Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología
La presencia de la muerte decanta las pasiones y surge la esencia de la persona, de las personas y de la sociedad. Eso es lo que ha ocurrido en Chile, con el deceso del Presidente Sebastián Piñera, sorprende, haciéndonos ver que todo se nos da por añadidura y temporalidad imprevista. La muerte pone las cosas en contexto.
Más allá de las legítimas diferencias -que muchos tuvimos- con el político; la crítica para algunas de sus decisiones; el cuestionamiento -de otros- a su rol privado o de empresario; lo concreto es que: Chile le reconoció el valor de la buena política, su carácter de demócrata y sobre todo su compromiso con el servicio público, liderando un sector que no sabía de triunfos desde hacía muchas décadas, llevándole al poder en dos ocasiones. En esa tarea lo acompañamos y apoyamos.
La gente, espontáneamente, en diversos lugares del país, cantó el Himno Nacional, como postrer reconocimiento a su vocación de servicio público y al estilo Piñera, con sus grandezas y debilidades, que la ciudadanía ha sabido aquilatar y valorar.
Esa actitud ciudadana es esperanza cívica, sobre la política en Chile. Muestra el camino y llama a erradicar la odiosidad y el resentimiento político, que tanto daño le han hecho a nuestra convivencia y a la democracia. Es también esperanzador sentir esa valoración ciudadana por el servicio público, como una distinción y un honor al que los ciudadanos llaman a los mejores hijos de esta tierra, para servir a su país y no otra cosa.
La ciudadanía muestra madurez y compromiso, con altos valores democráticos, cuando exige respeto por una persona elegida por el pueblo, en elecciones libres e informadas. ¡Eso es particularmente valioso! Especialmente, cuando se habla del intento de algunos por romper la institucionalidad y desestabilizar su gobierno. Cuando aún no se aclaran los bordes de esa marea que promovió sectarismo político, dogmatismo totalitario, violencia y caos, que empoderó lumpen, mercenarios y soldados del crimen organizado.
El país muestra valoración por su sensibilidad cívica y moderación política, que democráticamente volcó votaciones en favor de la centroderecha, frenando la polarización que se intenta desde uno y otro lado. Fue contención a intentos estatistas y desbordes mercadistas, incorporando gestión política, coherencia económica y profundo sentido social, valores que por momentos el sector había extraviado, por la hegemonía de sectores radicalizados, cuya esencia resultó ajena al sentir del país, como ha sido verificado.
Enconados detractores políticos, desde un pódium ético, social y gestional fraudulento, le negaron sal y agua, con odiosidad y desquiciamiento. Ahora, en el poder y enfrentados a la cruda realidad qué desnuda ineptitud, reconocen (recuperando nobleza) los méritos de la persona, del político y del estadista, que fue el presidente Piñera. La degradación de la política muestra sus sombras, cuando otros, aislados, ruidosos, llenos de odiosidad e insignificancia, vuelven a la plaza de la vergüenza, celebrando plenos de miseria, la muerte de Piñera. Espero que la ciudadanía sepa erradicar electoralmente esa política bastarda y despreciable.
Los homenajes fúnebres al presidente Piñera, se transformaron, por la acción, voluntad y espontáneo cariño ciudadano, en una gran valoración por el servidor público, el político, el estadista, el empresario que dedicó su talento y tiempo al servicio del país; a su estilo de gestión empresarial, ejecutivo, con decisiones fundadas en datos, en conocimiento, sin la improvisación y el sentido de farándula, que se impone en la política.
Esa revitalización cívica es un llamado para que todos los que amamos el servicio público, volquemos capacidad, compromiso y honestidad, para recuperar las instituciones y la institucionalidad, para revisar el quehacer de la política y el Congreso Nacional, para que el poder vuelva a radicar y servir al pueblo, con política comprometida con los ciudadanos y políticos con honestidad cívica. ¡Sebastián Piñera, descansa en paz!
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.