Por: Alberto Torres Belma. Sociólogo y Magíster en Ciencias Sociales. Académico de la Universidad de Antofagasta
La semana pasada fue aprobada en el Congreso Nacional la idea de legislar respecto a la reforma de pensiones presentada por el Gobierno hace más de un año. Si bien de antemano se anunció un rechazo a las especificidades de la iniciativa, se votó favorablemente uno de los artículos que establecía que del 6% de cotización adicional, un 3% debía dirigirse a la cuenta de ahorro individual adicional y el 3% restante a un fondo común colectivo. No obstante, al aprobarse dicho articulado, se decidió el cambio en su redacción, estipulando que la totalidad del 6% adicional debía ser dirigido a un fondo colectivo.
No cabe la mayor duda que el estallido social de octubre, en su dimensión positiva, dejó en claro la necesidad de un país que apunte a mayores grados de solidaridad. Sin embargo, resulta indispensable que en la discusión de la reforma impere un sentido de equilibrio.
Al revisar las tendencias de los últimos meses, nos damos cuenta que la mayoría de los chilenos cree en la necesidad de un nuevo sistema que mejore las pensiones y sin duda en el incremento de la solidaridad en nuestra sociedad; pero en paralelo se genera un fenómeno sociológico interesante, que es el “sentido de propiedad” sobre el dinero propio, pese al descontento con las pensiones recibidas al momento de finalizar la vida laboral activa. Y he aquí la paradoja, el retiro de fondos previsionales ha reforzado la idea del bienestar individual y de la capacidad de decisión sobre lo que los chilenos creen que les pertenece.
De hecho, de acuerdo al estudio Omnibus de Febrero de 2021, un 75% de las personas considera que los fondos previsionales son del cotizante, mientras que un mayoritario 54% manifiesta preferir que la cotización adicional se dirija a su cuenta individual. Finalmente, un 30% es partidario de dividir los fondos entre una cuenta colectiva y otra individual. Juzgar este aspecto como positivo o negativo dependerá de la vereda ideológica en donde nos situemos, pero es una realidad.
Retomando la idea inicial, es importante que la discusión sobre la reforma de pensiones asuma directrices de equilibrio. Los debates ideológicos deben tener su correspondiente cabida, pero es importante que se sepa conciliar la necesaria contribución de las personas y empresas a una sociedad solidaria a través de los recursos monetarios obtenidos por la cotización adicional; y por otra parte la mejora de la pensión propia.
Además, resulta interesante retroalimentarse de los estudios de opinión pública al momento de establecer el espíritu de iniciativas políticas. En ningún caso aquello es un criterio determinante o implica gobernar al son de las encuestas como algunos políticos lo han hecho en forma destacada, dándole un mal uso a los estudios de opinión; por el contrario, permite retratar las percepciones o evolución de éstas en la “clase gobernada” a partir de hechos políticos y sociales objetivos.
Las imposiciones ideológicas no son para nada recomendables, si consideramos el proceso de cambio político y social que enfrenta nuestro país, como tampoco es aconsejable que algunos parlamentarios anuncien de antemano el rechazo completo al proyecto sin establecer propuestas alternativas de mejora que podrían enriquecerlo con la contribución de diversos sectores políticos.
Hoy más que nunca requerimos de un mayor espíritu de diálogo y de consensos.
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