Por: Sergio Urzúa. Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago. Coordinador de Políticas Sociales de CLAPES UC
Fue duro el 2020. Todos embarcados en el mismo e incierto bote, con libertades restringidas, más el sentir y pensar conmovidos por el nocivo brote, la humanidad pareció perder su alma. Pero no hay mal que por bien no venga. Y para reflexionar amenamente en qué mejor que hacerlo con una película.
Vale la pena ver Soul, el último filme animado de Pixar. Su título y primeros minutos podrían sugerir un tierno relato sobre ese género arlístico que une jazz, blues y música religiosa. Frío, muy frío. Con la perspectiva del 2020, esta es una película seria. Es una introspección sobre qué significa tener alma (también soul en inglés).
Evitando dar muchos pormenores, la cinta corre más o menos así: Joe Gardner es un profesor de música frustrado por no haber cumplido su sueño de ser una estrella del jazz. Circunstancias inesperadas le pavimentan el camino para retomar lo que él asumía era su propósito en la tierra. Con igual imprevisto, la senda se ve truncada al sufrir un accidente que separa su cuerpo de su alma. La película aquí tiene sus pasajes mejor logrados, combinando metafísica, humor y drama. ¿Recupera Joe su alma? Y de ser así, ¿cómo lo hace? No voy a contar el final de la historia. Sí quiero mencionar un par de temas que subyacen a su contenido y que “tangencialmente” nos tocan.
En su travesía para reunirse con su cuerpo, el alma de Joe aprende varias cosas. Una de ellas es que los mayores momentos de dicha individual requieren de un mínimo de espiritualidad, un activo escaso en la sociedad moderna. De hecho, en tal ausencia uno podría encontrar el caldo de cultivo de la frustración e infelicidad. Una débil configuración valórica y desmedidas expectativas, elementos que hoy aparecen al levantar cualquier piedra, pueden agravar el problema.
Lo anterior tiene además una complicación natural. En todo esfuerzo por encontrar instancias de intensa satisfacción, una obsesión por la actividad que suponemos nos llenará nos puede tiranizar. En el caso de Joe es tocar el piano, pero todos apostamos por algo que, sin matices ni perspectiva, tiene el potencial de descarrilar nuestro bienestar, de hacernos perder el alma. Y, por cierto, mientras más cercana vemos la posibilidad de alcanzar ese sueño, más indefensos somos frente a ese riesgo. ¿Cómo se manifiesta? Se “vive” bajo el supuesto de que se nació para hacer ese algo, sin gastar ni un pensar si vale la pena en el largo plazo.
Así, Soul nos enrostra el costo individual y colectivo que significa la tan extendida y descontrolada ansiedad por obtener un logro inmediato. Con el retorno de la normalidad se multiplicarán esas pulsiones que no llenan el alma. Un desafío será controlarlas. Ayudará entonces recordar que nuestra esencia está en la fascinación por las cosas básicas: la familia, los amigos, el entorno. Ese es el objetivo de vida de Joe, de usted, de todos.
Chile se juega mucho este año y, más que acelerar, es necesario chantar la moto un poco. Todos deben contribuir con un granito de arena para que vuelva el alma al cuerpo nacional. Si esto ocurre, será un gran 2021.
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