Por: Arnaldo Canales. Director ejecutivo de Fundación Liderazgo Chile
Durante estos días chilenos y chilenas estaremos conmemorando a Todos los Santos y, posteriormente, el Día de los Difuntos, ambas fechas muy significativas y de especial recogimiento para todos aquellos que hemos perdido un ser querido.
Son días de introspección, pena y dolor -en la mayoría de las casos- y de emotivos recuerdos para algunos otros.
En un marco de un Chile polarizado, en el que la convivencia no ha estado en su mejor momento; en un país en el que la comprensión y la empatía por el otro parecen aspectos mucho más difusos hoy en día; en el que debemos lamentar miles de fallecidos a raíz de la pandemia, cabe reflexionar respecto a cuál es la sociedad que queremos construir para los años venideros.
Veamos… Uno de los factores que no trabajamos, y que puede ser perfectamente promovido en las aulas de clases de manera preventiva, tiene que ver en cómo enfocamos el trabajo con niños, jóvenes, adultos y adultos mayores con sus emociones morales.
¿Y qué son las emociones morales? Pues éstas nacen en base a la preocupación por el otro, como una fuente de apoyo y al real interés por un ser ajeno.
A diferencia de las emociones básicas, o estéticas, no se basan en mi crecimiento personal, sino que fortalecen mi relación vincular con el otro. Y, en ese sentido, las emociones trascendentes son aquellas que me invitan a tener una mirada altruista y colaborativa, poniendo el foco en la compasión amorosa y el asombro.
La compasión amorosa es definida como el sentimiento de pena, o ternura, e identificación ante las dificultades de alguien. Pero a diferencia de la empatía, esta cualidad nos pone en acción para poder ayudar a otra persona, de manera vinculante.
El asombro, en tanto, tiene relación con que hoy día la sociedad vive anestesiada. Congelamos la curiosidad, no nos interesa nada, y eso genera que muchas personas no estén conscientes de la realidad y el dolor del otro.
Lo interesante es que, si fomentáramos estos aspectos desde la niñez, desde la mirada de la educación emocional, podríamos trabajar también la ética, la culpabilidad, la vergüenza, la deshonra, etc… Un niño que se siente culpable desde lo valórico, obviamente va a tener un marco regulatorio moral interno que le va a permitir saber lo que es bueno y lo que es malo.
En estas jornadas de reflexión, recuerdos y dolor, trabajemos la empatía, pues derivará a la compasión amorosa, al altruismo y a la comprensión por el sufrimiento de los demás. Y, de paso, sentar los pilares para una sociedad más solidaria.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.