grande que adquieren los desastres naturales y sociales. Las inundaciones y los incendios son cada vez mayores y siguen una tendencia de crecimiento acelerado que es advertida por el mundo científico.

No debemos olvidar que los climatólogos consideran como fundamental el concepto de “tendencia” ya que les permite ahondar sobre el futuro del clima. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) reúne a científicos de 195 países y ellos son los que han fijado como meta el freno del aumento de la temperatura en 1,5 grados Celsius para el 2030. En la actualidad, vamos camino a alcanzar un promedio de 1,3 grados entre 2020 y 2021, lo que hace prácticamente imposible alcanzar los 1,5 grados en 2030. Llegado ese momento, los sistemas ecológicos y climáticos empezarían a quedar fuera de control, más allá de los esfuerzos que los seres humanos hagamos por disminuir las emisiones de CO2.

Finalmente, es el tercer aspecto de la profecía climática el que está produciendo una ola de pánico que sacude al mundo. La llegada de los grandes incendios forestales ocurre junto con escenas de casas ardiendo, de humo invadiendo ciudades y masivas evacuaciones de habitantes. Con estas imágenes, la falsa creencia de que por vivir en ciudades, llenas de innovaciones tecnológicas y comodidades artificiales, podíamos desacoplarnos de la naturaleza se esfuma de la noche a la mañana.

A este pánico en las ciudades, se le suma la enorme grieta existente entre la elite económica y política que nos gobierna y la ciudadanía que sufre las consecuencias de la crisis climática. Por esta razón podemos asegurar que la postura “negacionista” del cambio climático no es científica y, en contraposición, es política.

Para ilustrar este punto podemos volver sobre el caso de los incendios forestales en Australia. En ese país, a pesar de que se conocía la proximidad de una ola de calor y ya se habían desatado algunos incendios, el Primer Ministro decidió tomarse unas vacaciones en Hawái. El mes pasado, en Madrid, ese mismo personaje fue uno de los principales artífices del fracaso de la COP 25 al oponerse su país a la limitación de las emisiones de CO2 debido a que Australia prefiere sostener la industria del carbón, la que es considerada como uno de los pilares de su prosperidad económica.

Para colmo y como si fuera poco, nuestro Ministro de Hacienda declaró hace pocos días que el modelo económico australiano debería ser el ejemplo a seguir por Chile. Hay que avisarle a nuestro Ministro que el modelo que nos recomienda está literalmente quemando y que si Australia desea sobrevivir, como mínimo, deberá cambiar justamente su economía.

En este punto podrán preguntarnos por qué nos preocupa tanto la lejana Australia y sus incendios descontrolados: porque somos países que vivimos en una misma latitud y lo que ocurra en Australia, más temprano que tarde nos ocurrirá también a nosotros.

Debemos dejar de “dar palos de ciego” como dice la expresión. Es nuestra civilización industrial y sus variantes la que ha fracasado y ha entrado en proceso de colapso. La nuestra fue una civilización que en poco más de dos siglos nos dio un bienestar impensado, como nunca antes lo tuvo el ser humano. Sin embargo, ese bienestar fue efímero. Hoy en día ya estamos viviendo del stock limitado que nos brinda la naturaleza y no de su flujo, es decir, estamos consumiendo de la despensa sin tener capacidad para reproducir y en poco tiempo más ya no será suficiente.

Preparémonos para enfrentar el colapso y hagamos nuestro aporte para que nazca una nueva civilización que aprenda de los errores de la anterior y que pueda vivir en armonía con la naturaleza. No seremos la primera civilización en extinguirnos ni tampoco seremos la última pues, pese a todo lo que le hagamos a nuestro Planeta, éste seguirá siendo capaz de albergar la vida.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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