Por: Viviana González. Gerente BPO y Plataformas en Grupo Avanza
Hace algunas semanas tuve la suerte de participar en el evento Mujer y Minería, instancia organizada por la Asociación de Industriales de Antofagasta (AIA), con el objetivo de reconocer el aporte del rol femenino en el rubro minero. Fue una gran oportunidad de reencuentro donde nos vimos las caras, conocimos a destacadas profesionales y también conversamos acerca de los desafíos de la equidad de género en las empresas mineras de la II región.
Muchas veces se habla de la inclusión de las mujeres en la minería como algo fácil y cada vez más común. Aunque es cierto que la presencia femenina en el rubro ha aumentado en los últimos años, aún queda mucho por hacer para alcanzar la meta deseada. Según cifras del Banco Mundial, se estima que la participación laboral femenina en Chile alcanza un 44%, pero en el área minera registra sólo un 10%, cifra menor si se compara con la realidad de otros países donde esta industria está también desarrollada, como es el caso de Canadá (18%), Australia (17%) y México (15%).
Somos pocas, pero estamos demostrando con creces quiénes somos y lo que podemos lograr. La profesionalización es un aspecto clave, ya que un 43% de las mujeres en minería cuenta con algún postgrado y un 40% con educación universitaria completa. En cuanto al perfil, la mayoría de las trabajadoras tiene entre 31 y 40 años (38%), seguidas por el rango de 41 a 50 años (30%), según los resultados del reporte Mujer y Minería 2022.
Lo que más rescato del encuentro es que pudimos debatir acerca de la realidad, de lo bueno y lo que aún falta por mejorar, porque la minería sigue siendo un mundo donde la mayoría son hombres y eso se nota en los detalles. Un ejemplo muy práctico: Ahora las mujeres cuentan con vestimenta y zapatos de seguridad -cosas que antes no existían-, pero muchas aún no tienen un lugar habilitado para cambiarse de ropa, y las empresas están recién visualizando esta problemática.
También existe otro factor, relacionado con el rol femenino y el uso del lenguaje en el ámbito laboral. Durante una de las charlas, se presentó un estudio cualitativo y cuantitativo sobre brechas de género en la minería y discriminación, que reveló que las mujeres a menudo nos vemos obligadas a jugar un doble rol de “hacernos las rudas” o ser más suaves y femeninas según el interlocutor con quien nos relacionamos. Varias reconocieron estar cansadas de este doble papel que les impide ser ellas mismas por tener que cumplir con ciertos parámetros laborales que todavía conservan un enfoque tradicional.
Por eso, creo que es fundamental que cuando hablamos de inclusión laboral de género, entendamos que hay diferencias entre hombres y mujeres que no se puede obviar en los trabajos. Doy otro ejemplo concreto: Los sistemas de turnos tienen distintos grupos etarios según género. En el caso de los hombres, son jóvenes que están recién comenzando en el mundo laboral y que a medida que crecen y forman familia, lo abandonan por horarios más estables. En el caso de ellas es todo lo contrario, son mujeres de 40 a 45 años cuyos hijos ya son más independientes, están dispuestas a reinsertarse al mercado y pensar más en sí mismas, y pueden compaginar perfectamente esos turnos con la vida familiar.
Cuando les preguntamos a las mujeres cuáles son sus principales motivaciones para desarrollarse en el área minera, las respuestas más mencionadas son el “acceso a una mejor calidad de vida”, “crecimiento profesional”, “beneficios económicos”, “relación con el equipo de trabajo” y “desafíos del rubro”. Los argumentos no son muy distintos de lo que respondería un hombre, y por eso, hoy más que nunca es importante seguir avanzando en la inclusión y visibilizar los logros que alcanzamos las mujeres en distintos ámbitos, mostrando cómo podemos desarrollarnos personal y profesionalmente para inspirar a otras a intentarlo también.
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