[Opinión] Navidad y Ciencias Sociales

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Por: Dr. Carlos Pérez Wilson. Académico del Instituto de Ciencias Sociales. Universidad de O’Higgins


¿Sabía Ud. que Navidad no sólo es intensa para Santa Claus? Para las ciencias, y en particular las Ciencias Sociales, también lo es, ya que esta festividad aporta un peculiar escenario para el estudio de innumerables fenómenos sociales: tensiones y valores, relaciones de clase, roles de género, retorno económico, endeudamiento, valoración personal, depresión y ansiedad, efectos halo en temas judiciales, entre muchos otros temas.

Para muestra un botón: hace ya cuarenta años, Caplow hacía ver que el ritual del regalo era una forma de reforzar relaciones muy valoradas, pero inseguras. Kasser y Sheldon, hace 20 años, demostraron que las actividades familiares y espirituales pueden ayudar a las personas a sentirse más satisfechas, mientras que los aspectos materialistas de las celebraciones navideñas modernas podían perjudicar el bienestar. Un poco antes, Komter, hacía ver que la reciprocidad en los regalos y acciones puede considerarse un principio de exclusión, y Hillard y Buckman analizaban la denominada “Depresión Navideña”.

La mezcla Navidad y Covid fue igualmente interesante: Parker y Spennemann reportaron que los mercados navideños aportaban una dimensión experiencial a través de una serie de elementos visuales, auditivos y olfativos que crean una compleja respuesta sensorial, que podría ser la “atmósfera navideña”, la cual evidentemente, estuvo ausente en pandemia, y que repercutió negativamente en la salud mental de la población. Pero no sólo tiene repercusiones en la salud mental, sino también en el ámbito económico, donde Egresi y colaboradores estimaron además el positivo beneficio económico social de los mercados navideños.

Como ve, la lista es amplia, diversa y hasta entretenida de indagar, respecto de muchos otros estudios interesantes sobre esta fecha tan particular, si tiene el tiempo y ganas de informarse.

Coincidirá conmigo en que, en nuestro país en particlar, sería absurdo renegar la excesiva mercantilización y materialismo con que la gente enfrenta estas fechas, el errado concepto de que mientras más grande o caro el regalo es porque más quiero a la persona, o el abuso emocional con que las marcas comerciales cosifican la Navidad. Usted puede buscarle estos y otros “peros” a la Navidad, desde el positivismo, y no dudo en que logrará hacerse de una larga lista que le dará, para su tranquilidad, la razón en ese punto.

Asimismo, es altamente probable que, en vísperas de esta Navidad, Usted o al menos varios de sus cercanos o cercanas, manifestarán en este periodo gestos de genuina consideración para con otros. Usted podría iniciar sus propias investigaciones para observar y tratar de entender por qué muchos perciben con otros ojos su entorno, intentar preguntarse porqué sus amigos y también desconocidos tratan de ayudar, de compartir, de disfrutar ayudar al prójimo. ¿Lástima? ¿Compasión? ¿Hedonismo? ¿Camuflaje social? ¿Una mezcla de ellas? Efectivamente, pero también podría ser que esta “atmósfera navideña” que perciba en su investigación esté permitiendo relevar ciertas condiciones que permitan poner en práctica lo que la gran Marie Curie comentó hace tiempo: “La mejor vida no es la más duradera, sino más bien aquella que está repleta de buenas acciones”.

Quizá eso explique el que en este tiempo pueda ver gente conversando con personas en situación de abandono, o grupos de estudiantes repartiendo obsequios y compartiendo con niños, niñas y ancianos en hospitales, o entregando y cantando villancicos en Nochebuena con gente sin hogar. También puede ser que esto explique, en lo laboral, por qué se ven personas compartiendo y olvidando, aunque sea por unos momentos, los malos ratos o rencillas que pudieron haber tenido durante el año.

Hay dos momentos muy distintos en la vida en que uno tiene, por distintas razones, la posibilidad o necesidad de compartir, aunque de manera muy distinta. Seguramente, habrá visto una escena recurrente en los funerales: personas desconsoladas, que toman conciencia en ese difícil y traumático momento, que nunca podrán decirle a la persona que los deja, aquello que se tuvo o quiso decir, o miran en retrospectiva aquello que ya no pudo hacerse juntos, y que seguramente, a ambas personas les hubiera significado un momento especial de haber ocurrido.

Pero Navidad, con sus matices propios, abre igualmente esta posibilidad sin ese triste desenlace. ¿Hace tiempo que no contacta a un amigo o amiga y ya le da vergüenza por todo el tiempo que ha pasado? ¿Hace mucho que no les dice a sus padres cuánto los quiere? ¿Siente que ha pasado poco tiempo con sus hijas? ¿Nunca ha participado de campañas solidarias? ¿Su orgullo le impide pedir disculpas por algo que considera no es su culpa? ¿nunca ha abrazado a una persona en situación de calle? Ahora tiene la excusa perfecta. Culpe al “espíritu navideño” mientras disfruta y atesora, al igual que nosotros, de la Navidad, y deje las investigaciones por un rato para que sintamos, al menos por unos días mientras bajamos la guardia y se despejan nuestras barreras, que aquella sociedad que anhelamos parece estar a veces más cerca de lo que creemos.

Vamos, anímese, y Feliz Navidad para Usted.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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